3.Conociendo a Lucifer

1836 Words
En cuestión de segundos, la noche, mí noche que prometía catapultarme a la fama se había ido por el drenaje. Los gritos de Nancy seguían resonando con fuerza. Alguien había alertado a los demás enfermeros y ahora todos corrían de un lado para otro. Pero yo seguía ahí, con la vista fija en ese maldito cobertizo, donde una niña cachonda murió mientras se venía, llevandose consigo todo mi esfuerzo. Los hombres de traje n***o interrogaban a Jason que ahora lloraba como una niña pequeña. El mundo comenzaba a dame vueltas, tenía que mantener la calma, respirar y pensar en soluciones. —¿Qué haremos? —Daria apareció de la nada al lado mío, o quizás siempre estuvo ahí y no la noté. Su rostro reflejaba la gravedad del asunto. Apretaba sus manos sin cesar, cosa que hacía cuando estaba nerviosa. —Lo primero que haremos será mantener la calma, no podemos propagar el terror o el miedo. —le dije manteniendo mi voz firme y la cabeza alta. Y lo segundo, mantener al resto de las mocosas dentro de la casa hasta que todo esto termino, firmes y unidas, no quiero que nadie hable, ni diga absolutamente nada a la prensa sin consultarme primero, ¿Está claro? —Entendido. —contestó Daria asintiendo sin cesar. —Bien —le digo percatandome que otro vehículo n***o acababa de llegar al lugar. —. Anda a la casa y mantenlas a todas dentro y la prensa fuera. Daria asintió por última vez y corriendo cual cenicienta a las doce, se perdió en la noche en dirección a la casa. El auto n***o se detuvo a unos metros de la entrada del Jardín. Un extraño cosquilleo empezó a apoderarse de mis manos, pero me sacudí con rapidez. “Puedo con esto” me repetía una y otra vez en mi mente, pero para ser honestos, no estaba muy segura de eso. Al sonido de gritos y llantos, se le sumó una lejana sirena que avanzaba cada vez más. Pero mis ojos estaban fijos en el hombre que acababa de bajar del vehículo, iba rodeado de dos guardas más. Cuarenta años, cuarenta y dos quizás, al menos metro ochenta de estatura, un cuerpo muy bien formado que lucía un impecable traje n***o, cabello del mismo color, comn algunas zonas grises, peinado meticulosamente hacia atrás, tes blanca y unos arrebatadores ojos azules que brillaban en la noche como zafiros. Nadie tenía que decirme nada, ese hombre que avanzaba a paso firme era el padre de la muerta. Su rostro no aparecía en ningún registro de mi mente, evidentemente era alguien importante, pero por alguna razón no tenía idea de quién era. No lo había visto en televisión, ni en redes, ni en los ya casi extintos periódicos. ¿Quién demonios era ese sujeto? Alise mi vestido pasando las manos sobre él, esperando el momento en que ese sujeto se detuviera para hablarme de lo sucedido, pero las palabras quedaron atoradas en mi garganta. El hombre pasó de largo sin siquiera darme una segunda mirada. Llegó al cobertizo, y sólo bastó que le dijera dos palabras a Nancy para que la mujer dejara de llorar y su rostro se pusiera más pálido que la luna. Dos de los guardaespaldas, sacaron el cuerpo d ela niña de la casa, cosa que yo estaba segura que era ilegal, y lo metieron dentro del vehículo en el que el sujeto llegó, como un bulto de papas vestido con tul y encajes al que acomodaron en la parte de atrás. Sentí algo de nauseas pero espanté los pensamientos. Pude ver a Nancy ser guiada hacia otro de los vehículos, con el pánico clavado en los ojos. La ambulancia estaba llegando, pero uno de los hombres de n***o, se acercó al chofer y le decía algo. Todo era un caos, había murmullos, llantos, pisadas, mi corazón comenzó a acelerarse, no sirvo para quedarme mirando de espectadora, debía hacer algo. Me iba a dar vuelta, y emprender en dirección a la casa nuevamente, cuando una voz gruesa me llamó haciendo que me detuviera en seco. —¿Señorita Rosales? —me di vuelta y ahí estaba él, de pie a unos cuantos pasos de mi. Su rostro era una máscara, no podía descifrar si estaba triste, enojado, o simplemente siendo un cabrón sin emociones. Respiré hondo y di un paso hacia él. —Si… soy yo, quisiera decir que… —Mi gente se pondrá en contacto con usted —me interrumpe. ¡¿Su gente?! miro a los guardas, subir a los vehículos, la ambulancia que recién había llegado comienza a retroceder y sin siquiera hacer más preguntas o algo se van del lugar. ¿Pero qué demonios? ¿Quién es este sujeto? Vuelvo mis ojos a él, pero ya había dado vuelta, y se encontraba subiendo a uno de los autos. —¡Sasha!