28. HUIR PARA VIVIR.
En las costas de Punto Vacío, el frio reinante adormece los cerebros de los visitantes que no están acostumbrados a las crudezas del clima extremo, como lo están los especialistas de turno: Manois y Nadrel, este último ve desde la cabina que los camiones blindados se abren paso entre el suelo agreste.
Ambos ven que los soldados SS transportan a los fascinantes cuerpos y los meten dentro de los blindados militares.
—¿A dónde se los piensan llevar?
—A dónde sea que fuera.
Manois trataba de olvidar la mirada sin vida del que tuvo en la nave y que entrega sin mediar palabra alguna con el oficial SS a cargo.
Más tarde tiene que presentar un reporte minucioso sobre el hallazgo; no es nada fuera de lugar. Nadrel ha hecho lo que le ha dicho Manois.
Esa misma tarde, un SS se presenta en la cabina y los llama uno a uno para hacer el informe final. Ambos especialistas dan las mismas explicaciones, Manois no tiene nada que temer y, sin embargo, él permanece ansioso, muy ansioso.
Media hora antes de terminar su turno se les presenta un SS de élite. Es Stand de Lind.
—¿Cuál de los dos es Nadrel? —pregunta.
—Yo, señor.
Nadrel hace el saludo formal.
—Acompáñame –le ordena, Stand de Lind.
Más tarde, cuando Manois lo vuelve a ver, nota la expresión de miedo en su rostro, sabe que algo anda mal.
—¡Debes marcharte, Manois, lo antes posible! Destruye el flashting, el mío me lo sustrajeron… vendrán por ti.
Inmediatamente Manois se ve rodeado de militares de la SS, su primer reflejo es escapar por la ventanilla, pero uno de los SS lo reduce y otro le sustrae el flashting.
Manois no tiene escapatoria, si tan solo hubiera mantenido la boca cerrada y no hubiese mencionado a Nadrel sobre los cadáveres, no estaría pasando nada de esto.
—Me encargaré de este par… —dice Stand de Lind, que los mira con cierta resignación, como si desease estar en otro lugar que no fuera ese. Apunta primero a Nadrel, y antes de que pudiera pedir clemencia le deja un hoyo en la frente.
Manois no consigue moverse, está paralizado.
Ahora Stand de Lind le apunta a la cabeza, pero sorpresivamente baja el arma.
—A ti te dejaré ir.
—Estoy en deuda con usted, señor… —Manois dice aquello a punto de besarle las botas.
No puede estarle pasando todo aquello. Está en shock. De un día al otro ha pasado de ser un ejemplar especialista a ser un elemento descartable, sin ninguna explicación.
—No me lo agradezcas. No lo hago por ti —Stand de Lind tuerce levemente sus labios y agrega—. Lárgate lejos de aquí, si mis camaradas llegan a verte diré que te resististe y que no me quedará más que eliminarte.
Manois no es que espera mantener una charla amena con él, que le cuente el motivo por el que ha ablandado su corazón, precisamente con él. No. Nada de eso.
Se va huyendo aterrado, tratando de salir de la mira de todos ellos.
Se pierde entre el gran espacio rocoso y la niebla. No deja de pensar que la muerte de Nadrel es su responsabilidad. No piensa en otra cosa. No sabe a dónde dirigirse. No tiene un lugar para regresar.
Llega a las vías que conectan con Canna, no lo piensa dos veces y sube. Se aferraba al asiento en el que está.
La cabina en el que ha entrado está desierta de no ser por él, el frio lo encrudece todo. Es cuando se da cuenta que solo le queda lo que tiene encima.
El sello en el hombro comienza a desvanecerse, eso solo puede significar una sola cosa; su id de especialista ha sido borrado del sistema.
Ahora vuelve a ser un simple sirviente. Y el trabajo y estudios que le han costado horas sin dormir en los últimos tres años se han ido al tacho de basura. Pero al menos está vivo. Puede empezar de nuevo.
El clima mejora cuando el carril se detiene, y suben nuevos pasajeros.
Un anciano con aspecto de minero, junto a un jovencito que parece ser el sirviente del mayor. Manois se fija en este último; parece que no se alimenta a menudo, es piel y huesos.
—Siento frío. Abrígame —ordena el mayor, y el jovencito saca de una maleta una cobija con el que lo cubre con algo de torpeza.
Manois recuerda que aún tiene la lonja de pan que Nadrel le ha compartido en el almuerzo, lo saca del bolsillo, piensa obsequiárselo.
—Pst…
El jovencito le mira dudoso.
—Toma. A ti te hace más falta. Come, está delicioso —le ofrece el pedazo de pan, el jovencito mira al mayor y este le permite acercase a recibirlo.
—¿Tienes nombre? –Manois le pregunta.
—Luyer, señor. Gracias —dice y comienza a devorarlo de una.
El mayor mira siempre de reojo.
—¿Qué hace un especialista viajando con la prole? —pregunta el anciano.
—Ando de turista —Manois se excusa y miente— ¿Qué hace un minero por estos lados?
—También vamos de turistas, solo que yo tengo un equipaje molesto… —mira de reojo a Luyer, refiriéndose a él y agrega—. Veo que es demasiado amable con desconocidos. ¿No quisiera el especialista encargarse de llevar el peso que me sobra?
—Desde luego, me vendrá bien tener con quien platicar —trata de mostrarse simpático, por Luyer que sin duda está tan desamparado como él lo está en ese mismo instante.
Luyer sonríe sin saber todavía que el hombre al que atiende con esmero no le significa nada, y que acaba de deshacerse de él.
—Dicho esto. Acá me bajo yo.
El minero se prepara para bajar, como dice, en ese momento Luyer se incorpora de una como si no quisiera desprenderse de él.
—Vos te quedas con él —le dice el minero sin un poco de afecto hacia él.
Luyer se ve confundido.
Manois nota que se pondrá a llorar, pero al minero no le importa nada. Todo lo contrario, parece alegre por deshacerse de él. Basta eso para partirle en dos el corazón, a Manois.
—Bien, serás mi nuevo compañero, ¿quieres?
Luyer se ve desconsolado, y Manois se acerca a él.
—Toma, esto te calentará algo… —le pone su saco con las dos barras platina que demuestran que ha sido hasta ese día, un especialista a servicio del Cdp.
—¿A dónde vamos, señor?
—No me llames señor, solo dime Manois. ¿A dónde ibas con el anciano?
—Me llevaba para hacerme trabajar en lo de un amigo suyo —contesta Luyer, con toda la ingenuidad de su corta edad, para Manois, es imposible hacer lo mismo que el anciano, y abandonarlo a su suerte, es por eso que decide que se lo llevará con él a donde sea que vaya.
Y es así que Manois es arrebatado una vez más de su anterior vida.