*JADE*
Mis pensamientos se volvieron más oscuros con cada momento que pasaba en ese rincón. La sensación de ser insignificante en su mundo me aplastaba. Y, sin embargo, sabía que no podía rendirme. Había prometido quedarme a su lado, y aunque mi corazón doliera, no podía darme el lujo de abandonar. Él me necesitaba, aunque no lo supiera.
Finalmente, tomé aire y limpié mis mejillas con el dorso de la mano. Mi respiración seguía entrecortada, pero poco a poco me obligué a enderezarme. Sabía que tenía que volver, que no podía permitir que nadie me viera así. Ajusté mi cabello y mi ropa, intentando recuperar algo de la compostura que había perdido en ese rincón del hospital.
Aun con el pecho pesado, di un paso al frente y me dije a mí misma que debía ser fuerte. Aunque Grayson no recordara nada, yo recordaba lo suficiente para los dos.
Me acerqué lentamente hacia Grayson, quien estaba sentado al borde de la cama. Su mirada estaba fija en algún punto distante, como si buscara respuestas en un horizonte invisible. Mi corazón latía acelerado mientras intentaba decidir cómo abordar lo que quería decirle. No sabía si mi mentira serviría, pero necesitaba que él creyera en algo, que encontrara un sentido, aunque fuera ficticio, en medio de su confusión.
—Grayson —murmuré con suavidad, tomando asiento frente a él—. ¿Sabías que siempre fuiste el amor de mi vida?
Sus ojos se movieron hacia mí, pero su expresión permanecía en calma, casi imperturbable. Sentí un nudo formarse en mi garganta, pero me obligué a continuar.
—Nos amábamos tanto —dije, intentando que mi voz sonara cálida y genuina—. Éramos inseparables. Desde pequeños siempre estuvimos juntos. Decías que yo era tu refugio, tu lugar seguro.
Grayson me observaba con esa mirada inquisitiva que me hacía sentir vulnerable. No había emoción visible en su rostro, solo una curiosidad distante. A pesar de eso, seguí adelante.
—Cuando te fuiste al extranjero, me prometiste que regresarías por mí. Pues nunca dejarías que la distancia nos separara. Yo… esperé todo este tiempo porque sabía que lo cumplirías, que volverías para estar conmigo.
Tomé su mano con cuidado, buscando alguna señal de conexión, pero él no hizo nada, no la retiró ni la apretó. Solo me miraba.
—Tuviste muchos momentos difíciles; sin embargo, siempre decías que yo era tu fuerza. Eso… eso nunca cambió, incluso cuando estabas tan lejos.
La mentira era un peso que se sentía extraño en mi pecho, pero tenía la esperanza de que esta pequeña construcción, este espejismo, pudiera darle algo de estabilidad en medio de su vacío. Grayson mantuvo la mirada fija en mí, como si intentara descifrarme. Su silencio era tanto una respuesta como una pregunta.
—Ahora estamos aquí —continué, mi voz, apenas un susurro—. Todo será mejor, Grayson. Estoy contigo, como siempre lo estuve. Solo necesitas creerlo.
Mi intento de sonar convincente se sentía frágil, incluso para mí. Pero me aferraba a esa idea, a la esperanza de que, tal vez, Grayson aceptara esta historia como una verdad que pudiera sostenerlo. Su mirada permanecía en mí, tranquila, pero profundamente impenetrable, como si estuviera observándome desde un lugar lejano al que yo no podía llegar.
Y en ese momento, me di cuenta de algo: Grayson quizás no estaba dispuesto a creerme, sin embargo, tampoco me estaba rechazando. Y eso, por ahora, era suficiente.
Estaba sentada al lado de Grayson, sosteniendo su mano entre las mías, cuando los médicos entraron en la habitación. Mi cuerpo se tensó automáticamente al verlos; uno de ellos era el cirujano que se encargaría de operar su pierna. Era un hombre de rostro serio y profesional, cuya presencia parecía dominar el ambiente.
Grayson levantó la mirada hacia ellos, con una mezcla de curiosidad y desconfianza en sus ojos. Yo, por mi parte, intenté transmitir calma, aunque mi corazón latía acelerado.
—Señor Grayson —empezó el cirujano, dirigiéndose a él con un tono firme, pero respetuoso—, queremos explicarle los detalles del procedimiento que realizaremos en su pierna.
Asentí ligeramente, como si quisiera darle a Grayson el empujón que necesitaba para prestar atención. Observé cada movimiento de los médicos, intentando captar toda la información que pudiera.
