prólogo
—nuestro querido beta está en celo y debemos aprovechar esta oportunidad para despertar el celo en otros miembros de la manada— mi boca se abrió ante lo que el alfa decía. Mucho más, porque sabía que James ya no estaba en celo. Pero ahí estaba, parado junto a él, mirando a la gente que se inclinaba demostrando respeto. —esta noche, es luna llena. La primera de invierno y es cuando los lobos deben aprovechar para aparearse, ya que tienen la bendición de un nuevo ciclo. Por eso, hoy. Mi sobrino tomará mi lugar y junto a él. La elegida para acompañarlo en su misión.
—entonces, ¿es verdad que el lobo de nuestro beta encontró a su compañera?— cuestionó un anciano.
El alfa inhaló frustrado y negando con cabeza, trato de razonar. —es la elección de él. Eligió a su amante que es la única que puede controlar a su lobo. Al menos hasta que la elegida aparezca.
—con todo respeto, mi alfa. ¡Pero eso es una locura! Jamás se ha probado ese método en un beta, mucho menos si está asumiendo el cargo de líder. ¿De qué le sirve una compañera que no podrá darle cachorros?— continuó el anciano. Las venas del señor Bae se mostraron mientras hacía girar su cabeza. —creo que está pecando en contra de nuestra naturaleza. Eso, no funcionará y nos someterá a una extinción.
—no te olvides Jan, que todavía soy tu alfa y merezco respeto— escupió. El anciano agachó la cabeza y dio varios pasos para alejarse. Con bronca, tomó el hombro de James y lo empujó hacia delante. Con los ojos, señaló a sus súbditos y el menor de los hombres supo qué hacer.
Levantó la cabeza y clavando su mirada en mí, señaló en nuestra dirección.
Entonces, todas las veces que estuvimos juntos pasan por mi mente.
La primera vez que hablamos, nuestro primer beso. La primera vez que lo hice mío...
Resultó ser toda una mentira.
Me mira y por más que intento, no encuentro al chico del que me enamoré. Sus ojos son de un rojo fuego, tristes y perdidos. Sus facciones están tan duras que nadie a su alrededor se atreve a acercarse. Nadie, excepto yo.
—Sam, detente— advierte mi tío. Pero mi visión se agudiza y un rugido nace de mi garganta. —qué es eso?— preguntó con miedo.
El rugido se vuelve constante y recién que me doy cuenta de que proviene de mí.
—¡sácala de aquí!— exigió mi abuela. Pero nadie era capaz de moverme ni siquiera un centímetro del suelo. Es cómo si estuviera anclada aquí o cómo si pesara toneladas.
Mis ojos no podían despegarse de James. De ese hombre que hasta unas horas, había jurado que me amaría por siempre. ¿Y ahora? Estaba ahí, frente a mí, eligiendo a la compañera que lo acompañará quizás, el resto de su vida.
Una compañera, que obviamente, no soy yo.
—NO!— grito. Mi tío me toma de la mano dispuesto a jalar y retenerme de ser necesario. Aunque a estas alturas, sé que eso es inútil.
Los presentes me miran, en especial. Sana, la elegida por el lobo mentiroso.
—Sam— me llama el alfa, el maldito que está obligando a James a emparejarse con mi prima. Su tono es despectivo y lleno de veneno. No me asombra, tampoco me intimida. —no tienes derecho a estar aquí. Así qué te obligaré a permanecer en silencio.
¿"Obligaré" ni siquiera piensa en pedírmelo?
—inténtalo!— digo molesta. —tengo tanto derecho de estar aquí cómo tú. O quizás, más— abre la boca, pero antes que acote algo, me acerco más. —también voy a elegir.
—ah, ¿si?— ironiza. —¿crees que tienes derecho a elegir un compañero? Tú, no eres más que una simple humana, hija de un traidor.
—y tú, un cobarde que está dejando morir a su manada— escupí. para mí sorpresa varios ancianos de la manada asintieron para darme la razón. por lo visto no era la única que piensa que el alfa estaba comentiendo un error al emparejar forzosamente a James. Es su lobo quien debería elegir y a estas alturas estoy segura de que es a mí a quien quiere. Al menos eso creía hasta hace unas horas.
—humíllate!— exigió con un gruñido.
De pronto, todos agacharon la mirada. Muchos, se esforzaban por levantarse ya hartos del mandato tóxico de un lobo sin escrúpulos ni corazón. Pero fue inútil.
Solo bastó el gruñido del alfa para dejarlos sumisos. Incluyendo a mis parientes y james.
¿Pero yo? Continuaba con la mirada en alto. Ignorando completa su amenaza. Cómo si mi loba se rehusara a seguir órdenes de ese alfa.
—¿mi turno?— dije elevando una ceja. Sus venas se mostraron frondosas en su cuello y el bulto en su sien parecía querer explotar. —humíllate— pedí y sus piernas tambalearon con el tono de mi voz. Entonces, el rugido que antes era débil en mí, tomó fuerza retumbando en sus oídos y cómo si el sonido lo aplastara, una de sus rodillas tocó el suelo al igual que sus manos y su cabeza se inclinó en señal de sumisión.
Uno a uno fueron elevando la cabeza para ver a su alfa humillado ante una simple humana. James me miró cómo si pudiera arrancarme la garganta en este momento y tuve miedo. No a morir. Sino al sentimiento de asco que sus ojos me profesaban. Los mismos ojos que anoche, me miraban con una admiración infinita.
¿qué cambió?
—creo que no hemos tenido una presentación formal— dijo james mientras se acercaba. Miró a su alfa, a quien seguramente le tenía respeto, humillado ante mí y su mandíbula se apretó antes de volver a mirarme.
—No— dije extendiendo una mano. —soy Samantha, hija de Samuel Yin — confesé con orgullo, aunque sabía que decirlo era sinónimo de guerra. Su nariz se arrugó con asco al oír el nombre de mi progenitor, pero no dejé que me afectara. Yo no tenía la culpa de lo que mi padre había hecho y él no era nadie para juzgarme. James me miró tirando su desprecio y tomó mi mano antes de hablar.
—diría que es un placer. Pero no lo es— dijo apretando los labios. —me presento, Soy Bastian Miller.
¿Bastian?
Entonces, todo tenía sentido. Siempre me había mentido, desde su nombre, hasta el supuesto amor que me tenía.
Mis tripas ardían de dolor dentro de mí y sé que él podía sentirlo. Claro que podía. Él era mi mate, me había marcado cómo suya ¿y todo para qué? Claro... mi tío tenía razón. su mordida fué falsa, al igual que él. solo se aprovechó de mi ignorancia, creyendo que podría hacerme a un lado —entonces... Sabías quien soy. ¿Siempre lo supiste?
—Si— asegura sin mirarme. Su mano suelta la mía y esta cae laxa al costado de mi cadera. —Samuel Yin nos traicionó, nos dejó a merced de los cazadores y mi padre tuvo que dar su vida por todos nosotros. Yo no cometeré los mismos errores, mi manada es primero y tú... Eres una simple humana.
Todo esto me enferma. Estoy aquí por él, estaba dispuesta a huir con él, pero este estúpido... Solo quería una tonta venganza. Nunca me quiso.
—no puedes castigarme por algo que pasó antes de yo naciera— ya no reconocía mi voz. Literalmente, ya no era yo quien hablaba.
Mi rugido se mezcló con el gruñido de James... Bueno, de Bastian. Eso y el sonido de huesos quebrarse y tendones estirarse era lo único que se escuchaba.
Sabía que mi animal quería liberarse. Lo que no sabía, era que lo que se estaba exteriorizando no era una loba como todos creían. Lo mío, era un felino enorme que estaba luchando por salir y matarlo por haberme roto el corazón.
La manada entera se levantó para apoyarse contra la pared y darnos espacio. Solo Bastian, el alfa humillado y yo quedamos en nuestros lugares.
Bastian, siendo un experto en el arte del cambio, dio un salto en reversa para quedar parado en sus cuatro patas. Yo, había cambiado, aunque no podía saber cuál era mi condición. Mis ojos solo tenían lugar para la yugular del lobo mentiroso que estaba a punto de matar. Pero, podía oír el asombro de la gente y el miedo que reflejaban en sus tonos asustados.
—¿qué es ella?— preguntó un lobo pequeño.
Un anciano lo tomó de la mano y le susurró. —ella, es nuestra nueva alfa.