Quien eres para tener que mentirte?

1358 Words
Carlota se rió a carcajones, ella dijo en tono burlón —¿Sabes que no significas nada para mi, mira que ya ha pasado casi un año y yo he seguido con mi vida, pero tú… —¿Quién te crees que eres para tener que mentirte? No eres nadie para mí —prosiguió Carlota. —No pasas de ser simplemente el hijo de tus padres, atenido a que ellos te pongan el dinero en las manos, ¿de eso te enorgulleces? Jaja, yo que tú me ponía a llorar. Sintiéndose herido por las palabras de Carlota, Federico saltó sobre Carlota y la aprisionó con sus fuertes brazos de King kon, el le dijo: —Lo que necesitas es un hombre que te satisfaga para que una vez complacida se vaya al demonio toda esa amargura que traes por dentro —Federico no era nada caballeroso. Dicho eso, la agarró con fuerza y la atrajo a su cuerpo, solo en un segundo mas ya tenía su pulla tiesa, en serio pensaba meterle eso así sin previa anestesia, aunque tampoco contaba con la astucia de Carlota, quien le dió un puyazo con la aguja de sus tacones en el pies del hombre. —¡Ay, maldita mujer! —gimió de dolor. —¡Me vas a pagar caro esta afrenta tuya, mujerzuela!—le gritó. Lo que más le dolía a Federico, era que a él ni le diera a oler con el dedo, pero si Carlota ya había vuelto a una vida promiscua, al menos eso era lo que había oído decirse entre el círculo de sus amistades que aún compartían. Fui tu novio por varios años, crees que no merecía cogerte, si es un deseo profundo que traigo que quiero follarte hasta cansarme —la voz de Federico se había oído claro, Hazard quien estuviera en las sombras solo enarcó las cejas, él se dijo: —¡Maldito embustero! Merece que le rompa las piernas, es un patán de mier’da —Hazard se había sentido como si Carlota fuera suya y se sintió ofendido por lo que le dijera a su Carlota, era como que presintiera que esa mujer le iba a pertenecer alguna vez. Cuando en una vuelta del destino, Federico tomara a Carlota y le abriera las piernas, listo para hacer sus fechorías, Hazard se acercó y le metió un rodillazo en la costilla al hombre quien cayera como saco de cebolla al suelo. —¡Respeta a las mujeres! —le gritó. —Estúpido, metido, ¿no ves que es mi perra? ¿Eres su supermán o qué? —gritó Federico. Que si bien, Carlota sufrió una infidelidad, y la amante de su “prometido” le hizo saber de esa deslealtad, también le hizo un gran favor. Porque qué hubiera sido de ella saber después de la clase de calaña que era este hombre, justo hasta ese momento Carlota comprendió que “no hay mal que por bien no venga” Ella era una mujer afortunada y debía agradecer en esta vida estar libre de escorias como Federico. —¡Aléjate de ella! —ordenó Hazard. Como Federico quería salirse con la suya, Hazard sólo chasqueó los dedos y una decena de guardaespaldas vestidos de negr0 aparecieron alrededor de Federico, uno de ellos tomó a Federico del cuello, y lo lanzó a una pared, ahí si que el hombre no podía enfrentar a la fuerza de hombre a hombre, se podía jactar de hacerle daño a Carlota, pero no enfrentando a un hombre con huevos y chorizo igual a él. Hazard se acercó a Carlota y la levantó del suelo, ella se dejó cargar, es mas, se sintió familiar sentír sus brazos rodearla, se sintió protegida y muy bien, además que el olor de la fragancia de Hazard le era agradable y llegó a gustarle a Carlota. Carlota fue llevada a una habitación que era exclusivo para Hazard como invitado especial, él la acostó en una cama y buscó alcohol para limpiarle un rasguño que tenía en su nuca, el roce del algodón lleno de alcohol hizo que Carlota sintiera escalofríos por todo el cuerpo. Sintiéndose rara por el contacto con el hombre, Carlota levantó la vista para mirarlo, lo percibió de perfil y notó su perfecta nariz, sus labios semi carnosos, esos ojos penetrantes que estaban enfocados en su cuello, le hizo sentirse cohibida y sonrojada como una fruta madura, Hazard no era indiferente a estos sentimientos, él incluso sintió como se le endureció el bate, dejó lentamente el algodón sin mirar directamente a la mujer y dijo: —Puedes irte de aquí cuando te sientas mejor. —Carlota se sentía muy intrigada, así que le preguntó. —¡Perdona que pregunte esto!, Pero, ¿Nos habíamos conocido antes? Es que yo… hace unos días pasé la noche con alguien y tú me has parecido familiar a esa persona. Hazard se había sentido algo feliz, algo irritado por que esta mujer quería decir que recordaba a sus aventuras de una noche, y por otro lado, le alegraba que aún inconsciente, ella lo familiarizara. Y aunque no había pasado nada íntimo con ella, ya sabía a ciencia cierta qué ella le ponía tieso su palo, usualmente eso no ocurría con cualquier otra persona. —¿Que crees tú? —preguntó Hazard —¡Creo que eras tú la persona con quien pasé la noche hace unos días atrás. —¿Y eso te hace mía o no? —preguntó de nuevo. —Depende —dijo ella. —¿De qué depende? —cuestionó otra vez. —Pues de que hayas dejado en mí una impresión profunda. —¿No lo he dejado? —No del todo —dijo ella. —¿Que se necesita para dejar una huella profunda en ti? Carlota ya no respondió, solo observó con cuidado. Así que Hazard sonrió sutilmente, él dijo a continuación. —Necesito pasar esta noche contigo —la cara de Carlota se había puesto pálida. Hazard le pasó una nota en sus manos y salió fuera de la habitación, afuera estando ya lejos de la vista de Carlota, agachó su vista para ver su nepe abultado, "solo ella puede hacerme esto" que caraj'os, se dijo dando la vuelta y yendo se del lugar. No sabía que un detective lo estaba siguiendo a él. Entró en donde se llevaba la actividad y se escabulló entre el gential. Ahí trató de relajarse sin lograrlo, solo pensaba en si ella acudiría a esa cita más tarde. Por su parte Carlota se había dado cuenta que si quería ir a esa cita, y que se sentía que deseaba estar con ese hombre, ¿porque es que lo hallaba tan gratificante estar cerca de él? Se sentó por un largo rato, hasta que su asistente la llamó, le dijo que ella era la diseñadora estrella de esta noche, rápido se levantó, se sacudió y se arregló el vestido y el maquillaje, luego se fue para reunirse con el resto de los invitados. —¡Bienvenida! —la elogiaron los ojos de casi todos estaban sobre ella, en particular los ojos verdes de ese hombre, el de Hazard Tahidi, el Empresario prestigioso quien miraba a Carlota con mucha admiración —¡Es guapa! ¿no? —dijo Adela, una mujer de su misma cultura, pero que había viajado mucho y conocía muy bien el mundo fuera de su país y cultura. —¿Que haces aquí? preguntó Hazard, la respuesta ya lo sabía él, pero se quería asegurar de la que me dieran. —Soy libre de viajar por el mundo, ¿no? —Te voy a advertir, no busques por aquí lo que no se te ha perdido. —a Adela no le gustó su pregunta y el tono en que le hablara. —Te esperan en casa, Romeo de las extranjeras —dijo la mujer en tono burlón. Hazard solo quedó sumido en sus pensamientos, era verdad que se había enamorado de su primera esposa y ella era extranjera, pero no había elegido él enamorarse de alguien que era lejos de su propio país, y tampoco era un delito.
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