—La cirugía es necesaria para corregir las lesiones y asegurar una recuperación adecuada. Sin ella, la movilidad de su pierna podría quedar seriamente afectada —continuó el cirujano, mientras sostenía una tabla con los análisis y radiografías.
Vi a Grayson apretarse los labios y bajar la mirada hacia su pierna inmóvil. Sabía que debía estar procesando cada palabra, pero su silencio me preocupaba.
—¿Cuáles son los riesgos? —pregunté, tratando de aliviar el peso en su espalda al tomar la iniciativa.
El cirujano me miró directamente, agradecido por mi intervención.
—Como toda cirugía, existen riesgos. Infección, problemas durante la anestesia, o incluso dificultades para la cicatrización. Sin embargo, estamos preparados para manejarlos, y las probabilidades de éxito son altas.
Grayson seguía sin decir nada. Su mirada se mantuvo fija en la sábana que cubría su pierna, y en ese momento quise hacer algo, cualquier cosa, para protegerlo del miedo que seguramente estaba sintiendo.
—¿Cómo será la rehabilitación? —pregunté, sin soltar su mano, como si mi gesto pudiera darle algo de fuerza.
El médico señaló una carpeta que traía consigo.
—Será un proceso gradual. Al principio necesitará silla de ruedas, luego un bastón para movilizarse. Con sesiones de fisioterapia intensiva, podrá recuperar fuerza y movilidad. Pero será un esfuerzo conjunto; dependerá de su dedicación y paciencia.
Me giré hacia Grayson, inclinándome un poco para que nuestros ojos se encontraran.
—Escuchaste, ¿verdad? Todo esto es para que puedas recuperarte. No estarás solo en esto, Grayson. Yo estaré contigo en cada paso.
Finalmente, él me miró, con una mezcla de resignación y duda. Su expresión parecía decirme que todavía no estaba seguro de cómo procesar todo lo que estaba pasando.
—¿Está listo para proceder? —preguntó el cirujano.
Grayson no respondió de inmediato. Lo vi tomar aire y cerrar los ojos por un momento. Era una decisión que tenía que tomar por sí mismo, y yo sabía que no podía presionarlo.
—Sí —dijo finalmente, su voz baja pero firme.
Sentí un alivio que se mezclaba con mi preocupación. No iba a ser fácil, pero sabía que Grayson era más fuerte de lo que él mismo creía.
Los médicos salieron poco después, dejándonos nuevamente solos en la habitación. Me acerqué más a él, sosteniendo su mano con fuerza, como si mi toque pudiera decirle lo que mis palabras no podían. Estaríamos bien, juntos. Lo haría posible.
En la noche me quedé junto a su cama, observando cómo su respiración se volvía más tranquila con cada segundo que pasaba. Grayson parecía perdido en algún lugar lejano, sus párpados cerrados ocultaban la confusión que habitaba en su mirada durante el día. Aunque ya estaba profundamente dormido, yo no podía moverme de ahí. Algo en mí se resistía a dejarlo solo.
El cuarto estaba en calma, solo el sonido del monitor y el tic-tac del reloj llenaban el silencio. Mi mente se deslizaba hacia recuerdos de nuestra infancia, intentando evocar algún momento que pudiera ayudarlo. Pero, por más que intentara encontrar algo significativo, sabía que cualquier intento sería inútil hasta que él estuviera listo para recordar.
De pronto, un murmullo bajo rompió la quietud.
—Amelia… —susurró, apenas audible, pero lo suficiente para hacerme sobresaltarme.
Me incliné hacia él, observando su rostro que seguía sereno, pero su voz, aunque suave, llevaba un peso que no entendía. Amelia. Su hermana menor. ¿Por qué estaría pensando en ella?
—¿Amelia? —repetí para mí misma en voz baja, como si decirlo pudiera darle algún significado.
Mi mente intentó conectar los puntos, buscar alguna razón por la que ella estuviera en sus pensamientos; sin embargo, no encontré nada. Por supuesto, Amelia había estado en nuestras vidas desde pequeños, Grayson apenas había interactuado con ella en los últimos años como hermanos que rara vez hablaban.
Miré su rostro, esperando que dijera algo más, pero lo único que seguía era el silencio, como si el nombre de su hermana hubiera sido una idea fugaz que se desvanecía tan rápido como había llegado. Me mordí el labio, intentando decidir si esto tenía alguna importancia o si solo era producto de su inconsciente.