2

1407 Words
NICHOLAS Es ver la cabellera rojiza de Kristal moverse por el aeropuerto y se me acelera el corazón. Sus piernas pulidas y de un bronceado natural, sus caderas hechas a medida para su pequeño cuerpo, su culo redondo y tonificado, y sobre todo y lo que más me gusta, su pelo, ese pelo pelirrojo natural con el que ella tanto pelea por peinarse.     Hace cinco meses que no la veo, cinco meses sin ella, sin poder verla, sin escucharla, sin sentir sus carnosos y sabrosos labios, sin poder tocarla, sin poder follarla. Recuero a la perfección la puta noche en la que tuve que ir a la jodida pelea, esa puta pelea en la que llamaron a la policía para que nos metieran a todos en la cárcel. No pasé miedo por mí, sino por ella. Gané tres fajos de billetes de cien, iba a ser el dinero que usase para vivir tranquilo a su lado, pero la policía no era tan tonta a cómo creía y me siguió cuando empecé a conducir en dirección a casa, si no hubiera cambiado de rumbo y me hubiera venido al aeropuerto, ahora mismo Kristal estaría en la cárcel. Tuve que partir la tarjeta de mi teléfono y tirarlo después a la basura, cada vez que intentaba comunicarme con ella una patrulla de policía me seguía hasta mi nuevo paradero, comprendí que si seguía intentando llamarla me pillarían e irían a por ella, por lo que acabé hospedado en un hostal de mala muerte rodeado de putas y drogadictos. Ni siquiera yo era consciente de las mafias metidas en el mundo del boxeo ilegal.    El puño duro de mi amigo impacta en mi mandíbula. Me hace retroceder unos pasos y la gente nos mira como a dos locos.     – ¿Cuál es tú jodido problema? –Espeto, tocándome la mandíbula y apretando el asa la maleta que tuve que comprarme.     –No, ¿Cuál es tú jodido problema? ¿Dónde coño estabas?     –Tío, te lo explicaré luego –miro por encima de su hombro y me fijo en el pelirrojo que le sigue.    –Soy Harry –se presenta, extendiendo la mano que yo rechazo de un manotazo.     –Nicholas –hablo con voz dura y cortante.     – ¿Vas a contestarme? No tengo todo el tiempo del mundo –Gruñe Austin.     –Yo tampoco, te he dicho que luego te lo explico, llévame con Kristal –Ordeno.     –Eres un hijo de puta, Nicholas, llevas desaparecido cinco putos meses.     –Te lo explico luego. Solo quiero que me lleves a tu puta furgoneta porque supongo que allí estará Kristal.     –Más te vale contármelo luego –Exige, encabezando el triángulo que montamos los tres para salir del aeropuerto.     Tanta gente me agobia, pero solo estiro el cuello para buscar a una chica preciosa y pelirroja. Por fin respiro bien al salir del aeropuerto y estar en el aparcamiento, y joder... mi pelirroja chica lleva un vestido demasiado provocativo, las tetas se le ajustan a la perfección, y si no fuera por las dos personas que tengo a los lados ya estaría dentro de la furgoneta gimiendo mi nombre. Está apoyada en la furgoneta y podría jurar que escucho como suspira mientras se toca el pelo repetidas veces, a pesar de llevar fuera cinco meses sé que ese gesto lo hace cuando está nerviosa o indecisa. Sus ojos viajan por el aparcamiento hasta que se clavan en mí, me duele ver cómo sus ojos se empañan de lágrimas y se lleva las manos a la boca para evitar sollozar en alto. Le paso la mochila y la maleta de golpe a Austin y me muevo rápido entre la gente y los coches que me separan de ella. Apenas estoy a un metro cuando levanta su mano y de la hostia me hace girar un poco la cara, cierro los ojos. Me odia. Pero ese sentimiento no dura mucho, pues con ambas manos en mis hombros se impulsa hasta estar rodeando mi cuello con sus brazos. Suspiro fuertemente y aprieto su cintura contra mí, cerrando los ojos y aspirando su aroma: vainilla. Sonrío cuando todos sus músculos se destensan y hunde la cabeza en mi cuello, mojándome la camiseta con sus lágrimas. La debo una explicación, a ella y a todos, pero sobre todo a ella.     –Te he echado de menos, Bella –Susurro contra su cuello.     Solloza y la aprieto más con mis brazos. Esto es lo único que necesito.     – ¿Por qué te fuiste, Nicholas?     Su voz... j***r, cuanto la echaba de menos.     Acaricio su pelo y la separo de mí poco a poco. Sus ojos verdes están llenos de lágrimas pero una pequeña sonrisa amenaza con escapar de sus labios.     –Te lo contaré en casa –Seco las lágrimas que caen por sus mejillas y la sonrío.    Niega con la cabeza y frunzo el ceño.     –Ella ya no está viviendo allí –Contesta Austin a mis espaldas, haciéndome fruncir más el ceño.     Sé que la cuesta hablar, pero al mirarla a los ojos la pido que me lo cuente, es entonces que caigo en que nunca dejó la residencia, nunca se desinstaló.    El puto pelirrojo de los cojones carraspea y Kristal le mira. Sus labios forman una fina línea y baja la vista a su bolso, de dónde saca el teléfono que su hermano la regaló por navidad. La pulsera que la regalé tintinea en su muñeca haciéndome sonreír como a un gilipollas. Su ceño se frunce y se pasa las manos por los ojos, retirando las lágrimas de estos, suspira unas cuantas veces antes tranquilizar su respiración y mirar a Austin.     – ¿Podemos volver? –Pregunta en un susurro costoso.     –Sí –Mi amigo la sonríe – ¿Adelante o atrás?     –Atrás –Me apresuro a contestar –Tú, pelirrojo, adelante.    Kristal abre la puerta trasera de la furgoneta y sube sin ayuda alguna.     –Han cambiado muchas cosas, hermano –Austin palmea mi espalda.     Asiento en comprensión y subo junto con las maletas a la parte trasera con Kristal, cierro la puerta y me siento en el suelo; un bonito y pervertido recuerdo viene a mi mente del día que me tiré a la bella chica de ojos verdes aquí. La miro y veo lo encogida que está en un rincón de la furgoneta. Necesita su espacio y la entiendo, pero no quiero que lo necesite, quiero que volvamos a vivir juntos y a tener nuestra vida de antes, juntos. Sus delicadas piernas están cruzadas sobre el suelo, y el vuelo del vestido la cae sobre los muslos, impidiéndome deleitarme con la vista de sus bragas. Sus tetas se aprietan con el vestido, y los pantalones cada vez me aprietan más al ver la carencia de sujetador.  No me doy cuenta de que tiene el teléfono en la oreja hasta que la escucho hablar.     –No pasa nada, está bien... –Suspira y me mira unos segundos –segura, ve a cuidar de tu abuela... no, no, me va bien. Prefiero coger el turno de hoy al del lunes, ya sabes que al día siguiente tengo clases... otro día será, Cameron... tú también, cuídate.     ‹‹ ¿Quién coño es Cameron? ››    No voy a decir nada. Acabo de llegar y no la quiero bombardear a preguntas, ya que es ella la que debería hacerlo, sin embargo solo se guarda el teléfono y mira un punto fijo en el suelo.     – ¿Por qué ya no vives en casa?     –Es tu casa, no la mía, no tenía nada que hacer allí.     –Eso no es verdad, también es tuya, te lo dije.     –Sí, hace cinco meses cuando no te habías ido –su mirada fría y cargada de dolor me cala en lo más profundo de mi ser.     –Kristal déjame explicarme –Pido.     –Adelante, tenemos tiempo –Espeta, secándose algunas lágrimas.     Abro la boca para empezar a narrarle todo lo ocurrido aquella noche, y a medida que voy contando más y más sucesos ella llora más y más alto, perforándome los tímpanos y el corazón, pero no hay vuelta atrás, ahora debo acabar de contárselo.     –No quería hacerlo, tenía pensado ir a por ti e irnos juntos, pero no podía, hubiera sido egoísta de mi parte.     Al final de mi relato la tengo llorando a moco tendido sobre mi pecho, sus grandes ojos están rojos de tanto de llorar y las lágrimas la resbalan por las tetas calentándome aún más, y a quién no, llevo cinco jodidos meses sin follar.     –Eres un gilipollas de primera.    Río, y la acabo sentando sobre mis piernas.     –Lo sé.     – ¿Tú...? –Separa la cabeza de mi pecho y sorbe los mocos – ¿Sigues...?    No hace falta que formule la pregunta, ya sé lo que quiere preguntar, y espero que sus sentimientos sean iguales a los míos.     –Te quiero. Y espero que por el bien de todos tú también me quieras
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD