Capítulo 5
Sígueme
Leandro llegaba a su casa más tarde de lo normal hacía ya unas 3 semanas, su madre Blanca en pocas ocasiones se preocupaba, ya que no era un barrio que se pudiera considerar peligroso, aunque la costumbre de llegar tarde en la noche ya era algo que le hacía desconfiar, su otro hijo Fredy trabajaba en otra ciudad muy lejana y Leandro solo compartía con sus padres los fines de semana, lo cual dejaba solo en sus manos el cuidado de Rafael; ambos pasaban sus días entre cuidados en casa y visitas al hospital pues aún la doctora que lo trataba no encontraba una base sólida en la cual fundamentar su diagnóstico, lo único que podía ser seguro es que Rafael padecía de cáncer. La enfermedad en un inicio había limitado las cosas que a él le gustaban hacer, pero con el tiempo y junto con el tratamiento que recibía su salud había empezado a mejorar y con él su ánimo, pero esto no lo hacía exento de experimentar días en los que solo podía estar descansando en cama, ya que el dolor en ocasiones era abrumador; Blanca espero en la cocina a su hijo, que curiosamente ese día no había demoro en llegar.
—¿Por qué tan tarde?— pregunto Blanca sin esperar el saludo de su hijo.
—Buenas noches mamá, me fue muy bien, gracias—
—Es en serio, has llegado tarde todos estos días— reclamo la madre a su hijo que no había tomado con seriedad su pregunta.
—siempre me quedo un tiempo más al terminar las clases—
—Si, pero no hay que confiarse del camino, o de tomar el autobús— dijo con un tono más enojado, tratando de allá una razón para persuadir a su despreocupado hijo,
—Madre, no me confió, yo tengo cuidado — contesto explicando la situación. —me demoro más en ocasiones porque… estoy saliendo con una amiga—
—ahí—A Blanca obviamente esta aclaración que daba su hijo le sorprendió, pero comprendido de una mejor manera sus razones, ella no recordaba siquiera el nombre de la última muchacha con la que tuvo una relación seria su hijo, había trascurrido ya mucho tiempo.
—¿y mi papá? ¿hoy como estuvo?—Pregunto Leandro tratando de desviar el tema.
—hoy estuvo más o menos, dice que le duele mucho la espalda— contesto Blanca con resignación.
La mirada pensativa de Leandro era indiscutible pues sabía que por su rutina y ahora el tiempo que pasaba con su novia, se limitaba el tiempo que pasaba con sus padres que ya eran mayores; aunque no fuese un problema sin resolver Leandro quedo pensando en la realidad de su casa, de cómo esto daba un contraste a sus emociones, su naciente amor por Diana y la preocupación por su familia más exactamente su padre; subió a su habitación y tras unos minutos de meditar la situación y dejarle un mensaje a Ángela, decidió ya al fin descansar.
La joven pareja coincidió, en tener ambos una muy mala noche, pues cada uno había sumergido su mente en los pensamientos que postulaban sus dilemas y esto les impidió descansar plenamente, al día siguiente como era de esperarse ambos quedaron en encontrarse en la facultad alrededor del mediodía, Leandro llego más temprano y se quedó en las mesas de estudio de la plazoleta del edificio para esperar a su novia, pero a la muchacha que vio entrar momentos después fue a Marcela, ella era solo un poco más bajita que él, su tono de piel moreno y su cabello ondulado de color castaño, la hacían resaltar de entre sus compañeras, él no podía negar que fuera hermosa, pero su pretensión era algo evidente y él no podía evitar tratarla con cierta defensiva, pues a pesar de haber sido buenos amigos tiempo atrás, en ese momento él sentía debía tomar distancia pues no quería que su novia tomara sus propias conclusiones al saber que había salido con ella y también compartía algunas clases. Con una pequeña esperanza de que Marcela no se acercara, fingió no verla y de manera natural fingió no prestarle atención revisando su celular, pero ella aun así se acercó a saludar.
—buenos días Andru, ¿Cómo te fue ayer? — saludo Marcela mientras con confianza tomaba asiento.
—hola, ¿Cómo ayer?—
—sí, te fuiste sin despedir cuando íbamos a almorzar—
—ah, ya entendí, pues porque fui a comer con mi novia y Luna—explico él con tono de desconfianza pues había notado el sarcasmo en las preguntas de su compañera, quien se tomó la libertad de acomodarse y dejar sus cosas en la otra silla que estaba disponible; justo en ese momento, Diana atravesó la portería del edificio saludando con un gesto amable a los guardas de seguridad, buscaba con la mirada a su novio por los pasillos, pero lo encontró en la plazoleta, como si fuera un instinto no pudo ignorar la mujer que acompañaba a su novio, inmediatamente con curiosidad se acercó a la mesa, pero lo hizo con cierta maldad, de tal forma que Leandro sentado en su lugar, no notara de su llegada, lo sorprendió con un fuerte abrazo por la espalda y un beso nada tierno en su mejilla, la escena evidentemente sorprendió tanto a Leandro como a Marcela que no podía fingir su descontento por el cursi detalle.
