Entré en la clase y era genial, mesas y sillas a la derecha, cámaras y atrezzo a la izquierda, además las paredes estaban llenas de pósters de películas, eran clásicos que adoraba, podrían haber estado colgados en las paredes de mi habitación en vez de allí.
—¿Tú eres la nueva?— una chica más alta, más delgada, más sonriente, más rubia y más todo que yo; me asaltó con su pregunta.
—Me acabo de mudar.— sin duda era nueva, ¿Pero,era LA nueva? No me consideraba de edición limitada.
—Tu perro despertó a todos el otro día.— como no, mi madre volvía a tener razón y habíamos dado una primera impresión horrible en todo el vecindario.
—Lo siento, mi perra no suele ladrar tanto.—era cierto, Fylgja es muy tranquila normalmente, podría tener una alfombra en su lugar y casi no notaría la diferencia.
—Odio las perras.— dijo masticando un caramelo para la tos y yo me empecé a quitar la chaqueta lista para mi primera pelea en este sitio (la experiencia me aconsejaba golpear primero en las partes blandas) tenía mucho que enseñar a esta perfecta gilipollas.
—Y seguro que las perras te odian a ti también, Summer.— dijo alguien a mis espaldas al mismo tiempo que me volvía a colocar la cazadora.
Summer se quedó sin palabras, y cuando me giré y descubrí a un sonriente Dash comprendí porqué. En realidad, no debería sorprenderme, esa voz grave y adormilada solo podía ser del único alumno de este instituto.
—Empieza la clase.— dijo aquel hombre al entrar.
Debía ser el profesor, pero no lo parecía, solo le delataba la edad.
Llevaba el pelo arremolinado con canas infiltradas entre los mechones negros, el mismo color que las gafas de pasta (seguro que sin ellas veía menos que yo en clase de matemáticas), pero lo que más me llamó la atención fue el hecho de que llevara una camisa, con un suéter encima, sobre ello una chaqueta de punto y finalmente un abrigo.
Andaba tan libremente que parecía levitar entre las mesas.
—Profe...— Summer comenzó a hablar sin que se hubiera sentado.
—¡Levantad la mano! ¡Insultadme si queréis, pero levantad la mano antes!— entonces hubo una batalla entre las vocecitas de mi interior para decidir si le insultaba o no.— A vuestros sitios.
Todos llenaron la primera, segunda,tercera, cuarta y quinta fila. Solo quedaban asientos en la desierta última fila, donde Dash estaba.
Me entró el pánico al ver que yo era la única en pie, y me senté dejando una silla de distancia entre nosotros, con la idea de no ser demasiado agobiante, sinceramente me daba un poco de corte estar tan cerca. Dash era tan guapo que daba vergüenza mirarle a la cara, y eso solo ocurre con los extremos, o cuando la gente es hasta desagradable de ver, o bien tienen tanta belleza que los ojos te hacen chiribita como cuando miras directamente al Sol.
—Muy bien, empezamos un nuevo curso.— esperaba que pasase lista como todos los demás profesores, en lugar de eso encendió un enorme televisor de pantalla plana y se colocó frente al ordenador al que estaba conectado.
—¿Con qué empezamos? ¿Kubrick? ¿Coppola? ¿Tarantino?— comenzó a pasar el ratón por una lista de películas geniales que me encantaban y otras que ni conocía.— Creo que Pulp Fiction está bien para empezar el año.
No pude evitar sonreír, era una de mis favoritas, no podía creer que eso fuera una asignatura.
—¿Te doy alergia?— tuvo que hablar para que recordase que Dash seguía ahí.
—¿Qué?— susurré confusa, mientras pasaban los avisos de copyright de la película.
—¿Por qué te has puesto tan lejos?— él sonrió y yo me quedé callada, no esperaba tener que responder a eso.
—No quería molestar.— murmuré mirando a la pantalla, sin valor para mirarle a los ojos.
Él se echó a reír en voz baja y se movió al asiento que estaba junto al mío.
—Soy Dash, por cierto.— susurró haciendo que se me pusiera el vello de punta.
—Encended la luz.— dijo el profesor.— ¿Queréis una amonestación?— su expresión no era de regañina, era la de estar poseído por el demonio.
Y sin saber cómo ni cuándo, toda la clase se había girado para mirarnos mientras el profesor amenazaba con unas hojas de color rosa.