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670 Words
—¡Excursión!— canturreó Kara bailando a mi alrededor. —Es la primera semana, no pueden organizarla tan pronto.— me negaba a creerlo, a penas conocía a mis compañeros. —Todos los años hacen la reserva para el siguiente curso de primero de bachillerato.— hablaba lentamente, como si me hubiese despertado en el hospital con amnesia y me explicase que soy madre de nueve hijos. —¿Es obligatorio?— ella frunció el ceño, ahí supe que no iba a pasarme el fin de semana tirada en el sofá, lo cual sería un sueño hecho realidad (la gente no comprende que yo soy feliz así). —Para ti, sí lo es, ¿o pretendes que comparta la habitación con Summer?— la miró como si fuera una auténtica cucaracha voladora de dos metros sentada en el pupitre de al lado. —De acuerdo...— no pensaba ponerme a discutir, de todas formas mi madre me iba a obligar.— Por cierto, no te conté lo que pasó en la clase de cine ayer. —¡Suéltalo!— a mi sister se le hacía la boca agua con los rumores, no tardé en darme cuenta de ello, así que le contaba todos los cotilleos que podía encontrar. —Se quejó de los ladridos de Fylgja y dijo que odiaba las perras.— no tuve que aclararle el doble sentido, ella lo había percibido al momento y soltó un gruñido.— Pero Dash le dijo que las perras también la odiaban a ella, fue justo a tiempo porque estaba a punto de patear su sifilítico... —¿Dash?— ella me interrumpió bruscamente, como si hubiese nombrado a Napoleón en mi historia por error. —Sí, ¿por qué te sorprende tanto?— a mí se me daba bastante peor leer las expresiones de la gente que a ella, pero tampoco estaba ciega. —Él no suele hablar con nosotras, creíamos que su madre no le dejaba o algo por el estilo.— me resultó poco creíble que en todo el tiempo que llevase aquí no hubiera interactuado con alguien. Aunque, también sabía que si algo había pasado, Kara sería la primera o la segunda en saberlo. —Le gustas.— yo sostuve su mirada, tratando de no dejar caer mi máscara coloreada de gris indiferencia.— ¡Y él te gusta a ti!— imposible engañarla, mi máscara estaba hecha añicos. —Calma.— toda la clase de matemáticas nos estaba mirando, todas las alumnas, porque la profesora seguía escribiendo en la pizarra a pesar de que Kara estaba aplaudiendo de la emoción. —Ah...— dedicó unos segundos a escribir los nuevos apuntes en el cuaderno mientras yo escribía «COPIAR DE KARA» en el mío. El timbre comenzó a sonar y todos recogimos nuestros libros y cuadernos. —¿Ha sonado ya?— preguntó la profesora unos treinta y dos segundos más tarde. Nosotros asentimos, Kara y yo estábamos saliendo por la puerta en cuanto pudimos. Hoy era uno de esos maravillosos días en los que la menopausia le da un respiro y nos deja salir a nuestra hora en vez de quedarse explicando más temario. —¡Kara! ¡Vamos!— un par de chicas de clase (cuyo nombre no recuerdo, ni entonces ni ahora) le hacían señas para que fuera con ellas. —Hey, las chicas y yo vamos a ir al instituto de chicos a ver a unos amigos ¿por qué no te vienes?— contestar no era necesario, le bastaba con verme la cara. —Mi madre me mataría.— aún así respondí para dejar claro que en esta ocasión no era solo culpa de mi pereza. —¿Quieres que te acompañe a casa? Puedo alcanzarlas más tarde...— yo negué con la cabeza. —Ve y lígate a algún imbécil que te invite a cenar.— sonreí diciendo adiós con la mano. —¡Gracias, sister!— chilló alegre mientras corría hacia las otras chicas. Ya podían cuidar de ella.
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