Kamakura es una pequeña ciudad costera salpicada de templos y con atmósfera silenciosa.
El clima está frío, y a pesar de ser las cinco de la mañana, hora en que normalmente los habitantes de la ciudad comienzan a despertar, la ciudad aún parece dormida. Una camioneta Ford negra del año 95 cruza la espesa neblina que cubre la asfaltada carretera que conduce al centro de Tokio.
La canción Welcome to the jungle de Guns and Roses suena a gran volumen en el viejo reproductor de música que ha tenido que reparar cientos de veces. La camioneta está cargada con peces que lleva a vender a la ciudad para el sustento de su familia, responsabilidad que a pesar de su corta edad recae en él.
De pronto su teléfono suena y debe bajar el volumen de la música.
—Ya te he dicho que no me llames cuando conduzco.
—Lo sé hijo, lo siento, pero necesitaba pedirte algo, saliste tan rápido que no pude decírtelo antes.
—Está bien mamá, dime qué necesitas.
— ¿Podrías traerme algunas cuentas y accesorios para las pulseras que fabrica tu hermana?
—Muy bien mamá, ¿algo más?
—No hijo, que tengas buen viaje. Te amo.
—Y yo a ti.
El chico colgó de inmediato. Iba a poner en reproducción nuevamente la música cuando entre la neblina, al borde de la carretera, divisó un bulto. Creyendo que podría ser algún animal herido, estacionó la Ford a la orilla del pavimento y bajó para ver de qué se trataba.
Al acercarse lentamente pudo ver mejor qué era aquel bulto. Quedó paralizado, no se trataba de un animal ni de un saco de basura, era una mujer, en realidad una chica, estaba cubierta de lodo en todo su cuerpo, pero a pesar de eso se podían ver las marcas de los golpes que había recibido. Caminó hacia ella y se agachó. Con suavidad y tratando de no tocar mucho, le quitó el cabello enlodado que cubría su rostro. Era muy hermosa o al menos lo había sido.
— ¿Cómo es posible que alguien haya asesinado a un ser tan bello?—se dijo en voz alta.
Sacó su teléfono para llamar a las autoridades y que hicieran el levantamiento del cuerpo, cuando una débil mano agarró la suya.
—Por... favor... ayuda. —balbuceó.
Tomó entonces la mano y sintió el débil pulso. ¡Aún estaba con vida! Sin importar nada, la tomó en brazos, una sensación cálida le recorrió el cuerpo. La colocó en el asiento del copiloto de su camioneta y arrancó, rezando para que el maldito cacharro no lo dejara tirado a medio camino justo en este momento en que más lo necesitaba.
La hora de camino que había de su pueblo a la ciudad la hizo en menos de treinta minutos. Pronto estaba cruzando las puertas de cristal del hospital y llamando a gritos por un doctor.
— ¿Qué fue lo que sucedió?—le preguntó el doctor que lo recibió.
—No lo sé, la encontré al lado de la carretera.
Una camilla apareció a su lado, en donde colocaron a la chica que empezó a convulsionar en un para cardiorrespiratorio.
— ¡Pronto, el equipo de resucitación!
La llevaron hacia una sala, en todo momento él seguía de cerca la camilla, no queriendo dejarla sola. Pero al llegar allí los doctores lo obligaron a salir.
—Por favor, espere afuera.
Estuvo allí durante más de cuatro horas. La pesca de esa madrugada se había perdido completamente pero no le importaba. En su mente había estado la imagen de esa chica, levantando débilmente su mano y suplicando por ayuda. Luego de este tiempo, los doctores salieron.
— ¿Cómo está ella?
—Por el momento está estable, ¿tú eres su familiar?
—No, yo sólo la encontré.
—Deberás esperar por las autoridades para que rindas declaración.
—Claro, pero ella, ¿estará bien?
—Es muy pronto para decirlo, pero creo que sí.
El doctor se fue dándole una palmada en el hombro y el joven salió del hospital sin que lo vieran, tomando rumbo nuevamente a su hogar.
.
.
Tengo los ojos cerrados pero a pesar de eso puedo sentir su presencia cerca de mí. Siento sus manos tocando mi cuerpo, su aliento de menta inundando mis fosas nasales. Su asqueroso m*****o duro, entrando en mi cuerpo una y otra vez, saciando sus ganas en mí, retorciéndose de placer cada vez que me toma.
Quiero gritar pero la voz no sale de mí, quiero abrir los ojos pero tampoco puedo. No puedo hacer nada porque yo ya no estoy viva. Yo morí hace dos meses, el día en que decidí tontamente aceptar su invitación.
Antes había sido una chica alegre y divertida, antes tenía sueños e ilusiones, antes deseaba amar y ser amada, antes... ahora ya no me queda nada...
El peso de su cuerpo me aplasta los pulmones. Cuando termina de saciarse sexualmente comienza a golpearme, siempre en las partes no visibles de mi cuerpo. Ya se ha vuelto una rutina y con cada golpe que me asesta siento menos, ya no me duelen. Porque los muertos como yo, no sienten.
Cuando termina de golpearme por haberse corrido antes, se levanta y me mira.
—Mi princesita. —me dice acariciando mi rostro... odio que me llame de esa forma—No quise lastimarte, pero tú me obligas a hacerlo, ¿por qué me haces lastimarte?
Caigo inconsciente, no sé lo que sucede a mí alrededor. Todo sucede en cámara lenta, no tengo noción del tiempo. Es en ese momento que escucho una voz que no es la suya, una voz que me llama, una voz que dice mi nombre, el cual apenas y reconozco.
—Selene, cariño, por favor despierta.
Comienzo a abrir los ojos lentamente pero no logro ver nada. Entonces siento, como lo he hecho durante los últimos meses que no he querido abrir mis ojos para no ver lo que hace conmigo, cada una de mis partes. Hay vendajes en mi cabeza y en mi cuerpo, delgados tubos que salen de mis fosas nasales y también de las venas en mis brazos. La voz que escuché hace un rato vuelve a hablarme, esta vez con más dificultad pues la oigo sollozando.
—Mi pequeña, al fin has despertado.
— ¿Mamá?
—Sí mi vida, soy yo, mamá.
Reconozco el tono dulce de su voz y sé que es ella. Lucho con mi cuerpo que aún no quiere moverse para alcanzarla con mis brazos. Mamá se acerca lentamente hacia mí, con cuidado de no lastimarme y me acuna tiernamente entre sus brazos, como cuando era una niña, cuando aún no estaba rota.
—Mi niña, perdóname, perdóname, no te pude proteger.
La acaricio y toco su cabello, reconociendo los rizos de su larga cabellera negra que caen en cascada. Aspiro el aroma a jazmín de su cabello y respiro con tranquilidad, sabiéndome segura.
—Cariño te traje el...—la voz ahogada de mi padre se filtra en mis oídos.
Escucho sus pasos rápidos y largos acercarse hasta la cama en la que estoy sentada. Se abraza a mi madre y a mí fuertemente, sus lágrimas mojando mis cabellos y rostro pero no me importa, estoy con ellos.
—Mamá, papá, ¿no estoy soñando?
Casi podía escuchar su voz diciendo que sí, que me despertara, que necesitaba usar mi cuerpo. Luego de un rato me di cuenta que no, ellos estaban allí, eran reales y él... él ya se había ido. En ese momento sentí que alguien entraba y mi corazón empezó a latir fuertemente, con miedo de que fuera él.
—Veo que has despertado, Selene, ¿cómo te sientes?
Me envolví en los brazos de mamá, con miedo, creyendo que me harían daño.
—Tranquila cariño, estás a salvo, es el doctor. —me permití respirar nuevamente.
—Voy a revisarte, ¿de acuerdo?
