Cinco

1377 Words
Kamil Me quedé ahí, parado en la cocina con la taza en las manos y una sonrisa estúpida en el rostro. No podía creer lo que acababa de pasar, mi padrastro había estado a punto de tocarme. Estaba contento, aunque no entendía a qué se debía ese cambio de actitud, hasta ayer, antes de empezar a hablar sobre Cecylia, todo parecía normal, me trataba como siempre, pero ahora había pasado su mano por mi cuerpo como nunca antes lo había hecho. Puse mi taza en la cafetera, puse una cápsula y esperé a que la taza se llenara todavía con la sonrisa pegada en mi rostro. Me paré contra la mesada todavía con la sensación de sus dedos recorrer mi piel. Cuando la taza estuvo llena, me serví el desayuno que había preparado él y me senté a comer. Mi primer pensamiento después de darle un sorbo a mi café fue hablarle a David sobre lo que había sucedido, pero descarté la idea, quería guardarme esto para mí. Alimentaría más mis fantasías solo con eso. Después de desayunar, lavé todo, subí a mi cuarto, me cambié, agarré mi celular y volví a la sala para desplomarme en el sofá mientras encendía el televisor. Dejé cualquier programa solo para hacer ruido mientras miraba mi celular distraídamente, sin interesarme en nada en particular, pero curioseando por todos los perfiles de mis conocidos, aunque me gustaba revisar el perfil de David, siempre subía una cantidad estúpida de historias a i********: sobre cada segundo de su día. Cuando estaba aburrido, me gustaba mirar todo lo que subía. Estuve así, tirado, entretenido con las fotos y videos de mi amigo hasta que escuché la puerta principal abrirse. Me obligué a actuar como si nada hubiera pasado, sabía que mi padrastro se sentiría incómodo si actuaba de otra manera, pero no lo dejaría pasar, había logrado, de alguna manera, empujarlo a que actuara así. No sabía exactamente qué había hecho, pero lo mejor era no forzarlo ahora, no después de cómo había salido de casa. Lo miré, estaba completamente bañado en sudor, había ido al gimnasio. Tenía la camiseta empapada, bastante pegada al cuerpo. Me obligué a mirar su rostro, él me sonrió, parecía un poco más relajado ahora. Subió las escaleras, lo siguiente que escuché fue la puerta del baño y la ducha. Me acomodé en el sofá y lo esperé. Sonreí imaginando miles de cosas, más de las que ya imaginaba teniéndolo cerca. El timbre sonó de repente haciéndome sobresaltar, me levanté y caminé hasta la puerta esperando que sea algún vendedor o algo que hubiese pedido mi padrastro, aunque era poco probable, era domingo. Pensé en el tío Norbert, a veces venía a traerle papeles, o Ewa, que venía a terminar de prepararse con mi padrastro. Cuando abrí, una ráfaga de perfume empalagoso me golpeó en la cara, era Cecylia que venía a joder mi tranquilidad. —¿Quién es, cariño? Me giré a mi padrastro, solo tenía una toalla atada en la cintura y el cabello bastante mojado, lo tenía peinado hacia atrás, pero podía ver cómo goteaba el agua por su cuello y su pecho. Sentí un empujón de atrás arrancándome del atontamiento. —Adam, mi amor. —La voz chillona se Cecylia se abrió paso por la sala junto con sus pasos—. Vine a verte. Cerré la puerta sin quitarle los ojos de encima a Cecylia, sentí asco, sobre todo cuando se acercó a él para besarlo en los labios. Solté un suspiro pesado, intentando que sea lo suficientemente sonoro como para que ambos escucharan. Mi padrastro me miró por encima del hombro de ella, su rostro estaba serio, pocas veces lo había visto así. ¿Se había enfadado? Decidí que no me quedaría a comprobarlo, me acerqué a ellos, pero, después de esquivarlos, subí las escaleras para meterme a mi cuarto. Me alisté para salir y volví a salir al pasillo, donde me crucé con mi padrastro. —¿Saldrás? —Voy a la casa de David. No