Capítulo 5

1679 Words
Era domingo y Sofía se levantó más temprano que nunca, estaba empezando a creer que sus súplicas habían sido escuchadas y que pronto iba a poder sacar a su madre de esa casa, dónde tanto sufría por la rigidez de su abuela. Estaba muy entusiasmada porque Alberto, le dijo que iría a misa sólo para verla, aunque sea de lejos y eso la entusiasmaba mucho, al menos ver una cara conocida, que no fuera la de las santas señoras que iban todos los domingos a misa. Ayudó a su madre a preparar el chocolate de los domingos y acomodó el pan en una charola, salieron justo a tiempo para llegar a la iglesia antes de la última campanada y como siempre, se sentaron lo más cerca posible de doña Juana, que saludó a Catalina con una leve inclinación de cabeza, ya que el padre estaba entrando y la estudiantina ya había comenzado a tocar la melodía de entrada. Discretamente, Sofía volteó a ver hacia la gente que todavía llegaba corriendo, para ver si veía a Alberto, pero no estaba, suspiró y entendió que su amigo no estuviera acostumbrado a levantarse temprano los domingos. La misa transcurrió como todos los días, pero esta vez el sacerdote enfatizó en el sermón sobre el amor a la familia y el perdón al prójimo, “quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra” Sofía, miraba a su abuela y se preguntaba si realmente entendía lo que estaba diciendo el padre y cómo era posible, que una mujer como ella, fuera tan cruel con su propia hija, pero luego se arrepentía y le pedía perdón a dios, por juzgarla tan duramente. Después de la misa corrió al confesionario, quería ser la primera en confesarse, para ponerse a repartir el chocolate. —Ave María Purísima. —Sin pecado concebida padre. —¿Qué tienes hoy para decirme Sofía? —Solo quiero decirle que estoy muy contenta porque mañana iré a una entrevista de trabajo padre, mi abuela va a darme permiso de trabajar en la textilería Ferrer. —¡Vaya! Me da gusto que a Catalina, la haya iluminado el señor. —Además de eso, hoy si tengo un pecado que confesar padre, un amigo del colegio, me regaló un teléfono móvil, para poder hablar con él y con su hermana, ahora que ya terminaron las clases, y yo, lo he mantenido oculto, de mi abuela y de mi madre —Ay hija mía, a lo que te ha orillado la intransigencia de tu abuela, quisiera decirte que mentir es un pecado, pero en este caso, digamos que ocultar la verdad sería un pecado venial, causado por la rigidez en la que vives. —¿Estoy haciendo algo muy malo padre? —Anda, cada que uses ese aparato, reza un padre nuestro y tres aves Marías. Y que dios nos agarre confesados a los dos, si Catalina se entera de que tienes un teléfono. Yo te absuelvo de tus pecados, ve con dios. —¡Gracias padre! Salió corriendo para comenzar a repartir el chocolate, ya su abuela, había comenzado a repartir el pan, estaba terminando de repartir cuando vio a Alberto, estaba recargado en una columna, junto a la puerta de la iglesia. No pudo evitar sonrojarse cuan él, la saludó con la mano, ella solo le sonrió, Catalina parecía tener ojos en todos lados y no quería que la sorprendiera intercambiando sonrisas con un muchacho. Doña Juana la sacó de sus pensamientos: —¡Sofía! No olvides que mañana debes ir a la textilería, llega muy temprano y no olvides llevar una solicitud de empleo. —No se preocupe doña Juana, yo me encargo de que no le quede mal. —Eso espero, mi yerno es muy exigente con sus empleados. Se dio la vuelta, tan altanera como siempre y se fue, Sofía suspiró, por un momento pensó que la iba a delatar, porque estaba segura de que la había visto saludar a Alberto. Cuando terminaron de repartir, Catalina comenzó a caminar hacia la plaza, era día de tianguis y había que comprar las frutas y verduras para la semana, Alberto, compró una flor y caminó durante un rato delante de ella, para no despertar sospechas, en cuanto vio que doña Catalina estaba distraída, colocó la flor en el piso y se alejó lo suficiente. Las tres mujeres continuaron caminando, Sofía recogió la flor, fingiendo que no sabía a quién se le había caído. —¡Mira mamá! Alguien a dejado caer una flor, pobrecita, la van a pisar y está preciosa —dijo en voz alta, — la llevaré para ponérsela a la virgen en mi habitación. Catalina vio la flor en el piso y afortunadamente no se dio cuenta de nada, la chica le dijo adiós a su amigo cuando comenzaron a caminar hacia su casa y aspiró el aroma de la flor como agradecimiento. —Vengo rendida, apúrense con sus quehaceres que después de comer iremos con doña Jovita. —¿Con doña Jovita? —Sí, compraremos telas para hacerle algunas blusas y faldas a Sofía, no puede ir al trabajo todos los días con la misma ropa, que van a pensar los Ferrer. A Sofía no le entusiasmó la idea, porque, aunque le hicieran ropa nueva, no la dejarían usar colores alegres, ni tampoco ropa un poco más moderna, pero saldrían a la calle otra vez por la tarde y eso si iba a disfrutarlo. Corrió a su habitación para poner la flor en agua antes de que se marchitara y luego hizo sus deberes, ya cada vez faltaba menos para ir a la textilería, estaba contando las horas y los minutos. Después de la comida, salieron rumbo a la tienda de telas, doña Jovita vendía retazos de telas que compraba en los grandes almacenes de Puebla y en algunas ocasiones, tenía unas muy hermosas, pero Catalina, elegía lo peor que encontraba, los colores más oscuros, las telas más tristes y por supuesto no la dejaba escoger nada a ella. Se llevaron una tela gris, una tela azul marino, una verde y una negra, afortunadamente la señora, convenció a Catalina, de comprar colores claros para las blusas, perla, azul cielo y rosa pálido; Lucía, eligió botones y encajes para cuellos y mangas. Sofía, solo podía ver hacia la calle, y a las personas, no había nada que disfrutara más que salir a la calle. Esa noche no pudo dormir por la emoción, lo único que le preocupaba, era que seguramente su abuela iba a llevarla a la entrevista, pero esperaba que no fuera ser impertinente y que eso no afectara la decisión de contratarla. Como no podía dormir, sacó su diario para escribir. [«Querido diario, hoy me hizo muy feliz ver a Alberto, la flor que me regaló se la puse a la virgen, para pedir que interceda por mí, sé que dios me va a conceder el milagro de conseguir ese empleo»] Se quedó dormida, pero despertó más temprano que de costumbre, se duchó y se vistió para ir a misa de seis, la hora de entrada en la fábrica era a las ocho, así que le daba tiempo regresar de misa y desayunar antes de irse, ya que quedaba muy cerca, apenas a cuatro calles caminando. Ese día le confesó al padre lo de su cita con Alberto, el padre le aconsejo que tuviera cuidado, y que no fuera a caer en la tentación de aceptar ser novia del muchacho solo por huir de su casa, pero Sofía, tenía eso muy claro, ella no iba a cometer los mismos errores que su madre. Regresaron a desayunar y apenas terminaron, su abuela, le dijo que se preparara, que ella misma la iba a acompañar, por supuesto, Catalina midió el tiempo que hicieron caminando de su casa a la textilería, veinte minutos exactos, eso era lo único que tenía permitido tardarse de regreso a casa. Llegaron muy temprano, quince minutos antes, de la hora de entrada de los empleados de la fábrica y el policía les dijo que la hora de entrada de los empleados de la oficina, era a las nueve, así que se sentaron en el parque de enfrente, en esa hora, Sofía recorrió el parque con la mirada, disfruto del paisaje de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl que se veían esplendorosos desde ese lugar. Faltaban veinte minutos para las nueve, cuando un lujoso automóvil llegó, el policía abrió el portón de par en par. —¡Buenos días señor Ferrer! —Saludó y el hombre dentro del auto lo saludó con la mano. Sofía estiró el cuello para ver si lo veía, pero no pudo verlo, diez minutos después comenzaron a llegar los empleados, Catalina los observaba a todos, quedó complacida porque la mayoría eran mujeres y los pocos hombres, eran mayores, así que su nieta no corría ningún peligro. Sofía suspiró y comenzó a sudar de nervios y de emoción cuando vio llegar a una señorita, de unos veintisiete o veintiocho años, un poquito pasadita de peso, morenita y con el cabello teñido de rojo. —¡Buenos días Señorita Mabel! Ya llegó el jefe, ahora le ganó. —Buenos días Audifas, voy corriendo, comenzarán a traer solicitudes de empleo, las pasa a recursos humanos por favor. —Vamos niña, traemos la referencia de la señora Juana, así que nos recibirán. Caminaron hasta el policía, Sofía iba a saludar, pero su abuela se le adelantó. —Venimos de parte de doña Juana, mi nieta trae la solicitud de empleo, nos dijo que preguntáramos por la señorita Mabel. —¡Permítame su solicitud por favor! Yo la entregaré a recursos humanos. —Es que usted no entiende —dijo Catalina molesta —Doña Juana dijo que la señorita Mabel nos atendería inmediatamente. El policía suspiró y llamó por teléfono, Catalina le dio el papel donde doña Juana había escrito que Sofía era su recomendada. Después de esperar unos minutos, el policía les anunció. —Dice la señorita Mabel que pase la señorita Sofía, el señor Ferrer la va a recibir […]
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD