Nunca fue parte del plan sentir esto.
Pero despuĂ©s de Emma, despuĂ©s de la mentira que tuve que escupir, despuĂ©s de mirar a Ethan a los ojos y no saber si me creĂa o no… algo cambiĂł.
Me estaba ahogando en mi propio juego.
Y lo peor era que… no querĂa salir.
—
📍 DĂa siguiente.
📱Mensaje de Ethan:
> “Hoy no quiero hablar. Pero necesito verte. A las 8. Mi oficina. Piso 47. Ven sola.”
ÂżEnojado?
ÂżSospechando?
ÂżCurioso?
No sabĂa.
Pero lo que sĂ sabĂa… era que seguĂa llamándome.
Y eso, en este juego sucio, era poder.
—
Fui.
Vestida como el problema que sabĂa que soy.
Blusa blanca de seda. PantalĂłn n***o ajustado. Cabello suelto.
Perfume en el cuello. Mirada afilada.
La recepcionista me mirĂł como si yo fuera veneno embotellado.
SubĂ sin saludar.
Piso 47.
Puerta cerrada.
Golpeé.
—Pasa —dijo su voz desde dentro.
Entré.
La oficina olĂa a madera, cafĂ© y secretos.
Y ahà estaba él. De espaldas. Frente a la ventana. Observando la ciudad como si pudiera controlarla.
—¿Qué hago aqu� —pregunté, con voz firme.
Se girĂł.
Me mirĂł.
Pero no dijo nada. Solo caminĂł hacia mĂ. Lento. Grave. MagnĂ©tico.
—¿Quieres saber si lo que Emma dijo es cierto?
—No. Quiero saber si lo que tú callas es peor.
Silencio.
Nos quedamos a centĂmetros.
Su respiraciĂłn era profunda.
La mĂa, descontrolada.
—¿Y tú, Lia? —susurró—. ¿Tú quieres saber quién soy yo… realmente?
—No. Quiero que me lo muestres.
Y ahĂ… empezĂł el incendio.
—
Me besĂł.
No como en las pelĂculas.
No como los cuentos.
Me besĂł con rabia.
Con necesidad.
Como si estuviera harto de pensar.
Y yo le respondĂ igual.
Porque estaba cansada de fingir.
Porque sus labios sabĂan a castigo… y yo me sentĂa culpable.
Sus manos me agarraron de la cintura.
Las mĂas buscaron su camisa.
El escritorio se convirtiĂł en campo de batalla.
Pero justo cuando mi blusa cayó al suelo…
se separĂł.
—Esto no deberĂa estar pasando —murmurĂł, sin dejar de mirarme.
—Entonces no me mires asĂ.
—TĂş no eres buena para mĂ.
—¿Y tú sà lo eres para m�
Ambos sabĂamos la respuesta.
—
Nos sentamos.
No nos tocamos más.
Solo hablamos.
Y por primera vez, hablamos de verdad.
—¿Qué haces realmente, Lia?
No mentĂ.
Pero no dije toda la verdad.
—Lo que me toca. Lo que me da de comer. Lo que me mantiene viva.
—Eso no es una respuesta.
—Es la única que tengo ahora.
—
📱 Luego, otro mensaje. Esta vez de Verónica:
> “Cambio de plan. Ethan sospecha. Pero no se aleja. Aprovecha. Gánatelo desde el miedo. Haz que confĂe en ti… más que en sĂ mismo.”
Y por primera vez en semanas…
dudé de Verónica.
Porque habĂa algo en los ojos de Ethan que no encajaba con el monstruo que me pintaron.
Porque ahora...
me dolĂa pensar en seguir con la mentira.
—
Ethan me llevĂł a la puerta.
—¿Volverás mañana?
—¿Quieres que vuelva?
—Quiero muchas cosas. Pero tú…
—¿Yo qué?
—Tú te estás convirtiendo en la más peligrosa de todas.
Y justo antes de que me fuera, dijo:
—Si algĂşn dĂa tengo que elegir entre creerte o protegerme…
> Voy a elegir creerte.
Y eso, joder…
fue peor que un te amo.
> Esa noche no dormĂ.
Porque sentà que Ethan estaba cayendo…
y yo también.
> Pero al amanecer…
RecibĂ una foto de mi pasado.
Con una nota que decĂa:
“Recuerda de dónde vienes. O te haré volver.”
— — —
El pasado no toca la puerta, la patea.
---
La foto era vieja.
Blanco y n***o. Borrosa.
Pero la reconocĂ de inmediato.
Yo.
Emma.
Y VerĂłnica.
Juntas.
Sonriendo.
Sangre en los nudillos.
Dinero en la mesa.
> La noche en que juramos ser imparables.
La noche en que rompimos al primero… juntos.
Y ahora, alguien la tenĂa.
Y me la enviaba con un mensaje que olĂa a amenaza:
> “Recuerda de dónde vienes… o te haré volver.”
SentĂ el estĂłmago revuelto.
No solo por el pasado…
Sino porque alguien sabĂa.
Y ese alguien no era VerĂłnica.
📲 Le escribà al instante:
—¿Fuiste tú?
> “¿De qué hablas?”
—La foto. El mensaje.
> “No fui yo. ¿Qué foto?”
Mierda.
Entonces…
alguien más está moviendo las piezas.
Y yo no sé ni quién soy en este juego.
—
📍Dos dĂas despuĂ©s.
Ethan volviĂł a escribir:
> “Ven. Esta vez no para hablar. Te necesito.”
Fui.
Claro que fui.
Porque ya no era solo una infiltrada.
Era una mujer atrapada en su propia red.
Y porque Ethan…
tenĂa esa forma de mirarme como si le debiera una vida entera.
—
Cuando llegué, su mirada estaba distinta.
No dolida.
No enojada.
VacĂa.
Como si hubiera perdido algo… o a alguien.
—¿Estás bien?
—Hoy muriĂł alguien importante para mĂ.
—¿Quién?
—Mi madre.
Mi cuerpo se congelĂł.
—Ethan…
—No. No quiero condolencias. Solo quiero compañĂa. Silencio.
Y tĂş.
Eso fue lo que dijo.
Pero sus ojos decĂan otra cosa: No me dejes solo. Ni hoy. Ni nunca.
Nos sentamos en el sofá de cuero.
No hablamos.
No tocamos el tema.
Yo solo estuve ahĂ.
Y por primera vez… me sentà parte de algo real.
—
Horas después, me llevó al cuarto.
No para lo que todos imaginan.
Para dormir.
SĂ. Dormir.
Enredados.
Calientes.
Con la muerte colgando del techo y la vida susurrando al oĂdo.
Y antes de cerrar los ojos, me dijo:
—Lia… si descubriera que eres parte de algo contra mĂ, Âżte lo perdonarĂa?
Mi corazĂłn se detuvo.
—¿Y si yo descubriera que tú también lo eres?
Él sonrió. Oscuro.
—Entonces estarĂamos empatados.
—
Pero al amanecer, yo ya no estaba ahĂ.
Me fui.
Con el corazĂłn hecho escombros.
Y con una decisiĂłn que me quemaba:
> Si me estaba enamorando… debĂa destruir todo antes de que Ă©l me destruyera a mĂ.
—
📲 Mensaje nuevo. Número desconocido.
> “Te estás enamorando, ¿cierto?”
> “Eso te hará débil.”
> “Y los débiles mueren primero.”
—
Me giré al espejo.
Y por primera vez… no me reconocĂ.
Porque la mujer que jugaba a romper corazones…
ahora tenĂa el suyo en la boca de un lobo.
— — —
Lo que rompes… te rompe.
---
No me reconocĂ.
El reflejo me devolvĂa una mujer distinta.
Los ojos más cansados.
El alma más sucia.
Y el corazĂłn... peligrosamente atado a su objetivo.
Ethan.
El hombre que debĂa manipular.
El blanco.
La trampa.
El problema.
Pero ahora…
Ă©l era el Ăşnico lugar donde querĂa quedarme.
—
📍 Tarde. Departamento.
El sol no salĂa, pero mi ansiedad sĂ.
📱 Verónica volvió a escribir:
> “Te estás distrayendo. Él no es real. El contrato sĂ.”
> “O lo terminas tú… o lo harán ellos.”
Me mordĂ el labio.
No respondĂ.
Porque algo en mĂ ya no querĂa obedecer.
—
📍 Noche. Llamada inesperada.
NĂşmero oculto.
Contesté.
—¿Hola?
Una voz. Masculina. FrĂa. Conocida.
Demasiado conocida.
—Hola, Lia. O como solĂamos llamarte… Leona.
El apodo me rompiĂł la piel.
—¿Quién eres?
—El que firmĂł tu primer trabajo. El que sabe por quĂ© te largaste de ese paĂs. El que recogiĂł tus restos cuando pensaste que podĂas con todo.
Silencio.
—¿Por qué me llamas?
—Porque alguien pagó por Ethan. Y ese alguien no eres tú.
Y están impacientes.
—Yo estoy manejando el juego. Él está cayendo.
—¿Tú crees que esto es un juego?
—Lo era. Hasta que cambiaron las reglas.
La voz se endureciĂł:
—Tienes una semana.
O lo rompes.
O te rompen.
Y colgĂł.
—
Me quedĂ© ahĂ.
Temblando.
Con el teléfono aún en la mano y las lágrimas a punto de estallar.
Una semana.
Siete dĂas.
Para traicionar al Ăşnico hombre que me mirĂł sin juzgarme.
Y lo peor…
Es que no sé si puedo.
—
📍 Al dĂa siguiente. Oficina de Ethan.
Me abriĂł sin decir palabra.
TenĂa los ojos rojos.
¿Dormió? ¿Lloró? ¿Soñó conmigo?
Entré. Cerró la puerta.
Se acercĂł. No me besĂł.
Solo me mirĂł.
—Quiero hacerte una pregunta —dijo.
—Hazla.
—¿Estás aquà por m�
—¿Qué?
—¿Estás aquà porque quieres… o porque alguien quiere que lo estés?
Mi garganta se cerrĂł.
—¿Qué escuchaste?
Él bajó la mirada.
Se girĂł.
Y encendiĂł su laptop.
En pantalla:
Fotos. MĂas. Con VerĂłnica. Con Emma. Con... Ă©l.
—No las busqué. Me las enviaron.
—¿Quién?
—No lo sé. Pero quieren que deje de verte.
—¿Y tú qué vas a hacer?
Él se acercó.
—Lo contrario.
Y me besĂł.
Con rabia.
Con miedo.
Con deseo.
Con amor.
—
Terminamos en su cama.
Desnudos. Vulnerables.
Con los secretos entre los labios y los cuerpos como escudos.
Después del caos, me miró.
—Si descubro que me estás mintiendo… —susurró.
—¿Qué?
—Te perdonarĂa. Pero te harĂa pagar.
Y me abrazĂł.
Como si ya supiera.
Como si no le importara.
Como si me estuviera dando una Ăşltima oportunidad de cambiar el final.
—
📍 Al salir, otro mensaje anónimo:
> “No olvides quién eres.
Él no es tu historia.
Solo es tu Ăşltimo capĂtulo… si fallas.”
— — —
> Al llegar a casa, encontré un sobre bajo la puerta.
Dentro: una foto de Ethan.
Con una palabra escrita en rojo:
“Objetivo: ELIMINAR.”