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La Pasión del Multimillonario

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Blurb

Lo único que Sebastián Sullivan quería en la vida era a Stella. No contaba con que ella volviera con el idiota de su primer novio, y que lo dejaría plantado por él. Ha jurado que jamás la buscaría pero en el corazón es el amor el que manda.

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1. El sufrimiento de Sebastian Sullivan.
1. El sufrimiento de Sebastian Sullivan. La música retumba en todos los cristales de la fiesta en la mansión de los Sullivan. Al centro de todo el escultural y atractivo Sebastian Sullivan, propietario de la aclamada empresa de cosméticos de fama internacional, Belladonna, festeja sus treinta y ocho años, bailando junto a Linda Cambel, la que un día fuera su secretaria, y que desde hace tres años es su novia. Alejándose de la barra de bebidas, dos mujeres la miran con desprecio. —Ahí va la trepadora… —Dicen que lo atrapó en sus redes cuando el pobre tenía el corazón quebrado... —Hay que tener cuidado amiga, las secretarias de hoy en día solo buscan dos cosas: Matrimonio o subir de escalón en escalón engatusando incluso al más decrépito de sus jefes. —Por eso no dejo a mi marido elegirlas, yo las elijo, yo las contrato… —Lástima que el señor Sebastian Sullivan no haya tenido cerca a sus amigos para protegerlo de esa arpía. —Pero él no es nada tonto. Esa trepadora vive rogándole que se casen y formar una familia, es él quien le da largas al asunto. Menos mal, digo yo. Y las malas lenguas dicen que es por ella. —No es para menos... ¿será que ha visto las noticias? —No, ¡qué va! No estaría tan bailarín como se lo ve ahora. —¡La pena que me da! Pobre hombre… tan atractivo y tan atormentado… —No quiero estar cerca cuando se entere. —¿Enterarme de qué, señoras? Ambas mujeres dan un respingo al ver que su jefe Sebastian Sullivan, moreno atractivo con un s*x-appeal a flor de piel ha dejado de bailar y lo peor de todo… las ha escuchado. La otra mujer niega con las manos. —No la escuche a ella, solo habla por hablar… ya la conoce… La mujer aludida sonríe nerviosa. —Señor Sullivan, ha sido gentil en invitarnos a su fiesta de cumpleaños. Para la suerte de ambas, Max, un amigo de la universidad de Sebastian, interviene, le pone el brazo en el hombro. —Sebastián. Amigo, feliz treinta y ocho primaveras —le dice dándole palmadas en la espalda—. Y por cierto la fiesta está de diez, a pesar que el cumpleañero no beba alcohol —se señala a sí mismo—, con su amigo de toda la vida —alza su botella de cerveza y brinda por él. —Me divierto igual, o más que tú —les responde Sebastián que conoce a la perfección a su amigo. Mira a las mujeres—. Señoras, espero que se estén divirtiendo —se aparta de ellas y con su amigo se dirigen hacia el mostrador donde varios camareros preparan las bebidas más exóticas para sus invitados. Linda, que ha estado buscándolo desde que tuvo que ir al tocador,al fin lo encuentra. —¿Bailamos? —le dice de manera coqueta. —Claro, querida. —Que puedas bailar esta noche con tu querida novia será mi obsequio de cumpleaños, no lo olvides —le dice Max que ha sido el que ha apoyado esa relación desde un principio. —No esperaba menos —Sebastian le sigue el juego. La fiesta está en su auge, los vidrios retumban a compás, las botellas de cerveza se vacían y son repuestas casi por obra de magia. De repente, a la media noche en punto la música se detiene. Las luces se apagan y una pantalla gigante se enciende mostrando los mejores momentos del último año del cumpleañero. Todos le cantan: Happy birdday to you… Happy birdday to you… Happy birdday querido Sebastian. Happy Birdday to you… Él abraza a su novia y se besan. Todos los ovacionan. Cuando en