Asentí. El doctor comenzó a palpar mi cuerpo, especialmente las zonas que estaban cubiertas con vendas, luego con una tijera las empezó a cortar, revisando cada área.
—Todo se ve muy bien, has sanado perfectamente.
Sonreí. Al menos mi cuerpo estaba sanando, pero las heridas de mi alma no.
—Vamos a quitar la venda de la cabeza, cuando lo haga voy a apartar las gasas que cubren tus ojos. Debes abrirlos muy lentamente para ir adaptándote a la luz, así no maltrataras tus corneas, ¿entendiste?
—Sí.
Escuché el sonido que hacía la tijera al rasgar el vendaje, el cual cayó liberando mi cabeza. El doctor me quitó suavemente las gasas que cubrían mis ojos, y siguiendo su recomendación empecé a abrirlos lo más lento que podía.
—Doctor.
—Dime, Selene.
— ¿Puede encender las luces?
El cuarto quedó en un silencio absoluto. Podía sentir la mirada de mis padres sobre mí y luego escuché el llanto ahogado de mi madre. Fue cuando lo entendí.
—Doctor, ¿puedo saber por qué?
—Selene, cuando te trajeron aquí hace un mes estabas en un estado muy delicado, habías sufrido múltiples heridas en todo tu cuerpo, varias costillas rotas que perforaron tus pulmones. Pero lo que era grave en realidad era la inflamación de tu cabeza. El daño que recibiste causó que la sangre inundara tu cerebro y la presión de ésta le impedía recibir el oxígeno necesario, en realidad es un milagro que estés con vida. Sabíamos que habría secuelas debido a los traumas, la presión craneal y la falta de oxígeno, pero a pesar de eso, hicimos todo lo que estaba en nuestras manos para salvarte. Para lograr que sobrevivieras.
—Dijo que llegué aquí hace un mes.
—Sí, estuviste en un coma inducido desde que saliste de la operación... Lo hicimos así pues era necesario mantenerte inmóvil para evitar que cualquier movimiento brusco te afectara. Ahora que la inflamación ha bajado dejamos de medicarte para que despertaras.
— ¿Cómo llegué?
—Un joven que no pudimos identificar te trajo. —en ese momento supe que no había sido un sueño.
— ¿Cuándo puedo irme?
—Selene, dadas las circunstancias actuales creo que es necesario que te quedes algunos días para hacerte unos estudios.
—Quisiera irme de inmediato a mi casa.
—Hija, ya oíste al doctor, es necesario que te revisen.
— ¡No lo entiendes mamá! ¡Estoy ciega! ¿Qué más van a revisar? Quiero irme, por favor, quiero irme.
Una vez más el silencio se hizo presente, luego el doctor se aclaró la garganta y resolvió.
—Pueden volver a traerla para que la revisemos pero si no quiere quedarse no hay motivo para que lo haga.
Salí de la habitación del hospital ese mismo día, sólo para ir a dar a la habitación de mi casa. Pero a pesar de que mi cuerpo se encontraba sanando, mi alma no lo hacía, ¿y cómo podría sanar? Es imposible sanar algo que ya no tiene vida.
.
.
Un año después...
—Selene, el desayuno está listo.
—En seguida bajo.
Salgo del cuarto de baño y me coloco la blusa de algodón roja, la que uso para ir a ver a la doctora Mei cada lunes de cada semana de mi existencia desde hace un año. Si me vieran no pensarían que soy quien soy, ya no me asusto cuando alguien desconocido se me acerca, ni me da miedo salir a la calle. Pero la realidad es que aún no logro superar todos mis temores y me cuesta socializar, al menos eso diría la doctora Asuna.
Luego de permanecer dos meses secuestrada y siendo abusada de todas las formas posibles que existen y de otro mes en completa inconsciencia en el hospital, había despertado a una nueva vida. Una vida en donde ya no era la chica de 21 años Selene Kino, primer lugar en todos los concursos de dibujo artístico de la preparatoria Juuban, hija de Isuno y Len Kino, hermana del insoportable Lenie Kino y amante de cuanta historia de amor pudiera leer. No, la chica que despertó aquella tarde de julio hacía ya un año, era muy distinta a la que había sido hasta ese día.
