Ángela

685 Words
Llegó al piso que tenía de alquiler, sus cosas estaban en la puerta y había una nota de desahucio, —¡No!, ¡No!, ¡Esto no puede estar pasando! —se lamentó. Había llegado de su pequeño pueblo apenas seis meses atrás, su madre había fallecido dejándole como herencia una pequeña casa, la cual ella adoraba, decidió buscar trabajo en la ciudad e ir cuando pudiera a la casa, en su pueblo no había trabajo para una mujer, pero nunca la vendería. Después de años huyendo de su padre, el cual maltrataba a su madre y ya había propinado un par de golpes a Ángela, habían encontrado ese lugar tranquilo y seguro, donde pudieron ser felices juntas. —Perdóname, Ángela, he hecho todo lo posible por intentar mantener el bar, pero es imposible—, le había dicho Manuel, el dueño del bar donde consiguió trabajo. —No es culpa tuya, pierdes más tu que yo— le contestó comprensiva. El trabajo de toda una vida y se lo había llevado la dichosa crisis, pensó Ángela. —Si volviese a abrir, serás la primera a la que llamaré. Los ojos de Manuel estaban brillosos por las lágrimas. Ángela lo abrazo para consolarlo, sería difícil encontrar trabajo con su poca experiencia, pero algo saldría, pensó. Ya hacía tres meses de eso y no había encontrado nada, con sus ahorros solo le dió para pagar un mes de alquiler, y ahora estaba durmiendo en su coche, no sabía cómo se podía llegar tan rápido a esa situación. Se encontraba repasando la ciudad en busca de empleo cuando cogió un periódico y vio un anuncio, "Se buscan empleadas de limpieza, edificios y oficinas", leyó más abajo donde ponía la dirección. —Gracias —susurró al cielo. Llegó a la dirección que indicaba el periódico, era un edificio enorme, se miró en el espejo de la puerta antes de entrar, se alisó un poco la ropa y recogió su pelo en una coleta, por suerte Barcelona tiene muchas playas y se había podido dar un baño, olía a mar, pero mejor eso que a sudor. Entró en el gran edificio y se dirigió a la recepcionista, esta la miró de arriba a abajo. —Vengo por el anuncio. La recepcionista la volvió a mirar de arriba a abajo, Ángela pensó que tampoco iba tan mal, al fin y al cabo solo era limpieza, ¿Porqué la miraba tanto?. —Décima planta —le indicó seca. Ángela le dió las gracias y se dirigió al ascensor, presionó el botón de la décima planta justo cuando entró otra chica, era alta y delgada. —¡Que nervios! —Si— le sonrió ella. ¿Qué hacía una chica así en una entrevista de limpieza?, parecía modelo. "Bueno la crisis es difícil para todos", pensó sin darle más vueltas. Al abrirse las puertas del ascensor acabó más confusa, en esa sala había varias mujeres, todas muy guapas y con un tipazo, antes de que tuviera tiempo a pensar, una mujer le dio un formulario y un contrato. —Vaya rellenando esto —le ordenó la mujer. El formulario tenía preguntas personales y ...muy raras, pensó Ángela, edad vale, ¿Pero por qué querían saber si mantenía relaciones sexuales habitualmente?, miró a su alrededor, todas lo rellenaban en silencio y sonreían, terminó de rellenarlo a regañadientes, dedujo que en la ciudad eran así, salió un hombre vestido con traje de un despacho, dijo cuatro nombres de mujeres y les pidió que se fueran, estás se marcharon de mal humor. —¡Que se habrán creído!— dijo una indignada. La mujer de la entrada cogió sin aviso su formulario y el contrato, que aún no había acabado de rellenar, los revisó. —¡Firma el contrato vamos!— le dijo nerviosa. Ángela la miró, ¿Porque tanta prisa?, pensó extrañada de nuevo, y lo firmó, la mujer se lo entregó al hombre con traje, lo cogió y volvió dentro. Ángela empezó a ponerse nerviosa y tamborileo con las piernas, entraban y salían chicas, algunas se quedaban, otras se iban llorando o enfadas.
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