la pantalla sale un feliz cumpleaños, la cinta se corta abruptamente. Un noticiero de televisión local se pone en toda la pantalla. Sebastián cree que es una broma pesada de uno de sus amigos. Sospecha que es Max el autor y pone atención. “Esta madrugada a arribado a la ciudad la esposa del famoso jugador de futbol Dimitri Orlov, tras una serie de escándalos debido a las repetidas traiciones por parte del futbolista, Stella Bonyorck ha decidido separarse permanentemente del deportista y volver a la ciudad…” La cara de Sebastián se descompone. Se borra todo rastro de alegría. Linda trata de contenerlo. —No le ponga atención, amor… —quiere distraerlo, de besarle con dulzura, como lo ha hecho los últimos tres años para sacarlo del abismo en el que se encontraba—. Solo mirame a mí ¿sí? Cerca de ellos, Max grita indignado: —¡¿Quien demonios puso eso?! —algo como eso jamás se lo haría a su mejor amigo, menos sabiendo el infierno que desataría. Todo lo que pasa a su alrededor desaparece para Sebastián. Toda su atención está en esa pantalla. —¡¡Quiten eso por el amor de Dios!! —grita alguien más. Pero ya es tarde. Sebastián se cubre la cara con las manos. —Todos aquí lo sabían. Todos menos yo. Aprieta sus puños. —Fuera... —musita por lo bajo—. Quiero a todo el mundo… fuera… ¡FUERA DE MI CASA! Linda lo abraza, le da besos para calmarlo. —Amor mírame a mí... —con la voz quebrantada trata inútilmente de ganarse la atención de su novio. Pero Sebastián la hace a un lado, sin miramientos. Ella insiste. —Vamos amor, eso se quedó atrás… ahora tú y yo… —Por favor... —la interrumpe, tiene la voz lúgubre. No ha pensado en ella desde aquella vez… se ha prometido consigo mismo a no hacerlo jamás, pero ahora, ahora… —, te lo pido.. solo vete… —musita con el poco control que le queda. Al verla en esa pantalla siente que todo el esfuerzo se ha ido al tacho de basura con solo ver ese rostro que tanto ha amado y que lo ha dañado de tal manera que ahora parece que todo el dolor se le vuelve encima. Jamás lo ha superarlo. El dolor no se va. Se adormece con el tiempo. Lacera sus sentimientos más profundos. —Pero amor… —Linda no se ha movido. No piensa irse. Sebastián evita mirarla. Linda ha dejado de significar algo para él. —Te dije que te fueras… no es un buen momento, te lo ruego… solo vete, déjame solo. Max se encarga de sacar a todos de la casa. La música se detiene, las luces han dejado de funcionar. Solo la pantalla gigante muestra el rostro de ella, de la mujer que le ha roto el corazón tres veces. Va a la sala donde todo ha quedado desierto. Busca alcohol. No le cuesta nada dar con una botella de whisky. Lleva años de no probar una sola gota pero eso está a nada de terminar. Linda lo encuentra abriendo la botella, —Deja esa botella cariño— le dice ella—. Llevas mucho tiempo sin beber, no lo arruines amor. Sebastian tiene los oídos cerrados para ella. —¿Por qué sigues aquí? Vete. No te quiero ver… dejame solo. A pesar de sus exigencias Linda permanece a su lado. Sebastian la ignora y se va a la sala y allá enciende el televisor. “...La noticia de su arribo ha sido brindada por un m*****o del vuelo en el que venía Stella Bonyorck de manera anónima. Los allegados a la ex modelo aseguran que ha levantado una demanda en contra su marido por maltratos físicos. Los especialistas dicen que no tiene forma de ganar tal demanda. Les traemos la primicia por su canal de noticias favorito…” Sebastian niega con la cabeza con vehemencia. —Juro que esto te lo voy hacer pagar Dimitri —suelta. Las lágrimas corren por sus mejillas, el dolor es insoportable, tanto, que preferiría estar muerto que verla en esa situación. Bebe de una el vaso con whisky pensando en ella... —Stella… Maldita sea…

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