Busqué mi bolso y bajé al comedor, en donde ya me esperaban mis padres y mi hermano para tomar el desayuno. Apenas hace un par de meses que mi madre me convenció que debía comenzar a salir de casa, a lo cual accedí con alguna renuencia pero al final lo hice. Los rumores sobre mí o mi familia ya habían pasado de moda, pero a pesar de eso seguía viendo el mundo exterior como un animal salvaje que en cualquier momento podía devorarme.
— ¿Irás hoy al grupo de apoyo que te recomendó la doctora Mei?
—Sí. —dije resoplando, aunque había accedido no me sentía conforme exponiéndome como si fuera un animal de zoológico—Supongo que me llevarás.
—Por supuesto cariño, ya sabes que tu padre debe salir hacia el trabajo, iremos a dejar a Lenie al colegio y luego te llevo al grupo.
—Gracias.
—Selene, sabes que no debes ir si no quieres ¿verdad?
Pude oír el pequeño gemido de dolor de mi padre luego del golpe que seguramente le dio mamá por debajo de la mesa debido a ese comentario que me daba una escapatoria a algo que yo no quería hacer.
—Claro que debe ir, Len. Asuna dijo que sería bueno para ella.
—Selene, yo puedo acompañarte y cuidar de ti.
—Gracias Lenie, pero debes ir al colegio.
Desde que volví a casa Lenie se ha convertido en mi protector. Por él volví a salir, al menos al jardín, aún no soporto sentir personas a mi alrededor, personas que no conozco y que probablemente sientan compasión o temor de mí o peor, busquen la forma de dañarme. Siempre tuve una buena relación con mi hermano, tan buena como podía ser una relación de hermanos, ya saben, los pleitos y demás, pero a partir de "mi accidente" como solemos decir en casa, Lenie ya no volvió a molestarme y en cambio se ha dedicado a enseñarme el mundo nuevamente.
A veces extraño la forma en cómo me molestaba o cuando me sacaba la lengua luego de una broma, pero con el tiempo he llegado a acostumbrarme a que ya no tendremos esa relación nunca más.
— ¿Están listos?—preguntó mamá a la salida de la casa.
En el momento preciso en que abre la puerta me congelo. El olor del ambiente externo y el ruido de afuera me perturban de una manera que no logro dominar del todo. Mamá pasa su brazo alrededor de mis hombros y me relajo con la calidez de su abrazo. Comienzo a moverme lentamente, Lenie me ayuda a subir a nuestra van y siento como el vehículo comienza a moverse.
La fresca brisa inunda el auto y trato de relajarme lo más que puedo. Luego de un año en esta pesadilla, tal vez debería haberlo superado, en todo caso, no es la primera vez que salgo a la calle. Ya lo había hecho antes, cuando fui a ver a mi médico y también cuando voy una vez por semana al consultorio de Asuna. Por supuesto, ya son gente que conozco y tengo cierta confianza en ellos, pero esta gente del grupo de apoyo son unos completos desconocidos y eso me hace sentir escalofríos.
— ¿Quieres que ponga música?
—No, estoy bien.
Nunca escucho música ni en el auto ni en ningún otro lado, me lo recuerda a él. La primera vez que lo vi escuchaba una canción de Aerosmith, Crazy. Llevaba una chamarra de cuero negra, pantalones de jeans desgastados y una playera blanca. Por más que trato de recordar su rostro no puedo, siempre tengo imágenes distorsionadas en mi cabeza de cómo lucía. Lo único que recuerdo con gran claridad es la mirada azul que me hizo caer en su red.