— Era la voz de Matt. Lo veo acercándose con rapidez. Al llegar me da un abrazo fuerte, y aunque en otra ocasión lo hubiese retirado sutilmente por arrugar mi vestido, esta vez me dejo envolver por sus músculos. Respiro hondo y siento como la calma vuelve a mi cuerpo. —¿Qué ha pasado? —me pregunta —¿Alguien murió? —Si —le contesto, levantando mi cabeza de su pecho. —¡Qué jodido desastre! —Lo es. —digo acomodando mi cabello y espantando el nudo en mi garganta. —¿Ya sabes lo que le dirás a la prensa? Están como locos en las puertas de la casa, la unica razón por la que no están aquí es por uno de los hombres esos vestidos de n***o, los está manteniendo a raya. —¿Qué? —Si, al parecer, para evitar que cierta información se filtre o algo así. ¿Quién era la chica? —Me he estado preguntando lo mismo toda la noche. Volvamos a la casa. Matt no exageraba con respecto a los periodistas, parecía como si se hubiesen multiplicado en cuestión de segundos, las voces se alzaban y no lograba enfocar un solo pensamiento. Todos colocaban micrófonos frente a mi rostro y tomaban fotos. Una distorsión de la atención que siempre quise. Estaba por perder la paciencia, cuando uno de los enormes hombres de n***o me arrastró practicamente hasta dentro de la casa. Me sujetó tan fuerte del brazo que estoy segura que mañana tendré un morado adornado mi piel. Cerraron la puerta detrás de nosotros, pero aún podía escuchar los murmullos de la prensa. En el salón, me encontré con los ojos de las demás chicas, todos abiertos de par en par, fijos y expectantes clavados en mí. El mandril que con tan poca delicadeza me arrastró dentro de la casa, chasqueó sus dedos frente a mi cara llamando a mi atención. —¡Hey! Dejala quieta —Intervino Matt saliendo en mi defensa. —Retrocede, niño bonito. —el sujeto levantó ligeramente su saco, dejando ver un revolver muy cómodo en su cinto. Matt no dijo una palabra más, ni volvió a mover un solo dedo. El sujeto volvió a poner su atención en mí. —Él te contactará. No hables con la prensa, no hagas absolutamente nada. Cualquier movimiento que hagas, él lo sabrá. —dijo el sujeto con una horrible sonrisa en su rostro. Mi mente se esforzaba en entender qué diablos sucedía, ¿Por qué quería hablar conmigo?¡Yo no me follé a su hija! —¿De qué quiere hablar conmigo? ¡No fue mi culpa! —dejé salir un poco a la Sasha que siempre me he esforzado por ocultar. —Tú baile, tu responsabilidad, muñeca. —¿Quién es él? —le pregunto antes de que pudiera irse. —Alguien a quien desearías no haber hecho enojar. —¿Tiene nombre ese alguien? —insisto. —Oh si, si lo tiene…Nosotros le llamamos Lucifer. —El sujeto me guiñó un ojo y salió por la puerta. El murmullo de los periodistas había desaparecido y con horror me di cuenta que otros como él, los habían sacado a rastras del campus. ¿Quienes eran esos sujetos? ¿Quién era su jefe? ¿Qué influencias tan grandes podría tener, qué poseía tanta libertad? ¿Qué le haría a ella? —¿Estás bien? —me dijo Matt rozando mi brazo con su dedo. —Estoy bien. —respondo. —¿Qué va a pasar ahora? —pregunta Daria desde el fondo, recostada a la escalera. La pregunta sale de sus labios, pero estoy segura que es a nombre de todas. —Seguiremos nuestra vida. No fue culpa mía y ciertamente de ninguna de ustedes. Jason fue imprudente, es cierto. —digo esto ultimo mirando a Matt. —, pero la chica también. Cuando su padre, decida ponerse en contacto conmigo, explicaré la situación y toda esta noche será un asunto del pasado. ¿Está claro? Todas asintieron y contestaron con murmullos. —Bien, pueden ir a descansar, ha sido una noche de locos. —¿De verdad crees que será así de sencillo? —me preguntó Matt. —No tenemos nada que ocultar. —Es cierto, pero…la hoja de ese hombre murió. —Y no hay nada que podamos hacer —le respondo. —Nosotros no la obligamos a hacer cosas que no podía, fue su propia irresponsabilidad y hormonas alborotadas. Sabía muy dentro de mí, que en parte, sí era un poco mi responsabilidad, pero no quería ahondar en ese terreno todavía. —Está bien —me dice agarrando las puntas de mi cabello. —¿Quieres jugar con tus hormonas alborotadas? —me pregunta. Lo miro a los ojos. Definitivamente no era algo prudente, pero diablos, necesitaba una buena sacudida para liberar todas las tensiones de la noche. Me inclino un poco y deposito un beso sobre los labios de Matt, a la vez que pego mi pelvis contra su cuerpo. Me presiono con fuerza hasta sentir que su cuerpo responde. —Tomaré eso como un sí. —Me dice. —Andando. —le digo. Lo tomo de la mano y subimos por las escaleras, pasamos por todas la sdemás puertas hasta llegar a mi habitación. Entramos, yu en ese instante fue como si algo se hubiese encendido en mi cuerpo, de repente las ganas me cegaban. Giro mis ojos hacia Matt y veo que este ya ha dejado el saco a un lado y está a mitad de camino desabotonado su camisa blanca. De un solo me retiro el vestido, dejándolo caer a mis pies, y como ya era sabido, no llevaba absolutamente nada debajo. Veo que sus manos de Matt se detienen a medio camino del último botón. Sus ojos recorren mi figura con hambre, con deseo, con pasión. Avanzo hacia él y desprendo el último botón, sus manos recorren enseguida mi cintura, como atraídas hacia mi piel por una fuerza mayor. Lo beso con fuerza, casi salvajismo, pero en mi mente, es otro rostro el que aparece, el rostro del que llaman Lucifer.
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