RECHAZADA

1405 Words
*JADE* Asentí mientras los veía salir. Me acerqué a Grayson, quien estaba entretenido comiendo, aparentemente ajeno al peso de la conversación que acababa de presenciar. Sin embargo, mi curiosidad me ganó. Caminé con pasos ligeros hacia la puerta, apoyándome para escuchar. —Oliver, quiero que te comportes. Tu hermano no está bien, y ahora tienes que tomar el control de sus negocios en el extranjero —dijo Henry, su tono firme y autoritario. —¿Y si me niego? —respondió Oliver con una mezcla de desafío y cansancio. —Deja de niñerías. Ya eres un hombre, Oliver —contestó Henry, sin ceder un milímetro en su postura. —Mi hermano sigue siendo tu hijo predilecto… —alcancé a escuchar antes de que un golpe sordo interrumpiera la conversación. Hubo un silencio tenso. —Deja de decir tonterías —dijo Henry, su tono más bajo, pero lleno de una severidad que me puso los pelos de punta. Un crujido en el piso detrás de mí me hizo girar de golpe. Grayson me había pillado, su mirada confundida pero curiosa. —¿Qué haces? —preguntó, con una ceja alzada. —Yo… nada. Solo… ¿Te llenaste? —murmuré, intentando desviar su atención mientras sentía cómo el calor subía a mis mejillas. —Sí, gracias. Así que ese joven es realmente mi hermano —respondió Grayson, dejando sus cubiertos en el plato y mirándome fijamente, como buscando una confirmación. —Sí, Oliver, es tu hermano menor. Ha regresado para ayudar a la familia —dije, buscando que mi voz sonara tranquila, aunque en mi interior estaba llena de preguntas. ¿Qué estaba pasando entre Henry y Oliver? ¿Por qué había tanta tensión en sus palabras? De alguna forma, ese aire cálido y despreocupado que siempre acompañaba a Oliver había cambiado. Había regresado, sí, pero algo en él era diferente. Había perdido un poco de esa ligereza que solía definirlo, y aunque no entendía del todo lo que ocurría, sabía que este regreso estaba lejos de ser sencillo. Me quedé en silencio observando a Grayson, hasta que su voz me sacó de mis pensamientos. —Jade, ¿puedes contarme más de mí? Sus palabras me emocionaron. Era la primera vez que mostraba interés genuino en conocer algo de su pasado. Me senté en la silla cerca de su cama y, con cuidado, tomé su mano entre las mías. Su mirada estaba llena de curiosidad, aunque podía notar el peso de su incertidumbre. —De pequeño, los cuatro fuimos a la misma escuela. Fue ahí donde nos hicimos los mejores amigos. Aunque tú nos llevabas ventajas en los estudios, siempre nos protegías. —dije, sonriendo al recordar aquellos días. —Disculpa… ¿Quiénes? Dijiste cuatro —interrumpió, su voz cargada de confusión. —Ah, es cierto. Tienes una hermana menor. Su nombre es Amelia, tiene veintidós años, ahora —respondí con suavidad. —“Amelia” —replicó lentamente, como si tratara de aferrarse a ese nombre. —¿Lo recuerdas? —pregunté, sintiendo una pequeña chispa de esperanza. Grayson frunció el ceño, intentando buscar en su mente algún recuerdo perdido. —Ese nombre me es muy familiar… pero no puedo conectarlo con ninguno de mis recuerdos pasados —dijo, finalmente, con un aire de frustración. —Algo es algo —le aseguré, tratando de animarlo—. Bueno, fuimos juntos a la escuela, luego a la secundaria. Fue en esa época cuando decidiste irte con tus tíos. Nosotros ya estábamos comprometidos… y me prometiste que volverías por mí. Grayson se quedó en silencio, su mirada fija en nuestras manos. Finalmente, habló, su voz, apenas un murmullo. —No recuerdo nada de eso. Aunque sus palabras me dolieron, sabía que no era culpa suya. La amnesia había borrado todo lo que éramos, lo que compartimos, dejando solo fragmentos sueltos que no lograban formar un todo. —Está bien, Grayson —dije, intentando que mi voz no mostrara mi tristeza—. No tienes que recordarlo todo de golpe. Estoy aquí, contigo, y siempre estaré dispuesta a ayudarte a encontrar esas piezas que faltan. Por un momento, vi un destello de algo en su mirada. ¿Era gratitud? ¿Era alivio? No estaba segura, pero sabía que este viaje, aunque largo y lleno de retos, valdría la pena. No estaba dispuesta a rendirme. Me