21. ACCIDENTE
Pasa el fin de semana.
Manois no se da cuenta que, desde la última vez, Byron ha crecido unos centímetros. Y ahora le pasa de tamaño.
—Hoy me tuvieron repitiendo las treinta reglas básicas cardinales. Puaj aburrido, aburrido, aburrido —se queja Byron.
—¿Cuáles son las treinta reglas?
—Son aburridas ¿en serio quieres que las recite?
—No. ¡Qué va!
Byron no le cree esta vez, intuye que Manois está hambriento de conocimientos, incluso de las aburridas reglas cardinales.
—Mejor vayamos a un lugar libre. Sé de un lugar que no conoces y que te va a gustar mucho –le tienta, a lo que Byron acepta al instante. Pero en el trascurso de la caminata Manois va recordando vivamente las advertencias de Anael y siente temor, por primera vez.
—O tal vez te meto en algún lío, mejor lo dejamos para otro día ¿te parece? —Manois se retracta cuando están en medio camino.
Pero Byron no está de acuerdo.
—No. Quiero ir —se cruza de brazos y pone cara de ofendido—. Además, no me importa si me expulsan. Quiero que me devuelvan a Mistral, allá está Stand.
—Uhm, bueno, pero debemos regresar antes de las ocho.
El camino es rocoso, en un momento Manois teme haberse confundido de camino, pero cuando ven el verde en la tierra, se borran sus dudas. Están en el camino correcto.
—¡Mira allá!
Manois le señala orgulloso de sí mismo. Byron se queda quieto. Observa todo con detenimiento, parece que no se lo creía. Comienza a andar con velocidad, a Manois le cuesta mantener su ritmo.
—Espera… es un terreno diferente, podría haber… —de repente Manois lo ve desaparecer ante sus narices.
Corre hasta el lugar. Byron ha caído en un pozo antiguo.
—¡Holaaaa! —Manois grita y escucha su propio eco.
—¡Estoy bien! Pero no hay forma de salir de aquí —responde Byron, sin un dejo de miedo en su voz. Pero Manois está preocupado.
—Espera, voy por cuerda ¿ok?
—No tengo a donde irme. Bueno, te espero, no vayas a tardar…
Manois regresa, va directo a su cuarto y toma todo lo que puede y vuelve a salir. Lleva también algo de comida, todas las cuerdas que se usan para la ocasión. Llega cuando anochece. Byron se ve cansado, cuando Manois le lanza la cuerda. Byron lo recibe y comienza a subir por la cuerda, pero cuando llega hasta la mitad, la cuerda se rompe y Byron cae, soltando un grito.
—¿Estás bien? —Manois está desesperado.
—No. Creo que me rompí la pierna derecha… —esta vez Byron suena cansado y adolorido. Manois tiene que hacer algo para sacarlo de ahí.
—Eso es grave —le dice—. Tendré que ir por ayuda…
—¿Eso no te traerá problemas? Es posible que te castiguen, o algo mucho peor.
Manois sabe que lo enviarán a Canna, Anael le ha advertido ya, pero en ese momento poco importa.
—¿Qué más da? Vale más tu vida que un castigo —le dice.
—Pero no tienes que decir que me trajiste. Oye, yo diré que te obligué a traerme ¿entendido?
—¿Sabes? No me importa el castigo. Valió mucho el gusto conocerte —Manois dice aquello desde el corazón, Byron se ve pálido, tiene que ir ya.