Mi mandíbula se tensa apenas, pero no por incomodidad. Es automático. Siempre que hablan de ella, se me activa algo en el pecho. —Rebelde… pero bien —respondo, con una pequeña sonrisa, ladeando el vaso entre mis dedos—. Está en esa etapa donde todo es un drama, donde cada decisión mía es un intento de control, y cada palabra mía es un ataque a su independencia. Pero la estoy manejando. Leonardo suelta una carcajada ronca. —Hermano, jamás te vi como padre. Nunca. Ni cuando te vi salvar a una chica alegre en Varsovia ni cuando le disparaste a aquel tipo por escupir cerca de ti. Pero ahora… ahora hablas como un padre frustrado que intenta no perder la cabeza. —No soy su padre —respondo enseguida—. Pero soy todo lo que tiene. Solo me tiene a mí. Y eso… eso es más presión de la que pensé qu

