Me acerco aún más, mi respiración chocando con la suya. El deseo es una línea delgada que vibra entre nosotras, casi tangible. Mis dedos rozan su cuello, bajan por su clavícula con lentitud. Siento el temblor en su piel.
—Entonces, ven por él —le susurro.
No hay otra salida, así es el juego y yo soy de las que pagan, y obviamente de las que ganan. He obtenido lo que quería, ahora es su turno de disfrutar de su pago.
No es la primera vez que una mujer desea estar conmigo, creo que este momento será un regalo de Navidad para ella.
Bueno y ahí estaba... Y ahí, en esa suite donde la música se mezcla con el sonido del deseo, empiezo a bailar solo para ella. Sensual. Provocadora. Mis movimientos son como olas lentas, como viento caliente, como un veneno que se desliza suave por la piel.
Car
