+++++ Ya pasaron cinco largas horas. Cinco horas de puro estudio, matemáticas, lógica, comprensión, lectura y todo eso que a mí, sinceramente, me interesa tanto como las clases de bordado de la abuela de Margaret. Me levanté del sofá, estirándome como una gata perezosa mientras Margaret seguía concentrada en explicarle a Catalina cómo resolver un maldito problema de ecuaciones cuadráticas que, por Dios, jamás va a usar en la vida real. —Ya vuelvo —murmuré, sin esperar respuesta—. Necesito… aire. Salí del salón de estudio caminando con desgano, pero al mismo tiempo con la ligereza de haberme liberado de una prisión temporal. No voy a mentir: me aburrí. Mucho. Catalina al principio fue una pesadilla, sí. Una niñita rica, mimada, arrogante, con más cremas en su baño que libros en su biblio

