Capítulo 6

1905 Words
Bastian Llegamos a la cabaña. Obviamente no la llevaría a casa de mis tíos. Él será el primero en matarme cuando se entere que pretendo acostarme con una humana. En su lugar, decido aprovechar que mi madre tendrá su noche de chicas con mi tía Mika por que sé que no volverá hasta que vaya por ella. En fin... Aquí estamos, después de media a hora pie en la puerta de la cabaña en dónde me crié. lugar que por alguna razón, jamás pensé ingresar con una mujer. Abro sin bajarla. Ella se remueve en mis brazos para hacerme el trabajo más difícil, pero solo logra ponerme duro al sentir su cuerpo frotarse tan deliciosamente contra el mío. No sé si es consciente de eso, lo que si es seguro, es que debo tener las bolas moradas por la urgencia que tengo de liberarme. -quieres algo caliente?- pregunto elevando las cejas. Ella me mira con una sonrisa. -algo así como una cobija? Claro- contesta cuando por fin la bajo, dando vueltas sobre su eje para apreciar el lugar. Hasta creo que se burla de mi. -lo siento. Prenderé la chimenea- ahora me lamento por ser tan tonto. Es obvio que muere frío y Aunque tengo muchas formas para calentarla, no puedo olvidar que es una humana. Debo pensar con la cabeza y no hablo de mi v***a. Me refiero al órgano que menos utilizo. El de arriba. -esto es muy hogareño. Nunca había visto una chimenea. Recuerdo que de pequeña le insistía a mi padre para que pusiera una en nuestra sala- la miró desde mi posición. Estoy de rodillas acomodando la leña y saber que le gusta algo tan simple cómo una chimenea, me hace querer hacer de este momento uno especial. -mira- le señalo el sillón enorme que mi madre utiliza para sus maratones de novelas. -allí hay almohadas y debe haber unas mantas. Puedes traerlas y nos calentamos aquí. Sus ojos brillantes me indican que le gusta la idea. Entonces, mientras ella prepara todo. Termino de encender el fuego y la dejo acomodarse para ir por chocolate caliente. Sinceramente, no estoy seguro de lo que estoy haciendo. Eso es nuevo para mi, pero no me siento incómodo en absoluto. Creí que sería difícil tener que esperar por sexo, pero por ahora, su presencia compensa las cosas. *** Samantha -sueles traer chicas a menudo?- pregunto en su espalda. Mentiría si dijera que no extraño su calor. Mi pecho todavía arde al recordar lo bien que siente. -no tienes que contestar. Solo busco una conversación- digo para que se relaje. Siento que le incómoda hablar sobre otras personas y no entiendo el motivo. Recién nos aprendemos nuestros nombres y tendría que darme igual con quiénes se acueste. Me siento en un taburete alto a un lado de la mesada. Esta posición me recuerda lo lindo que se siente estar en sus brazos. Algo pica dentro de mi al recordarlo. -en realidad... No. No vivo solo. Lo de hoy es una opción- confiesa girando en mi dirección y me paralizo. ¿Estará casado? ¿Vivirá con sus padres? No me animo a preguntar. Tengo una fuerte intuición de que es un lobo, nadie aguantaría cargar a una chica por más media hora y lucir cómo si tuviera energía para seguir haciéndolo. Entonces, si está casado, ya me veo dando la vuelta para volver a casa de mi abuela muy decepcionada y en realidad, no quiero eso. Me siento muy cómoda con él. Quiero conocerlo un poco más por que quizás, mañana ya no quiera saber nada de mí -mi padre murió cuando era pequeño, mi madre no a vuelto a tener pareja así que no quiero dejarla sola- el alivio me invade cuando lo dice. -sé que es tonto por que debería independizarme, pero soy muy apegado a ella. -te entiendo- digo con sinceridad. -haría lo mismo. Estoy segura que mis padres no volverían a tener otra pareja si alguno de ellos fallece. -creo que eso es lo correcto- dice y vuelve a voltearse para apagar la estufa. -si vas a elegir una pareja, debería ser por el resto de la vida. -¿crees en la fidelidad?