—Hola, cielo, ¿Cómo estás hoy?— dijo Diana mientras se apartaba un poco de Leandro
—Hola cariño, Muy bien…—Leandro al contestar noto al instante la mirada curiosa de Diana hacia Marcela, pero está fingiendo no haber escuchado nada miraba hacia el horizonte despreocupada.
—Cielo, te presento a Marcela, una compañera— dijo Leandro señalándola
—Mucho gusto— contesto Marcela casi inmediatamente
—Un placer, Yo soy Diana—
—Ella es mi novia— aclaro Leandro
—Si, a veces…—Contesto Diana bromeando.
La risa inocente de Diana no le sorprendía a Leandro pues esperaba de una u otra forma algún comentario de esa naturaleza por parte de su risueña novia, pero por otro lado Marcela no pareció haberle hecho gracia el comentario o quizás no lo entendió, Diana ignoro la indiferente reacción de Marcela y se acercó a la silla en donde ella había dejado sus cosas, y con un pequeño gesto hizo entender su intención de sentarse, Marcela cayo en cuenta de haber ocupado el lugar y tomo sus cosas para que ella se sentara, Diana acerco la silla a la de su novio y se sentó tomando su mano, haciendo que sin querer que Marcela se incomodara más.
—y ¿el viernes vas a ir Andru?—pregunto Marcela rompiendo el silencio incómodo.
—¿a bailar?, sí, eso había pensado, obvio vamos a ir — contesto Leandro mirando a Diana que tarde un poco en entender la pregunta, pero asintió positivamente, por suerte para liberar la tensión del momento, el profesor de la tarde iba apenas pasando, pero con prisa Marcela se levantó para ya ir a su clase.
—Mira el profesor, ya nos toca subir— dijo Marcela mientras tomaba sus cosas y se levantaba de la silla.
—Aún no, apenas va llegando— le contesto Leandro muy tranquilo, pero ella ya se había alejado con un afán inexplicable.
—es como amargada… tu compañera…— dijo Diana liberando al fin su comentario.
—Rara, diría yo—
— y ¿Por qué tenía tanto afán?—
—es de las que les gusta entrar primero al salón— explico Leandro dejando escapar un poco su disgusto por esta actitud, a Diana le dio gracia el modo en que su novio respondió.
—bueno cielo, ahora si debo entrar yo—
—¿y si no entras?—
—tú también tenés clase—Leandro miro extrañado por la propuesta de su enamorada, pero esta lo miro a los ojos y haciendo aún más tierna su expresión le explico.
—Es que no tengo ánimo, ¿vamos a dar una vuelta si?—
Era evidente el intento de manipulación de Diana al hacer más tierna su expresión, pues sabía que su novio no resistiría fácilmente a su capricho.
—solo por hoy ¿sí?— volvió a decirle, ya que su indeciso enamorado no había tomado aún una decisión, Leandro solo miro su reloj, dudo por un segundo y finalmente acepto la proposición de su novia, que al escucharlo aceptar se apresuró a tomar su mano y lo halo con prisa para salir de la facultad, sin darle una oportunidad de cambiar de idea.
Los dos enamorados caminaron sin un rumbo definido por la universidad, llegaron a un pequeño jardín con estanque a las afueras del edificio de la facultad de biología, y dándole una pausa a su camino se sentaron en una banca, cerca del pequeño estanque, muy pocas personas pasaban por el lugar a esa hora, pues se suponía debían estar casi todos en clase, por esta razón el ambiente estaba en gran parte silencioso; ella se sentía un poco cansada, no había dormido muy bien la noche anterior, así que se recostó en el hombro de Leandro, que la rodeo en un protector abrazo, pasaron algunos minutos en silencio, pero la banca no era un lugar cómodo para descansar después de un tiempo, Leandro trato de levantarse, pero su soñolienta novia no tenía mucho ánimo de seguir caminando, y se aferró a su brazo.
—¿Qué quieres hacer?— le pregunto, pero Diana no contesto
—oye ven, pero prométeme algo…— le volvió a decir tras un momento pensativo, sus palabras llamaron por completo la atención de Diana que se incorporó.
—¿prometer que?—
—sí, ya sé dónde ir, pero prométeme que me sigues… mejor dicho, sígueme amor—
Era inevitable sentirse confundida, pero sin dudarlo mucho tiempo ella aceptó, el tomo le ayudo a tomar su bolso, tomo la mano de su novia y con pasos apresurados la pareja salió de la universidad rumbo a la parada de autobús.
—¿A dónde vamos?— pregunto con curiosidad la confundida joven.
—te diré al llegar, igual no conoces no me entenderías cielo— le explico su decidido novio.
Tomaron el primer autobús que paro, Diana no sabía si era casualidad o si su novio estaba improvisando por completo, se bajaron del autobús al parar en una zona muy concurrida y desconocida para ella, tomados de la mano caminaron en medio de la multitud por unas cuantas calles más, ella solo seguía los pasos de su enamorado, y él solo se detuvo hasta que llegaron a una calle donde varios autobuses estaban parqueados, y sin titubear subieron a una de ellos.
—¿es lejos amor?— pregunto confundida
—un poquito, podemos dormir un ratico— contesto Leandro confiado, mientras buscaba un buen puesto para su novia y él; los dos se acomodaron y sin darle mucha importancia a los planes locos de su novio, Diana se acomodó en su pecho, y se dispuso a intentar descansar un poco más, sin preocuparse por el lugar a donde se dirigían, pues sabía que al lado de Leandro estaría segura.
El autobús comenzó su viaje, al cabo de unos minutos ya se notaba que ya no estaban en la ciudad, Diana apenas abría los ojos para detallar algo por la ventanilla, pero era inútil intentar reconocer el lugar por donde pasaban, Leandro también estaba dormido, así que no le podría preguntar nada, paso un buen tiempo, y el autobús al fin se detuvo en una zona urbana, Leandro ya había despertado y con delicadeza despertó a Diana para avisarle que ya habían llegado, al bajarse ella se dio cuenta de inmediato que el clima le era familiar, pues la cálida
temperatura del pueblo San Francisco era similar al de su ciudad natal, era muy notable la curiosidad y la alegría que sentía Diana al ver y explorar un poco el bonito lugar a donde habían llegado, tanto así que por un segundo olvido su compañero que con pasos apresurados la alcanzo.
—esto es San Francisco, a veces hemos venido acá con mis padres—
—se ve muy lindo, pero no tengo idea de donde estamos— expreso, Diana bromeando.
La joven pareja se dirigió a un puesto de helados tradicional, luego de explorar un poco el parque principal, Leandro siguió por una calle, Diana lo seguía a pocos pasos, él se detuvo sobre un pequeño puente que atravesaba un riachuelo, solo para esperar a su novia que aún seguía desconociendo a donde se dirigían.
—Mira es aquí amor—Dijo Leandro señalando una hermosa casa colonial que se veía sobre la vegetación; tomo a Diana de la mano para ayudarla a caminar hasta llegar a la entrada adornada por exóticas flores y artesanías, al entrar se notaba al instante la belleza del lugar, la hermosa casa colonial estaba rodeada por un vasto jardín con infinidad de flores que rodeaban pequeñas fuentes de agua, pero la curiosidad de los enamorados se fijó en una serie de bebederos para aves que tenían forma de flor, de repente, algo paso volando velozmente cerca del cabello de Diana, y la asusto tanto que se aferró al brazo de Leandro, lo que la había asustado fue un bello colibrí que llegaba a revolotear cerca a los bebederos que habían visto, esto era normal pues el Jardín Encantado era muy bien conocido por ser un pequeño paraíso para las aves de todos los tamaños, en especial de varias especies de colibrís.
Los dos enamorados estaban encantados con la belleza del jardín, tomaron algunas fotos de la naturaleza, y pidieron a una señora les tomará una foto juntos, ambos se ubicaron al lado de una fuente de agua y posaron dándose un tierno abrazo que sin querer se convirtió en un beso romántico, olvidando por un momento la señora que había aceptado inocentemente tomar la fotografía, con un poco de vergüenza se disculparon con la señora que nerviosamente reía; tomaron su tiempo para explorar parte del jardín, Leandro no podía dejar de seguir con la mirada cada expresión realizada por su emocionada y curiosa novia que caminaba de un lado para otro tomando fotos, de vez en cuando lo tomaba sorpresa y le sacaba fotos de improvisto con el propósito de molestarlo después, la belleza del lugar era innegable, pero para él lo más hermoso que podía existir en ese momento era Diana, y lo felices que se sentían ambos.