quedé observando a Grayson. Había algo en su mirada, una mezcla de curiosidad y desconcierto, que me hacía sentir que, aunque no recordara nada, estaba intentando conectar conmigo. Ese pequeño gesto, el hecho de que me pidiera que le contara más sobre su vida, me llenaba de esperanza. Sin premeditación alguna, sin una pausa para considerar las consecuencias, me incliné hacia él. El movimiento fue casi involuntario, una respuesta a una fuerza interna que no podía controlar. Mi corazón, agitado, latía con una intensidad sorprendente en mi pecho, un ritmo acelerado que resonaba en mis oídos. Este palpitar frenético era impulsado por una necesidad profunda, una urgencia irrefrenable de demostrarle, de alguna manera, que yo estaba allí, que mi presencia era constante y firme en su vida. Anhelaba mostrarle que mi apoyo no vacilaría, incluso ahora, en medio de su amnesia, en este mar de olvido que lo rodeaba. Con cuidado extremo, me acerqué, esperando el momento preciso, y rocé suavemente sus labios con los míos. Fue un contacto ligero, casi un susurro, cargado de esperanza y vulnerabilidad. Pero la respuesta de Grayson fue inmediata y tajante. Se apartó bruscamente, de una manera repentina y decidida, un rechazo que parecía brotar de lo más profundo de su ser. Era una reacción instintiva, un acto reflejo que precedía a cualquier proceso racional, una negación que emanaba de un lugar anterior a la lógica y al entendimiento. —Jade… No lo hagas —dijo, su voz llena de confusión mientras me miraba con los ojos muy abiertos. Me sentí congelada, incapaz de reaccionar. La vergüenza y el dolor se mezclaron en mi pecho, pero intenté mantener la compostura. —Lo siento, Grayson. No debí… Él negó con la cabeza, como si quisiera aclarar algo. —No es que… no sé cómo explicarlo. Es solo que… —Está bien —lo interrumpí, intentando aliviar la tensión—. No tienes que decir nada. Fue un error mío. Me levanté de la silla, sintiendo que el aire en la habitación se había vuelto pesado. Grayson me observaba, su mirada llena de preguntas que no podía formular. —Jade… —intentó decir algo más, pero lo detuve con una sonrisa débil. —Descansa, Grayson. Mañana será un día mejor —dije, aunque no estaba segura de si lo creía. Salí de la habitación, dejando atrás el momento que había sido un intento desesperado de conectar con él. Mientras caminaba por el pasillo, me di cuenta de que, aunque su memoria estuviera perdida, su reacción había sido un reflejo de la distancia que siempre había existido entre nosotros. Y ahora, más que nunca, sabía que recuperar su confianza y su amor sería un camino largo y lleno de desafíos. Salí de la habitación con pasos apresurados, incapaz de sostener la mirada de Grayson un segundo más. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de vergüenza, tristeza y frustración inundaba mi pecho. El pasillo del hospital parecía alargarse interminablemente frente a mí, mientras buscaba un lugar donde pudiera dejar escapar lo que me estaba ahogando. Finalmente, encontré un rincón apartado, junto a una máquina expendedora que zumbaba suavemente, ajena a mi tormenta interna. Me apoyé contra la fría pared y sentí cómo la fuerza que había intentado mantener se desmoronaba por completo. Las lágrimas comenzaron a correr sin control, rodando por mis mejillas mientras mis hombros temblaban con cada sollozo. Intenté cubrir mi rostro con las manos, como si el gesto pudiera protegerme de la realidad, pero no servía de nada. Todo lo que sentía era ese vacío inmenso, esa distancia que Grayson imponía, aunque no era su culpa. No recordaba nada de lo que habíamos compartido de niños, y lo que era peor, quizás nunca lo haría. Lloré amargamente, permitiéndome liberar aquello que llevaba días guardando dentro de mí. La esperanza que había albergado durante tanto tiempo, esa idea de que algún día podría verlo regresar y todo volvería a ser como antes, se sentía ahora como una cruel ilusión. ¿Y si nunca me recordaba? ¿Y si el Grayson que una vez conocí se había perdido para siempre?
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