El retrato que había dibujado para la clase del profesor Kamoi había sido extraviado por el servicio de entregas y nunca había llegado a su destino, mientras que el dibujo que había hecho en mi cuaderno se había convertido en cenizas junto con el cuaderno mismo. Por eso la policía nunca pudo dar con él, no había rastros de su ADN en mi cuerpo, ni una sólo pista o fotografía suya y yo no podía terminar una descripción suya por las lagunas en mi cabeza. Eso fue algo que Asuna me dijo que era normal en mi estado, el trauma que había sufrido me impedía reconocer su rostro. Autoprotección.
—Selene, las imágenes se agolparán en tu cabeza y posiblemente no puedas ver con claridad su rostro, pero no te atormentes, cuando te liberes a ti misma y te perdones por haber confiado en él, entonces podrás aclarar los borrones de tu mente y verlo con claridad.
—Creo que verlo no es una opción para mí doctora Mei. —en ese momento aún estaba ciega.
—Sabes que médicamente no hay impedimento para que vuelvas a ver.
—Sí, sí, ya sé, el problema está en mi cabeza, me he escudado en mi ceguera para no tener que salir al mundo.
—Selene, no lo puedes tomar a la ligera. Aún eres joven, debes volver a vivir.
—No lo tomo a la ligera doctora Mei, es usted quien no entiende que yo ya estoy muerta en vida.
—Yo te veo aquí, conmigo. Puedo sentir tu corazón palpitar en tu cuerpo.
—Sí, tiene razón, mi corazón se niega a dejar de palpitar aunque es lo que deseo, que esté igual a mi alma, muerto.
Esa terapia terminó como todas las otras que ya había tenido, por supuesto hasta que recobré la vista como por arte de magia, pues a decir verdad nunca me he perdonado por haber sido tan confiada. Y por eso ahora me obligan a ir a este grupo de apoyo para personas que han pasado por experiencias traumáticas, en otras palabras, para víctimas.
Lo que ellos no entienden es que no se trata de una simple experiencia traumática. Aquel día en que subí a su auto, aquel día en que él me penetró de forma violenta por primera vez, aquel día en que me golpeó porque no supe cómo complacerlo, ese día, en ese instante, yo morí.
Eso no lo comprendía nadie más que yo. Era yo quien había vivido la pesadilla, yo quien a pesar de haber logrado escapar con vida no lo recordaba. Había una bruma que envolvía mi mente y me impedía reconocer su rostro. Y al no haber rastros de su ADN en mi cuerpo; la policía había cerrado el caso sin resolver y mis padres me habían recluido en una especie de sanatorio, el cual era dirigido por la doctora Asuna, para así intentar sanar las heridas de mi frágil mente.
—Llegamos. —Me anunció mi madre después de media hora de camino de haber dejado a Lenie en el colegio. —Estarás bien, ya lo verás.
—Eso lo dices tú.
—Selene, no hagas las cosas más difíciles.
—Bueno, vamos y terminemos con esta tortura.
Mamá bajó del auto y me ayudó a bajar. Me apoyé de su brazo con mi mano izquierda, mientras entrabamos al edificio blanco y reluciente. Una mujer pelinegra nos recibió, demasiado animada para mi gusto, pero ya esperaba que esto fuera así. Tomamos el ascensor y pronto estuvimos en la segunda planta, según lo que nos indicó la recepcionista, allí se llevaría a cabo la sesión.
Mamá se mantuvo todo el tiempo tomada de mi brazo hasta que tomamos asientos una junto a la otra. El ruido afuera del salón me indicaba que las personas poco a poco iban llegando, luego los vi entrar por la puerta de vidrio y tomar asiento en los espacios disponibles. Por un momento comencé a sentirme sofocada, las multitudes producían ese efecto en mí, nunca sabías a quién te encontrarías en una multitud, eso yo lo sé muy bien, literalmente lo tuve que aprender a golpes.
De pronto se hizo un silencio en el salón. Fue allí cuando escuché su voz, que viajaba cálida, dulce, serena por todo el ambiente.
