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El grito del Sur - Destino de reyes

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Ser la Reina…

Aceptar el engaño…

Olvidar el dolor que por años marcó mi vida…

Perdonar…

Perdonar, olvidar, aceptar todo, porque soy la reina… Pero también soy humana, y a pesar de todo aun lo sigo amando. Duele la traición, sin embargo, todo tenía un propósito y el nuestro iba más allá, teníamos un legado que reconstruir. En el pasado lo destruimos por nuestros tontos egos, no podíamos cometer los mismos errores, ahora no solo Alma sufrirá, la Tierra también lo hará. Pero había tanto por arreglar.

¿Podemos hacer a un lado los odios, los celos, los miedos y nuestras propias inseguridades por un fin mayor? De no hacerlo, perderemos. Todo dependerá de nosotros ya que el fin llegó.

Confió en la esperanza depositada en mí por la Energía… Porque no era defender un amor, era hacer lo correcto. Era la reina… miles de corazones esperaban un cambio de mi parte… Como si la misma tierra añorara dicho grito.

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Capítulo 1 - Humillación (parte 1) – El grito del Sur
¡Soy el rey! La Energía me había prometido que no sufriría más, y desde el descubrimiento de que me había casado con la mujer destina para mí, con Mycalyna, mi mujer desde hace tres mil años, mi vida volvió a encajar. «Por favor, Energía… me prometiste que tendría mi recompensa después de cumplir la misión de infiltrarme en la élite de Procyxon». ¡Ahora debo pasar tal humillación! ¡SOY EL REY! —Tenía tantos sentimientos encontrados. Varias cosas pasaron a mí alrededor, los rostros pasaron en cámara lenta. Mi esposa o tendré que decir ¿mi exesposa? Me dejó… Sí, eso fue lo ocurrido hace un momento, me dejó humillado en frente del pueblo. ¡¿Qué irrespeto era ese?! ¿No aprendió a ser almana? Todo era un caos, el planeta volvió a desestabilizarse, ahora era por culpa de la mujer que amaba… Seguía inmóvil con el anillo de matrimonio en la mano. Y la altivez de Yelena se revivía una y otra vez. «Ja, Ja, Ja, ¡qué ridículo hiciste!, te lo advertí, te dije que me dejaras a mí llevar el control» —¡maldito demonio! «¡Cállate!» Volví a enviar al demonio al fondo de mi ser, ¿hasta cuándo tendré que compartir mi cuerpo con este ser?, aunque… en ocasiones fue de ayuda, pero ya no volveré al Norte, no tenía que fingir ser otra persona. Ya no lo necesitaba, el problema era que ¡no sé cómo quitármelo! Debía tranquilizarme, hablar con la Energía. Sí, eso era… ¿Por qué su nivel de energía era igual al mío? ¿Ahora qué pretende?, si pienso… no, ¡no debo pensar una mierda!, ¡fue irrespetuosa! Y si era así… ¿Por qué me dolía y sentía mi alma desgarrada?, un puto ardor se formó en la boca del estómago. Soy el rey, ¡el rey!... Sin embargo, me dejaste, se suponía que me amabas, por ocho años lo hiciste, en cuatro días ¿dejaste de hacerlo? Un agudo dolor explotó por dentro. Se cumplió mi mayor temor. ¿Se habrá dado cuenta del demonio en mi interior?, me dejó, me abandonó. Sentí que el aire se extinguía para mí, no podía respirar, ¡ya no sentía amor! Toqué mi anillo, las manos seguían temblando, ella aún me ama… no pudo dejar de hacerlo tan pronto, no ella. Pero el anillo salió del dedo sin ningún problema, mi alma se quebró, hasta el demonio se apiadó y se hizo a un lado… ojalá pudiera matarlo. El muy cobarde se alejó por el momento, ahora que una vez más lo necesitaba se acobardó, todo acto de amor lo apabulla, por eso odiaba a Yelena. Cuando él toma el control de mi cuerpo no sentía nada. Y hoy él también se fue, y lo hacía por miedo y venganza, me dejó con el dolor que jamás había sentido, hace ocho años la esperanza del amor de Yelena me sostenía, pero ahora no tenía ese apoyo. —caí de rodillas y no me importó demostrar debilidad, grité, dejé sacar un poco el sentimiento de dolor, rabia, burla, humillación, el cual desgarraba el pecho. Para los ojos de las personas era un ser miserable, no tenía nada más que darles la razón. En ocasiones había dado a entender cuán desalmado, frío y arrogante podía llegar a ser. Pero debía hacerlo, era necesario, un tiempo estaba dispuesto a dejar todas mis responsabilidades por amor a ella y ahora… cuando creía tener la felicidad por fin, ¿vuelves a ponerme otro obstáculo?, ¿me pones otra prueba? ¡¿Te parece justo?! Mi hermano tocó mi hombro. Alcé la mirada, solo se encontraban los miembros de cada élite. El resto de la gente se había retirado, ni cuenta me había dado, el abuelo hablaba con los padres de hace tres mil años de Mycalyna y Maxalayny. Ellos en varias ocasiones había solicitado el permiso para acercarse a las jóvenes que tienen el alma de sus hijas. No quiero pensar… —Kaus, levántate. —Naus, Yelena me dejó- Fueron mis palabras, el dolor del pecho me estaba ahogando y asfixiando. Mi abuela y madre se acercaron. Recordé la conversación de ellas unos años atrás, lo pronosticaron, me dijeron lo que pasarán en este momento, en especial la abuela. Sus palabras volvieron a mí, el recuerdo de esa conversación cuando descubrí quién era la Reina del Este. Esa vez llegué al Oeste sin previo aviso, tenía estipulado ciertos días y si se presentaba alguna novedad debía comunicarme de manera telepática con mi abuelo. Pero lo descubierto era de vida o muerte, Larry me acompañó, a pesar de que aún andaba sumergido en su propio problema. Ingresé a la sala de mando, con el traje de rey, la gabardina hasta los tobillos y con el grabado de la corona en el pecho, era agradable poder ser quien era. Se sorprendieron al verme llegar, —mi madre cada vez que nos veía quería correr a abrazarnos, pero estábamos en la élite, no deseaba un sermón del abuelo y de nuestro padre, ahora tenía problemas más grandes que las tonterías de afecto. A futuro trataré de mejorar un poco ciertos temas, y he de reconocer que estaba en lo último de la lista, por ahora lo importante era lo que recién descubierto y ¿por qué ellos me lo ocultaron? —Solo en casa era donde le permitía a mi madre demostrarme algún tipo de afecto. Aunque, desde la llegada de Larry, él era más afectivo con ella. Fue él quien se le acercó para abrazarla y le dio un beso en la frente, hasta solía cargarla en algunas ocasiones, ganándose los llamados de atención de nuestro padre. No podíamos hacer nada, al ser criado en la Tierra fue educado con esas costumbres afectivas. —¡Naus! —llegó el llamado de atención de Unukalhay, papá podía llegar a ser severo. —Lo siento padre, pero tenía varias semanas de no ver a mi bella madre. Dicho esto, la cargó y ella sonrió, desde su regreso hace ocho años sentía que era mucho más feliz, esa tristeza oculta en su alma sanó un poco, al igual la abuela. Ellas no eran felices, tenía esa sensación de que hace mucho no lo eran. El haber conocido a Yelena me humanizó un poco, o tal vez más, de lo que yo hubiese deseado, al menos lo contuve y nadie sabe lo que en el fondo deseaba. —¿Qué hacen aquí? —Jupnuo me miraba con severidad. —Puedo entrar en mi mundo cuando lo desee, ¿cierto? —alzó las manos—. Soy el Rey. ¿Cuándo pensaban decirme? Desprendí mi energía e impulsé el dominio de soberanía, ellos bajaron la vista, mamá se ubicó atrás de papá y lo mismo hizo mi abuela. —¿A qué se refiere alteza?

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