—¿Quieres salir tú primero, o prefieres que lo haga yo? —pregunta con su voz rasposa por el éxtasis, cuando saca su mano de mi pantalón—. Aunque, si gustas, podemos salir juntos. Yo no tengo ningún problema en que tu padre y mi hermana se enteren del delicioso bocadito que me estoy degustando.
Giro la cabeza y lo miro, con los ojos bien abiertos por la impresión. En su rostro reluce una sonrisa socarrona y eso me molesta en sobremanera.
—Eres un cabrón —gruño—. ¿Cómo se te ocurre?
La sonrisa en su rostro se ensancha, irritándome mucho más.
—Y ni creas que voy a satisfacer tus demandas. No pienso ir a tu despacho.
—Claro que sí vas a ir.
—No.
Enarca una ceja y me mira, entre contrariado y divertido.
—Ree, yo soy un hombre tolerante y consentidor, pero si quieres comportarte como una