—Bienvenidos y bienvenidas, para los que no me conocen mi nombre es Derian Shield. Quiero que se sientan a gusto, que se relajen. Aquí no estamos para juzgar a nadie, ni para burlarnos de lo que les ha acontecido, sólo queremos oír lo que tienen que decir. ¿Quién quiere ser el primero?
Miré cómo mi madre lentamente soltaba el agarre de mi mano y en silencio recé para que no fuera a levantar su mano.
—Sí, la señora de la blusa amarilla.
—Mi nombre es Isuno Kino. —Dijo mi madre y por un momento sentí deseos de matarla—Mi hija—dijo tomando mi brazo—es Selene Kino.
—Bienvenidas, por favor, siéntanse cómodas en hablar.
—Bueno, hace un año mi hija apareció en el hospital prácticamente agonizando y desde entonces ella no ha sido la misma.
Lo que hasta ahora habían sido unos cuantos sollozos, de pronto se convirtió en un gran llanto. Me quedé en silencio con los ojos fuertemente cerrados. Alguien al lado abrazó a mamá y la consolaba, mientras yo podía sentir que las miradas se habían vuelto hacia mí. Entonces él habló una vez más.
—Selene, ¿hay algo que quisieras decirnos?
Su voz traspasaba todas mis barreras, en cuanto dijo mi nombre el muro que había edificado alrededor mío para que nadie viera mi fragilidad se cayó. Sentí verdadero pánico.
—Estamos aquí para ayudarte, Selene, pero si no quieres hablar no te forzaremos.
—No. —Me sorprendí a mí misma—Sí quiero decir algo.
Fueron más intensas las miradas en mí, lo podía sentir aunque no me animaba a verlos, alguien como yo sabía exactamente cuándo otra persona lo mira de esa manera, con el tiempo te acostumbras a provocar esa reacción.
—Adelante entonces.
Tomé valor y me empecé a levantar. Yo quería hablar, quería decir que no necesitaba su lástima, quería decirles que ninguno tenía derecho de hablarme como me hablaban, quería decir que mi mamá no tenía derecho de llorar, no, ahí la única persona que podía sentirse mal y llorar por mi historia, era yo.
—Mi nombre es Selene Kino, —dije poniéndome en pie—y antes de aparecer agonizante en el hospital estuve cautiva durante dos meses. —de repente el silencio se me hizo abrumador pero aun así seguí—Hace un año, mientras iba a mis clases de arte, conocí a un hombre. No era mucho mayor que yo, aunque en realidad ahora no lo podría decir porque no recuerdo la forma de su rostro, pero en ese momento me pareció que tendría unos 27 años, tal vez más. Él estaba al otro lado del parque mientras yo lo dibujaba, sentada debajo de un árbol de cerezo.
Al recordar aquellas escenas comencé a temblar, lágrimas que había contenido por largo tiempo empezaron a manar de mis ojos como lluvia, no lo podía detener. Vino a mi mente el recuerdo de Sergei pidiéndome que lo dejara acompañarme a casa. Esa era la escena que recordaba con mayor frecuencia, porque si tan sólo hubiera aceptado, si tan sólo le hubiese dicho que sí, mi historia sería diferente. Pero lastimosamente para mí los "hubiera" no existen y mi historia sí ocurrió. Volví a la realidad y continué.
—A partir de ese momento empecé a verlo seguido a la salida de las clases. Sabía que no era correcto, que él era un completo extraño del cual no sabía absolutamente nada, pero había algo en él que me transmitía confianza. Me equivoqué. Nuestros encuentros se habían limitado a sentarnos debajo de unos de los árboles de cerezo a hablar, prácticamente de lo que me gustaba, la universidad a donde iba, mis horarios, él siempre quería saberlo todo de mí. Yo me sentía especial, él me hizo sentir especial, digo, era un chico mayor que se fijaba en una muchachita tonta de 21 años.
— ¿Qué sucedió entonces, Selene?—preguntó el doctor Shield al ver que yo guardaba silencio por largo rato.