quiero ser mal tercio. —No lo eres, cariño. —Me voy, papá, nos vemos más tarde. Pasé por su lado, pero me detuve en seco, me giré a él, me acerqué y le besé en la mejilla, lo más cerca que pude de la comisuras de sus labios. Me separé y me fui antes de que me dijera algo, sea para detenerme o para regañarme por comportarme así. Caminé sin rumbo, no quería ir a la casa de David, no tenía ganas de tener que contarle quien ocupaba mi casa ahora. Pensándolo bien, debí quedarme, como me lo pidió mi padrastro, pero odiaba estar cerca de ella, odiaba escuchar su voz chillona, esa risa estúpida que taladraba los oídos. Prefería dejarles la casa para ellos, que seguir aguantándola a ella. *** Llegué a mi casa cerca de las nueve, afuera ya había oscurecido y solo no me daba ganas de dar vueltas por la ciudad, solía ser más divertido con David. Cuando entré, la casa estaba a oscuras y en silencio. ¿Estarían durmiendo? Levanté la mirada a las escaleras, no me atrevía a ir a su habitación a verificar que estuvieran ahí. No me agradaba la idea de encontrármelos abrazados en la cama. De repente, una puerta se abrió, era la del despacho de mi padrastro, lo miré, él salió en dirección a la cocina, no se había dado cuenta de mi presencia. Esperé unos segundos, aguzando el oído todo lo que podía, quería saber si estábamos solos o ella seguía aquí. Escuché los pasos de mi padrastro salir de la cocina de nuevo. —¡Mierda, Kamil! ¡Casi me matas del susto! ¿Qué haces en la oscuridad? —¿Ya se fue? —¿Quién? —preguntó encendiendo la luz. —Cecylia. —Sí, le pedí que se fuera luego de que salieras. —Hizo una pausa—. ¿Por qué te fuiste así? —No quería molestarlos, papá. —Lo miré unos segundos antes de apartar la mirada. —¿Almorzaste al menos? Te fuiste todo el día. Sentí las mejillas arderme un poco, me había ocupado todo el día en distraer mi cabeza de lo que imaginaba que estuviera pasando aquí que ni siquiera me detuve a pensar en el almuerzo o la hora que sería. Ni siquiera había salido con demasiado dinero, solo tenía lo suficiente para jugar en el arcade del centro comercial donde me había pasado todo el día. Negué con la cabeza como si fuera un niño de nuevo y hubiera hecho una travesura que él descubrió. —¿Me regañarás? —Podría hacerlo, aún vives bajo mi techo. —Me miró con una mirada seria antes de sonreírme—. ¿Qué te gustaría cenar? —Lo que sea, papá, no te preocupes. —Me quedé callado unos segundos—. ¿Cecylia sigue aquí? —Le pedí que se fuera para que podamos disfrutar algo de tiempo juntos. Me acerqué a él sonriendo, me sentí un niño pequeño de nuevo, seguía preocupándose por mí como si lo fuera. En otras circunstancias me hubiera molestado, pero ahora, después de que me dijera que echó a Cecylia por mí, me hacía sentir que era más importante que ella. Me cruzó el brazo por los hombros y me llevó al la cocina haciendo una lista de comidas que podía hacer ahora y que no le llevaría mucho tiempo. Lo dejé que decidiera él, sabía que, de todas maneras, me gustaría lo que preparara. Unos minutos después, ya estábamos en la mesa cenando juntos en silencio. Parecía que la incomodidad ahora se había instalado entre nosotros de repente. Lo miré, él estaba concentrado en su copa de vino. No solía beber, menos cuando al otro día era lunes y debía trabajar. Me pregunté cuál sería el problema, que bebiera en la cena era indicador de que algo había sucedido y prefería disolverlo con alcohol y no confrontar. ¿Habría discutido con Cecylia? ¿Habrían roto? Era algo que quería, pero no quería que él sufriera por eso. De repente, me miró con el semblante serio, más de lo habitual, más de lo que lo había visto aún cuando estaba enojado conmigo. —Kamil, necesito hablar contigo.
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