EL SOY YO

Alek abrió perezosamente los ojos ámbares que poseía y lo primero que atino a ver fue el despertador, aún no era hora de levantarse, una vibración fuera de lo normal le hizo salir de la cama e ir hasta la puerta, vio a Erick golpeando la puerta con una fuerza casi descomunal y sonrió, era su mejor amigo y desde que hace un tiempo le quitó la copia de llaves de su departamento busca la forma de sacarle de quicio. -ya abre la pinche puerta si ya se que estas ahí –como respuesta Alek sonrio y abrio con desgano para chocar con la mueca de disgusto que Erick dibujaba en su rostro -Erick qué milagro, ¿que te trae por aquí? –Erick borro el gesto huraño que ocupaba su rostro para hacer una mueca que terminó en una gran sonrisa -he conocido al amor de mi vida, es perfecta Alek –el castaño solo atino a rodar los ojos y arquear las cejas mientras veía la cara de ilusión de su amigo –deberías verla, es preciosa, tiene unos ojos que… y un cuerpo… y su cabello es…y es que sus labios son… -si seguro con esa descripción podría reconocerla en la calle –el sarcasmo era fácil de reconocer en su voz -Alek ¡vamos! Hoy habrá una fiesta y… ella estará ahí, así que tu y yo iremos, nos divertimos y me ayudas como en los viejos tiempos –Alek le vio con desconfianza -¿Cuántos años tiene? –era un tanto fácil adivinar qué respuesta emitirá Erick, a pesar de ser los mejores amigos eran muy distintos -¡oh vamos! Es mayor de edad, tiene 18 -Erick te das cuenta que tienes 28 años verdad, es una niña ¿donde le has conocido? –Erick chasqueo un poco la lengua antes de dar su respuesta -la conocí en jewerly –aun no podía borrar la ilusión que dibujaban sus ojos -debe ser una chica con una buena posición –claro debía serlo, tomando en cuenta que jewerly es una de las joyerías más finas y caras del mundo -en realidad es la recepcionista del lugar –no, Erick jamas cambiaria, Alek soltó un suspiro de resignación –pero Alek me he enamorado, igual que tu, ¿lo recuerdas? –Alek no evitó reír de buena gana, él nunca se había enamorado y de hecho se había convencido de que el amor era algo así como la isla de las bermudas, nadie sabía si en realidad existía y eran contadas las personas que alguna vez pudiesen asegurar haberla pisado -el amor no es algo real Erick, además no creo que tu y yo nos veamos muy bonitos en una fiesta de chamacos, y para terminar hoy debo ver a Carolina -¿Y ya lo sabe tu futura esposa? –Erick sonrió de manera malévola -Samanta está consciente de que no soy un hombre fiel -¿y está consciente también de que su futuro esposo es un mujeriego empedernido? –replicó Erick exagerando un poco –¡hey! 365 mujeres al año es un récord amigo –Alek rodó los ojos, la verdad es que los números eran demasiado altos y de cualquier forma a Samanta no le importaba mucho y si le importaba jamás se lo diría -¿Qué tal si haces el desayuno, mientras me baño y lo pienso? –como respuesta Erick avanzó pesadamente hacia la cocina Y si, Erick y Alek eran de verdad distintos, ellos jamás se parecerian en algo, pero esa era quizá la magia de su hermandad, ya que ellos no consideraban su amistad a la ligera, para ellos, el destino les había unido los caminos porque eran hermanos, se habían conocido en circunstancias adversas para ambos, se habían apoyado y habían logrado salir adelante juntos, por eso ahora que habían obtenido el éxito lo único que consideraban real y verdadero, era su amistad Tendrían tan solo 13 años cuando se conocieron Erick solía ser el popular de la secundaria, todas las chicas suspiraban por él, Alek era el chico rebelde que se metía todo el tiempo en líos, en ocasiones bastante graves como para pasarlos por alto. Erick era un chico amable y caballeroso, en cambio Alek era siempre grosero, sin embargo muy en el fondo era un romántico, pero ese era un secreto que ni siquiera Erick se atrevería a revelar. Ambos eran abogados, ese también fue un azar del destino, porque si bien ellos no eran hermanos, si eran familiares lejanos, todos en la familia habian estudiado leyes, Alek no quería, pero la presión y las súplicas de Erick le resignaron, si Alek se dedicaba al negocio familiar, él tendría la libertad de seguir sus sueños, así que por su parte siguió sus ideales, probó suerte como escritor y fracaso por lo que dos años despues, tambien se unio a la escuela de leyes. Los dos tuvieron su dosis de realidad cuando decidiendo marcharse a Ciudad A a probar suerte, no tenían mucho trabajo por hacer, para cuando Erick terminó la carrera, Alek tendría un pequeño despacho que le proveía lo suficiente para subsistir, con los años, la dedicación y el esfuerzo, su trabajo comenzó a rendir frutos, ahora ellos eran la firma de abogados más importante en la ciudad y encabezaban la lista de casos ganados en el país, aunque ellos solían decir que aun les faltaba camino por recorrer. -Alek eres peor que una vieja ¡ya sal del baño! –Alek dejo que el agua enjuagase sus pensamientos, se cambió y se dirigió a la cocina -¡Qué asco! Ya entiendo porque no te casas –dijo probando un bocado del desayuno que Erick había preparado -me casaré con esa chica, ya lo veras -el tema me tiene arto, vamos le prometí a Samanta que vería las vajillas con ella Samanta era una chica hermosa, con facciones finas, alta, morena, de cuerpo escultural, sus ojos color azul le hacían parecer una chica de cuento, era única en el mundo; para Alek no era más que su futura esposa, sin comprender realmente el significado que ese concepto por sí mismo ameritaba. Era la hija de un empresario de bienes raíces, más podrido en billetes que cualquier narcotraficante, Samanta y Alek se habian conocido seis años atrás mientras él estudiaba la universidad, ambos coincidieron en una conferencia y a partir de allí Samanta no se separó de él, con el tiempo Alek le tomó cariño, comenzaron a salir y aunque Alek jamas se habia considerado enamorado, pensaba que no habria mejor candidata que Samanta para ser su esposa, después de todo estuvo con él cuando no tenía nada, por ello en menos de un mes contraerian matrimonio.