Sebastián El silencio que siguió fue... extraño. Se apoderó de la habitación cuando esas palabras salieron del teléfono. Como si el mundo hubiera apretado pausa. "Estoy embarazada”. Yo me quedé con el teléfono en la oreja, los ojos entrecerrados, sin saber si reír o indignarme. Renata me observó con el ceño fruncido, seguramente notó que algo en mi expresión cambió. Y es que, honestamente, lo que acababa de escuchar era tan absurdo que me dejó congelado unos segundos. Me pasé la mano por la frente, resoplé como quien escucha la peor excusa jamás dicha… y luego, simplemente, alcé una ceja, sintiendo cómo la incredulidad se transformaba en burla en mi rostro. —¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —pregunté, dejando que el sarcasmo se me escurriera por cada palabra, manteniendo a Renat

