La invitación

1143 Words
Al bajarse del avión, María se encontró con Lucas nuevamente. Él estaba allí, casualmente en la misma zona de recogida de equipaje. Se saludaron con una sonrisa y algunas palabras amistosas antes de ir cada uno por su lado. María quiso pensar que era solo una coincidencia para no hacerse ilusiones. Mientras salía del aeropuerto, no podía evitar sentirse un poco intrigada por este inesperado encuentro. De vuelta en Melbourne, la vida de María retomó su ritmo frenético. Sus días se llenaron rápidamente con trabajo, clases y compromisos sociales. Se mantenía ocupada, sumergiéndose en sus proyectos y tratando de encontrar un nuevo equilibrio. Dos semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Una tarde, mientras revisaba su correo electrónico en un pequeño café cerca de su oficina, su teléfono vibró. Era un mensaje de Lucas. Su corazón dio un pequeño salto al ver su nombre en la pantalla. Sin embargo, el contenido del mensaje fue mucho más neutral de lo que esperaba. “Hola María, espero que estés bien. Solo quería saludarte y recordarte que aquí tienes mi número. Saludos, Lucas.” María sonrió, aunque con un ligero toque de decepción. Le habría gustado que Lucas fuera más directo, quizás invitándola a salir. No obstante, no dejó que su desilusión se mostrara. Respondió con un mensaje cordial, agradeciéndole por el saludo y esperando que él también estuviera bien. En su mente, María fantaseaba con la idea de que Lucas tomara la iniciativa y planeara algo concreto. Sin embargo, no dejó que esto afectara su comportamiento. Se concentró en su trabajo, que había comenzado a exigir más de ella. Su jefe, el Sr. González, había empezado a depender excesivamente de ella. Al principio, María lo vio como una señal de confianza en sus habilidades. Pero pronto se dio cuenta de que sus expectativas eran irrazonables. Constantemente le asignaba tareas fuera de su horario laboral y la contactaba durante los fines de semana para proyectos urgentes. Una tarde, mientras trabajaba en un informe que debía presentarse al día siguiente, el Sr. González se acercó a su escritorio con una pila de documentos. “María, necesito que revises estos contratos y me los tengas listos para la reunión de mañana a primera hora,” dijo, dejando caer los documentos con un ruido sordo. María miró la pila y luego a su jefe, sintiendo una creciente frustración. “Señor González, ya estoy trabajando en el informe que me pidió para mañana. No creo que tenga tiempo suficiente para revisar estos contratos también.” El Sr. González frunció el ceño, claramente molesto por su respuesta. “María, necesito que esto se haga. Encuentra la manera de hacerlo. Confío en tu capacidad para manejar múltiples tareas.” Con un suspiro resignado, María asintió y se puso a trabajar. Sabía que no tenía otra opción, pero la situación comenzaba a ser insostenible. Sentía que su jefe se estaba convirtiendo en un explotador, aprovechándose de su dedicación y compromiso. Esa noche, mientras se dirigía a casa después de otra larga jornada, su teléfono vibró nuevamente. Era otro mensaje de Lucas. Esta vez, su corazón latió con fuerza mientras lo abría, esperando algo más significativo. “Hola María, solo quería saber cómo te ha ido estas semanas. He estado bastante ocupado con el trabajo, pero espero que podamos ponernos al día pronto. Saludos, Lucas.” De nuevo, un mensaje cordial pero sin la invitación directa que María anhelaba. Respondió de manera amigable, contando brevemente sobre su ajetreo en el trabajo y su deseo de ponerse al día también. Mientras respondía, se dio cuenta de que desearía que Lucas fuera más directo y claro con sus intenciones. Sin embargo, no podía forzarlo a ser alguien que no era. Decidió mantenerse abierta pero no dependiente de sus mensajes. Al día siguiente, el Sr. González, Jefe de Maria,le pidió que se quedara después de una reunión para discutir un nuevo proyecto. María ya estaba agotada, pero accedió, sabiendo que negarse solo empeoraría las cosas. “María, este nuevo cliente es muy importante para nosotros. Necesito que te encargues de toda la logística y te asegures de que todo salga perfecto,” dijo el Sr. González con un tono que no dejaba lugar a objeciones. “Entiendo, señor González,” respondió María, tratando de mantener la calma. “Pero realmente necesito un poco más de apoyo para manejar todo esto. No puedo seguir haciéndolo todo sola.” El Sr. González la miró con una mezcla de sorpresa e irritación. “María, eres una de nuestras mejores empleadas. Sé que puedes manejarlo. Pero si necesitas apoyo, veré qué puedo hacer.” María asintió, aunque no estaba convencida de que su jefe realmente le proporcionaría la ayuda que necesitaba. Salió de la oficina sintiéndose aún más agotada y frustrada. Esa noche, mientras reflexionaba sobre su situación, se dio cuenta de que algo tenía que cambiar. No podía seguir permitiendo que su jefe se aprovechara de su dedicación, ni podía esperar indefinidamente a que Lucas tomara la iniciativa. María decidió tomar el control de su vida. Empezó a buscar nuevas oportunidades de trabajo y a considerar la posibilidad de cambiar de entorno profesional. Sabía que merecía un lugar donde su esfuerzo y talento fueran apreciados y respetados. Dos días después, mientras revisaba ofertas de trabajo en su laptop, recibió una notificación de un nuevo mensaje. Era de Lucas. “Hola María, he estado pensando y me gustaría invitarte a tomar un café este fin de semana, si estás disponible. ¿Te parece bien?” María sintió una mezcla de alivio y emoción. Al fin, Lucas había dado el paso que tanto esperaba. Pero antes de responder, tomó un momento para reflexionar sobre lo que realmente quería. Finalmente, decidió aceptar la invitación. Respondió con un mensaje breve pero positivo, confirmando su disponibilidad. Mientras se preparaba para el fin de semana, María sabía que aún quedaban muchos desafíos por delante, tanto en su vida profesional como en la personal. Sin embargo, también sentía una renovada determinación para enfrentar esos desafíos y buscar un futuro que realmente la hiciera feliz. El sábado llegó y María se dirigió al café donde se encontraría con Lucas. Mientras esperaba en la mesa, su mente se llenaba de pensamientos y expectativas. Justo cuando estaba a punto de revisar su teléfono, Lucas apareció, sonriendo y saludándola desde la puerta. Por otro lado en España, Juan se seguía negando a tener una cita después de que se enteró que María había estado embarazada, solo tenía alguna que otra cita casual por una o dos noches y volvía a la soledad de su departamento de soltero, con la esperanza de que después de la carta, una respuesta de María apareciera por cualquier vía, pero ya habían pasado varios meses y Juan estaba perdiendo las esperanzas, se negaba también recurrir a buscarla y ser un impedimento en su camino.
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