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Esposa Mimada.

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Blurb

Mi guapo vecino Alejandro ha publicado en el periódico que busca una esposa, así que me he formado en la fila para postularme.

Según el doctor si no consigo dinero para mi tratamiento podría morir o perder la oportunidad de una operación.

Así que decidí que no tengo nada que perder, si muero en el intento mi familia quedaría con mucho dinero.

Pero hay un solo detalle importante: Mi vecino está en silla de ruedas desde hace algún tiempo, es repudiado por todo el que le rodea, menos por mi porque suspiro por él..

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El periódico.
Mi mejor amiga Paola me ha mostrado el periódico donde dice que el gran hombre de negocios Alejandro Cooper ‘busca esposa’. Ella piensa que si soy elegida para ser la esposa de Alejandro Cooper, todos mis problemas pueden ser resueltos, al menos los tratamientos que son bastantes caros por el problema que tengo en el corazón. Hoy me he preparado para ir a la empresa más importante de desarrollo de tecnología, voy con mi curriculum en manos, intento vestirme lo mejor posible, así que espero tener suerte. —Por favor Paola no le vayas a decir esto a mi hermano, porque si resulta que no quedo como la esposa, lo cual es muy probable, simplemente quedará entre nosotras— Le dije mientras me abrochaba mis jeans. —No te preocupes, el payaso de tu hermano no se va a enterar y por favor ve con más ánimo y ponte positiva— Respondió Paola muy confiada. —Estoy positiva, pero me imagino que irán muchas mujeres mucho más hermosas y preparadas que yo—. Respondí llena de dudas. Sin embargo decidí que no había vuelta atrás, tomé mi pequeño bolso de lado, tomé un taxi y fui hasta la empresa. Al rededor de las 8:15 de la mañana bajé del taxi, siempre que pasaba por allí me quedaba asombrada, era una empresa muy grande y además por fuera llamaba muchísimo la atención. Entro tímidamente, me quedo asombrada por cómo es todo por dentro, no tardo mucho tiempo en darme cuenta que necesito poner los pies sobre la tierra, así que me acerco a la recepción para pedir información. —Buenos días señorita, vengo por el anuncio del periódico— Dije tímidamente, me estaba muriendo de la vergüenza. —Buenos días, tome el ascensor y suba al quinto piso, solo deberá formarse a la fila, espero que tenga suerte— Finalmente dijo la recepcionista. Tomo el ascensor como lo indicado, subo al quinto piso, tan rápido salí, pude ver que habían más de 50 féminas en aquel lugar. Sentí deseos de irme pero ya estaba ahí, no tenía nada más que perder, así que tomé el número que me correspondía y tomé asiento. Las personas entraban y salían rápidamente, algunas tardaban más pero no era de todos modos mucho tiempo el que duraban dentro. Llegó el medio día y yo aún estaba sentada en el mismo asiento, mi cálculo había salido mal, no habían más de 50, quizás habían más de 100 y yo era prácticamente una de las últimas. El día se estaba convirtiendo en desespero total para mi, al grado de que pensé en retirarme, pero una vez más me quedé pegada a la silla como si no pudiera moverme. La hora avanzó muy lenta, pero sin embargo eran las 7:25 de la noche, ya prácticamente quedábamos pocas hasta que un hombre salió para dar un anuncio importante. —Por favor jóvenes, retírense, ya el señor Alejandro Cooper no recibirá a nadie más— Dijo aquel hombre. Vi que las mujeres que aún faltaban, recogieron sus cosas y se marcharon, no les importó el tiempo que tardaron allí. —Señor disculpe, pero yo no puedo irme, estoy aquí desde las 7:15 de la mañana y no es justo que ahora usted salga diciendo que debemos irnos— Le dije mientras caminaba hacia él. —Lo lamento mucho pero ya el señor Alejandro está muy cansado, así que es tiempo de irse a casa— Respondió con amabilidad. —Pues dígale al señor Alejandro que yo también estoy cansada, dígale que me tiene horas esperando y no me iré hasta que me reciba— Respondí con tranquilidad pero con decisión. De repente se escuchó una voz decir: ‘Déjala que pase’. Aquel hombre me guió hasta la oficina de Alejandro, ambos entramos juntos. —Buenas noches— Dije con timidez. —Deje su currículum en el escritorio, puede retirarse, si la elijo como esposa la llamaremos— Respondió sin ni siquiera levantar la mirada del computador. —Pensé que usted era más educado pero solo veo que es fachada, tantas horas me hizo esperar para decirme que le deje mi curriculum encima de su escritorio, al menos mírelo y léalo— Respondí sin rodeos. Alejandro tomó el curriculum, lo miró y observó un poco, ni siquiera había levantado la mirada para mirarme. —Ya lo vi, ahora puede retirarse. —Al menos pregunte algo que quería saber, ¿o su decisión se basa solo en lo que está ahí escrito?— Pregunté mientras tomaba asiento. —¿Quién es usted para decirme cómo tengo que hacer mis cosas?— Respondió levantando la mirada, finalmente nuestras miradas se cruzaron. —Yo ahora no soy nadie, pero podría ser su esposa— Le respondí tragando hondo. —Ja, ya por su actitud no creo que sea tomada en cuenta, yo busco a una persona que me obedezca, que cumpla mis reglas y está muy claro que usted no podrá hacer eso— Respondió con una sonrisa sarcástica. —Usted solo diga cuáles son las reglas que yo las obedezco. —Las reglas son fáciles, no enamorarse, no sexo, no se habla de amor, debe ser matrimonio Perfecto delante de los demás pero en secreto puedo hacer mi vida y eso significa acostarme con la mujer que quiera, incluso en mi casa, ¿Usted podría con eso?— Preguntó clavando su mirada sin parpadear. —Usted es muy drástico, mejor mejoremos esas reglas, todo lo que dijo al principio lo acepto, pero eso de llevar mujeres no, creo que aunque no sea un matrimonio con amor, debería de haber cierto respeto. —No me haga reír, ¿Cómo dice que se llama?— Preguntó. —Mi nombre es Valeria Clerk, tengo 22 años de edad— Respondí. —Valeria usted habla como si la hubiese elegido como esposa y déjeme decirle que no es así, de hecho usted es la mujer que más ha hablado conmigo y por lo tanto creo que ya la conozco. Hágame el favor de retirarse, y de una vez le informo que no será llamada— Dijo sin dejar de sonreír, parecía que disfrutaba ser amargado. Me levanto de la silla porque me doy cuenta que no tengo nada que hacer allí, mi tiempo fue perdido, además sentía que hablaba con un mal educado y eso me irritada. —¡Que pasen buenas noches!— dije antes de retirarme. Salí de la oficina un poco enojada por la actitud arrogante de Alejandro, pensaba en mi mente que los ricos en su mayoría se comportaban de esa manera. Estaba esperando un taxi que nunca llegó, así que decidí irme caminando, total eso me ayudaría a despejar la mente.

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