- me siento tonta al preguntar. Es obvio que dirá que si. Todos los hombres son iguales en ese sentido. Fingen ser perfectos para que una caiga cómo tonta y nosotras caemos, por que lo somos! -¿has sido infiel alguna vez? -no- dice seguro. Sus ojos me recorren mientras se acerca con la tetera hirviendo. -nunca estuve en pareja. Así que nunca he sido infiel. Chasqueo la lengua en modo de burla. -estás mintiendo. ¿Cuántos años tienes? -veintiseis y ya lo dije- me mira elevando las cejas. Sus ojos son tan expresivos ahora, que olvido como respirar. -creo que cuando eliges una pareja, debe ser para toda la vida. Solo una. Si no estás preparado para el paso que requiere un compromiso, ¿por qué darlo? Lindo... Lo veo servir una taza de leche, el humo indica que está a punto de ebullición y me encanta. Me la pasa y sacando una tira de chocolate de una caja, la vierte en la leche, haciendo que se derrita al igual que mis bragas. Mi cuerpo reacciona a su mirada y lo odio por ser tan respetuoso. Se suponía que eso no debía ser así. Al menos, según mi abuela ya deberíamos estar fornicando por doquier y me sorprendo al darme cuenta que estoy más que dispuesta a hacerlo con él. -y tú?- se acerca con cuidado. Separo las rodillas por que sé que se animará a colocarse entre ellas. Cuando lo hace, sus fosas nasales se ensanchan e intuyo que puede oler mi excitación. Incluso la simple idea me excita más. -cuántos años tienes? -tengo diecinueve- digo dejando la taza a un lado. Está caliente y lo único caliente que quiero ahora, es a él. -chiquita- dice casi jadeando. Arruga su nariz al decirlo cómo si le gustara la idea de corromperme y aunque, no hay nada para corromper en mí, decido agachar la cabeza y mirarlo tímidamente para animarlo. Pero él, solo me mira con hambre. Con unas ansias que las siento propias. Entonces, tomo valor. Enredo mis piernas por su cintura y dándole un pequeño golpe en el culo con el talón, provoco que la distancia de nuestros cuerpos sea inexistente. Él me mira cómo si estuviera fascinado con esa iniciativa y no pierde tiempo para inclinarse atrapando mis labios cómo si estuvieran en el aire. Su boca se abre y se mueve sobre la mía de una manera tan urgente que me quema las entrañas. Su beso es dulce, codicioso y adictivo. Lo dejo explorarme con la lengua antes de corresponderle y comenzar a invadirlo de la misma manera necesitada que él. Sus suaves nubecitas de carne, son celestiales. Podría besarlo por horas sin siquiera asquearme y eso que nunca me consideré amante de los besos. Pero nunca antes había probado labios tan deliciosos cómo los de él. Mis manos se aferran a sus hombros y las suyas en mis caderas. Amasa mi cuerpo contra el suyo siendo consciente que puedo sentir su erección crecer. Pero en lo mejor, justo cuando su dureza roza mi núcleo, se detiene apoyando su frente contra la mía. -deberíamos ir a vigilar el fuego- está agitado. Puedo sentir el latido de su corazón y me confunde. Le gusto. Es evidente que le gusto pero hay algo que lo está deteniendo. Asiento mientras sus manos me toman con más fuerza y me ayuda a bajar del taburete. Me siento tonta en este momento. Quizás, le parezco muy pequeña o quizás, sea el hecho de que solo soy una humana a sus ojos. La incertidumbre me está matando y comienzo a arrepentirme por haberme dejado llevar por la calentura de mi celo, cuando es evidente que él no lo quería. La humillación me quema los ojos. Intento no mirarlo para que no lo note, pero es imposible. Él no me saca la mirada de encima y sé que notó lo humillada que me siento. Sin decir nada, vuelvo a agarrar la taza que para mí sorpresa está fría. "Por cuánto tiempo nos besamos?" lo sigo hasta la sala, en dónde las cobijas ya están regadas frente al fuego y mi sorpresa es aún mayor cuando veo la leña enorme que había puesto, casi en cenizas. Es como si el tiempo para nosotros se hubiera detenido en ese beso. El mundo siguió su curso, dejándonos inmersos. Lo miró arrugando el ceño, él ya está poniendo más leña y puedo notar que también está pensando lo mismo. *** -yo estuve ahí!- dije ante su comentario. Él asintió dándome la razón. