El clima en la mansión Valenzuela era opresivo, como si las paredes mismas respiraran poder y control. Esa tarde, Samuel había recibido una invitación inesperada de Esteban Valenzuela, el patriarca de la familia. Aunque la nota era cortés, el tono implícito era claro: no era una invitación, sino una citación. Samuel aceptó con calma aparente, aunque sabía perfectamente lo que enfrentaría. Había anticipado que en algún momento los Valenzuela intervendrían. Después de todo, era el esposo "inadecuado" para Camila, el hombre que no encajaba en sus estrictas reglas de conveniencia social y estratégica. Cuando llegó a la mansión, lo guiaron a un despacho adornado con lujo y sobriedad. Esteban Valenzuela lo esperaba detrás de un escritorio de caoba, vestido con un traje impecable. Lucía, la mad

