En seguida se quitó la chaqueta y la hizo a un lado. Ver sus movimientos lentos, pero perfectamente calculados y su mirada fija en mí, me dieron el aviso de que fue un error haber venido sola. Aunque mi mente se negaba a dejarse llevar por el efecto de su mirada, en seguida mi corazón comenzó a palpitar sin control, asustada de lo que estoy segura pudiera venir. Quise ponerme de pie para alejarme, ponerme a salvo de su alcance. Él fue más ágil, en segundos me cerró el paso agachándose frente a mí y colocando ambas manos a cada lado de la silla, dejando su cuerpo y su rostro a pocos centímetros del mio. Por más que intento no mirarlo a los ojos, hay una fuerza que me impide desprender el contacto visual. Como sí con solo mirarme me diera una orden y yo casi sumisa le obedecía, temerosa d