—Él me invitó a ir con él. Nunca antes había ido sola con ningún chico a alguna parte a pesar de mi edad, ni siquiera con él, pero ese día me atreví a acompañarlo. Me subí a su coche y dimos varias vueltas a gran velocidad hasta que comenzó a anochecer. Le pedí que me llevara a casa ya que mis padres podrían estar preocupados, pero él me pidió que lo acompañara a un último lugar. Mi mente me decía que debía negarme, pero a pesar de esa sensación de peligro fui con él. Llegamos a un mirador y aparcó el auto. Vimos las estrellas en silencio por largo tiempo y luego él alargó su brazo para pasarlo sobre mis hombros. Me fue acercando a él hasta que nuestros labios se encontraron.
Mis lágrimas fueron aún más fuertes llegado a este punto, veía las escenas en mi cabeza y le decía a la Selene de mis recuerdos que huyera, que dijera que no, que se fuera a casa. Pero ella no me oía, ella no me veía, ella sólo tenía ojos para el chico que estaba frente a ella, aquel al que ella sí podía ver pero yo no.
—Podemos parar si quieres, no tienes que hacer esto. —dijo el doctor Shield viendo el estado en el que yo estaba.
—Por un momento el beso fue tierno. —Ignoré sus palabras y continué—Luego se tornó demasiado pasional.
.
—Por favor detente.
— ¿Por qué princesa? ¿No lo estás pasando bien?
—No, ya no quiero.
—No me puedes hacer esto princesa, mira como me tienes.
.
—Él tomó mi mano y la bajó hasta su entrepierna, haciéndome sentir su erección. Yo traté de jalar mi mano, de no tocarlo pero él era más fuerte que yo.
.
—Por favor déjame ir.
— ¿Así que eres de las que calienta la comida y no se la come? Conmigo no lo harás.
.
—Fue la primera vez que me golpeó, —dije reviviendo ese momento—luego no supe nada más. Cuando por fin desperté estaba en una cabaña sucia y parecía abandonada. Traté de incorporarme pero tenía una de mis manos amarradas a los barrotes del catre de acero en el que estaba acostada.
.
—Veo que al fin despertaste.
— ¿En dónde estoy?
—Estás en tu palacio princesa, ¿te gusta?
—Por favor, llévame a mi casa.
—Esta es tu casa a partir de ahora.
.
—Él se acercaba lentamente hacia mí, quitándose la ropa, mostrando su cuerpo desnudo. Instintivamente cerré los ojos, pero entonces sentí el golpe de su mano en el rostro, seguido del sabor metálico de la sangre en mi boca.
.
— ¡Mírame! Quiero que me mires, siempre.
.
—Con una navaja rompió mi ropa y la hizo tirones. Cada vez que yo cerraba los ojos recibía otro golpe. Se quitó la playera y bajó el cierre de la cremallera de su pantalón, él se recostó a mi lado y empezó a besar cada parte de mi cuerpo. Yo lloraba y lloraba, pero eso no lo detenía, incluso parecía excitarle. Luego se colocó sobre mí y me abrió las piernas bruscamente, sin ningún tipo de compasión arremetió contra mí, enterrándose en las profundidades de mi sexo. Grité.
.
—Mmm, hacía tiempo que no tenía una virgen. Mírame, —seguía—No te atrevas a dejar de mirarme, ¿no querrás que te golpeé?
.
—Abrí los ojos ampliamente y le dije que no con la cabeza. Por más que lloraba y gritaba, le pedía que se detuviera no lo hizo. Luego de violarme la primera vez creí que me dejaría ir, pero en cambio me tuvo con él durante dos meses, cada día era una nueva paliza, una nueva forma de forzarme a ser suya. Una y otra y otra vez me penetró salvajemente hasta que caía en la inconsciencia, para después despertarme a golpes porque él quería que lo mirara. La última vez que vi su rostro me dijo que se había cansado de mí y que era momento de conseguirse a otra. Me sentí feliz, no porque pensara que me dejaría ir, sino porque sabía que me mataría y que acabaría con todo. Entonces desperté en el hospital y no podía ver.
La habitación era un silencio completo, nadie emitía ni un solo ruido, sólo podía escuchar los latidos desbocados de mi corazón dentro de mi pecho.
— ¿Ahora lo entienden?—volví a decir—Yo no puedo volver a ser la de antes, no cuando Selene Kino murió hace un año en esa cabaña.
Caí al suelo de rodillas, temblando, queriendo morir como en cada una de las ocasiones que me despertaba en mi cama luego de que el recuerdo de sus manos en mi cuerpo y su aliento mentolado me provocara otra pesadilla. De pronto sentí sus brazos alrededor mío, la sensación cálida me envolvió, una sensación ya conocida. El doctor Shield me abrazaba fuertemente contra su pecho y podía aspirar el aroma de su cuerpo, sentir su tibieza.
—Tranquila, Selene, estoy aquí, estoy aquí.
Sus palabras me tranquilizaron. Levanté los brazos y me aferré a su cuello como si fuera mi salvavidas. Lloré, como lo hacía cuando estaba sola porque no me gustaba que mi familia me viera de esa manera; y con cada lágrima que derramaba me acercaba más a él, su aroma de verbena envolvía mis sentidos. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí segura, total y absolutamente segura.
Luego de mi pequeño momento de drama en el grupo de apoyo, mamá se acercó para hablar con el doctor Shield y darle las gracias. Él insistió en que volviera la siguiente semana y aunque no le garanticé que lo haría, se despidió de mí con un hasta pronto.
La verdad es que no la había pasado tan mal, sin contar mi momento, el resto de la sesión había resultado de cierta forma reconfortante; pero eso precisamente era lo que me daba más temor. Me recordaba que al igual que él, ellos podían entrar en mi vida y parecer buenos, para luego atacarme en el momento de mayor vulnerabilidad. Ahí residía mi inseguridad, por eso no quería ir, para no permitir que nadie se acercara a mí lo suficiente como para hacerme daño.
Por supuesto, para Asuna esto también impedía que hiciera amigos verdaderos y por ende una vida, pero ella no sabe lo que es sentir el temor de la misma forma como yo lo siento.
— ¿En qué piensas?—preguntó mamá luego de unos minutos en silencio.
—En nada.
Mi respuesta no le convenció y decidió atacar de otra forma.
—Creo que el grupo estuvo bien.
—Sí, estuvo bien. —repetí.
—Selene, —el tono áspero de su voz me dijo que vendría una reprimenda—debes de darle una oportunidad a la gente, no todos te harán daño.
—Lo sé... sólo que me es difícil.
—Te entiendo cariño pero...
—No mamá, no lo entiendes, deja de decir que lo haces porque no es así... no fuiste tú quien estuvo en esa cabaña.
Apenas las palabras salieron de mi boca me arrepentí. No podía culpar a mamá de lo que me había sucedido, y tampoco podía culparla por intentar hacerme salir de mi propia pesadilla.
—Lo siento. —le dije, luego de un silencio respondió.
—Tu padre y yo estuvimos viendo algunas universidades a las que podrías ir. Necesitas comenzar a desenvolverte de manera normal y creo que sería bueno para ti volver a estudiar.
—Mamá yo...
—No respondas ahora. Sólo piénsalo, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
No lo podía comprender. ¿Será que no había forma de que mis padres entendieran que yo ya no tenía una vida?... De repente el aroma de verbena del perfume del doctor Shield vino a mi mente, podía escuchar su voz claramente diciéndome que estaba allí. Entonces sentí los deseos de poder mirar otra vez su rostro, grabar a fuego sus rasgos en mi memoria.
Tomé una nota mental... volvería al grupo de apoyo, yo debía mirarlo otra vez, no sabía por qué pero lo necesitaba. Necesitaba memorizar sus rasgos, yo tenía la necesidad de saber quién era Derian Shield.