🖤 CAPÍTULO 3 –El amor como trampa. La trampa como refugio.

1640 Words
Nunca fue parte del plan sentir esto. Pero después de Emma, después de la mentira que tuve que escupir, después de mirar a Ethan a los ojos y no saber si me creía o no… algo cambió. Me estaba ahogando en mi propio juego. Y lo peor era que… no quería salir. — 📍 Día siguiente. 📱Mensaje de Ethan: > “Hoy no quiero hablar. Pero necesito verte. A las 8. Mi oficina. Piso 47. Ven sola.” ¿Enojado? ¿Sospechando? ¿Curioso? No sabía. Pero lo que sí sabía… era que seguía llamándome. Y eso, en este juego sucio, era poder. — Fui. Vestida como el problema que sabía que soy. Blusa blanca de seda. Pantalón n***o ajustado. Cabello suelto. Perfume en el cuello. Mirada afilada. La recepcionista me miró como si yo fuera veneno embotellado. Subí sin saludar. Piso 47. Puerta cerrada. Golpeé. —Pasa —dijo su voz desde dentro. Entré. La oficina olía a madera, café y secretos. Y ahí estaba él. De espaldas. Frente a la ventana. Observando la ciudad como si pudiera controlarla. —¿Qué hago aquí? —pregunté, con voz firme. Se giró. Me miró. Pero no dijo nada. Solo caminó hacia mí. Lento. Grave. Magnético. —¿Quieres saber si lo que Emma dijo es cierto? —No. Quiero saber si lo que tú callas es peor. Silencio. Nos quedamos a centímetros. Su respiración era profunda. La mía, descontrolada. —¿Y tú, Lia? —susurró—. ¿Tú quieres saber quién soy yo… realmente? —No. Quiero que me lo muestres. Y ahí… empezó el incendio. — Me besó. No como en las películas. No como los cuentos. Me besó con rabia. Con necesidad. Como si estuviera harto de pensar. Y yo le respondí igual. Porque estaba cansada de fingir. Porque sus labios sabían a castigo… y yo me sentía culpable. Sus manos me agarraron de la cintura. Las mías buscaron su camisa. El escritorio se convirtió en campo de batalla. Pero justo cuando mi blusa cayó al suelo… se separó. —Esto no debería estar pasando —murmuró, sin dejar de mirarme. —Entonces no me mires así. —Tú no eres buena para mí. —¿Y tú sí lo eres para mí? Ambos sabíamos la respuesta. — Nos sentamos. No nos tocamos más. Solo hablamos. Y por primera vez, hablamos de verdad. —¿Qué haces realmente, Lia? No mentí. Pero no dije toda la verdad. —Lo que me toca. Lo que me da de comer. Lo que me mantiene viva. —Eso no es una respuesta. —Es la única que tengo ahora. — 📱 Luego, otro mensaje. Esta vez de Verónica: > “Cambio de plan. Ethan sospecha. Pero no se aleja. Aprovecha. Gánatelo desde el miedo. Haz que confíe en ti… más que en sí mismo.” Y por primera vez en semanas… dudé de Verónica. Porque había algo en los ojos de Ethan que no encajaba con el monstruo que me pintaron. Porque ahora... me dolía pensar en seguir con la mentira. — Ethan me llevó a la puerta. —¿Volverás mañana? —¿Quieres que vuelva? —Quiero muchas cosas. Pero tú… —¿Yo qué? —Tú te estás convirtiendo en la más peligrosa de todas. Y justo antes de que me fuera, dijo: —Si algún día tengo que elegir entre creerte o protegerme… > Voy a elegir creerte. Y eso, joder… fue peor que un te amo. > Esa noche no dormí. Porque sentí que Ethan estaba cayendo… y yo también. > Pero al amanecer… Recibí una foto de mi pasado. Con una nota que decía: “Recuerda de dónde vienes. O te haré volver.” — — — El pasado no toca la puerta, la patea. --- La foto era vieja. Blanco y n***o. Borrosa. Pero la reconocí de inmediato. Yo. Emma. Y Verónica. Juntas. Sonriendo. Sangre en los nudillos. Dinero en la mesa. > La noche en que juramos ser imparables. La noche en que rompimos al primero… juntos. Y ahora, alguien la tenía. Y me la enviaba con un mensaje que olía a amenaza: > “Recuerda de dónde vienes… o te haré volver.” Sentí el estómago revuelto. No solo por el pasado… Sino porque alguien sabía. Y ese alguien no era Verónica. 📲 Le escribí al instante: —¿Fuiste tú? > “¿De qué hablas?” —La foto. El mensaje. > “No fui yo. ¿Qué foto?” Mierda. Entonces… alguien más está moviendo las piezas. Y yo no sé ni quién soy en este juego. — 📍Dos días después. Ethan volvió a escribir: > “Ven. Esta vez no para hablar. Te necesito.” Fui. Claro que fui. Porque ya no era solo una infiltrada. Era una mujer atrapada en su propia red. Y porque Ethan… tenía esa forma de mirarme como si le debiera una vida entera. — Cuando llegué, su mirada estaba distinta. No dolida. No enojada. Vacía. Como si hubiera perdido algo… o a alguien. —¿Estás bien? —Hoy murió alguien importante para mí. —¿Quién? —Mi madre. Mi cuerpo se congeló. —Ethan… —No. No quiero condolencias. Solo quiero compañía. Silencio. Y tú. Eso fue lo que dijo. Pero sus ojos decían otra cosa: No me dejes solo. Ni hoy. Ni nunca. Nos sentamos en el sofá de cuero. No hablamos. No tocamos el tema. Yo solo estuve ahí. Y por primera vez… me sentí parte de algo real. — Horas después, me llevó al cuarto. No para lo que todos imaginan. Para dormir. Sí. Dormir. Enredados. Calientes. Con la muerte colgando del techo y la vida susurrando al oído. Y antes de cerrar los ojos, me dijo: —Lia… si descubriera que eres parte de algo contra mí, ¿te lo perdonaría? Mi corazón se detuvo. —¿Y si yo descubriera que tú también lo eres? Él sonrió. Oscuro. —Entonces estaríamos empatados. — Pero al amanecer, yo ya no estaba ahí. Me fui. Con el corazón hecho escombros. Y con una decisión que me quemaba: > Si me estaba enamorando… debía destruir todo antes de que él me destruyera a mí. — 📲 Mensaje nuevo. Número desconocido. > “Te estás enamorando, ¿cierto?” > “Eso te hará débil.” > “Y los débiles mueren primero.” — Me giré al espejo. Y por primera vez… no me reconocí. Porque la mujer que jugaba a romper corazones… ahora tenía el suyo en la boca de un lobo. — — — Lo que rompes… te rompe. --- No me reconocí. El reflejo me devolvía una mujer distinta. Los ojos más cansados. El alma más sucia. Y el corazón... peligrosamente atado a su objetivo. Ethan. El hombre que debía manipular. El blanco. La trampa. El problema. Pero ahora… él era el único lugar donde quería quedarme. — 📍 Tarde. Departamento. El sol no salía, pero mi ansiedad sí. 📱 Verónica volvió a escribir: > “Te estás distrayendo. Él no es real. El contrato sí.” > “O lo terminas tú… o lo harán ellos.” Me mordí el labio. No respondí. Porque algo en mí ya no quería obedecer. — 📍 Noche. Llamada inesperada. Número oculto. Contesté. —¿Hola? Una voz. Masculina. Fría. Conocida. Demasiado conocida. —Hola, Lia. O como solíamos llamarte… Leona. El apodo me rompió la piel. —¿Quién eres? —El que firmó tu primer trabajo. El que sabe por qué te largaste de ese país. El que recogió tus restos cuando pensaste que podías con todo. Silencio. —¿Por qué me llamas? —Porque alguien pagó por Ethan. Y ese alguien no eres tú. Y están impacientes. —Yo estoy manejando el juego. Él está cayendo. —¿Tú crees que esto es un juego? —Lo era. Hasta que cambiaron las reglas. La voz se endureció: —Tienes una semana. O lo rompes. O te rompen. Y colgó. — Me quedé ahí. Temblando. Con el teléfono aún en la mano y las lágrimas a punto de estallar. Una semana. Siete días. Para traicionar al único hombre que me miró sin juzgarme. Y lo peor… Es que no sé si puedo. — 📍 Al día siguiente. Oficina de Ethan. Me abrió sin decir palabra. Tenía los ojos rojos. ¿Dormió? ¿Lloró? ¿Soñó conmigo? Entré. Cerró la puerta. Se acercó. No me besó. Solo me miró. —Quiero hacerte una pregunta —dijo. —Hazla. —¿Estás aquí por mí? —¿Qué? —¿Estás aquí porque quieres… o porque alguien quiere que lo estés? Mi garganta se cerró. —¿Qué escuchaste? Él bajó la mirada. Se giró. Y encendió su laptop. En pantalla: Fotos. Mías. Con Verónica. Con Emma. Con... él. —No las busqué. Me las enviaron. —¿Quién? —No lo sé. Pero quieren que deje de verte. —¿Y tú qué vas a hacer? Él se acercó. —Lo contrario. Y me besó. Con rabia. Con miedo. Con deseo. Con amor. — Terminamos en su cama. Desnudos. Vulnerables. Con los secretos entre los labios y los cuerpos como escudos. Después del caos, me miró. —Si descubro que me estás mintiendo… —susurró. —¿Qué? —Te perdonaría. Pero te haría pagar. Y me abrazó. Como si ya supiera. Como si no le importara. Como si me estuviera dando una última oportunidad de cambiar el final. — 📍 Al salir, otro mensaje anónimo: > “No olvides quién eres. Él no es tu historia. Solo es tu último capítulo… si fallas.” — — — > Al llegar a casa, encontré un sobre bajo la puerta. Dentro: una foto de Ethan. Con una palabra escrita en rojo: “Objetivo: ELIMINAR.”
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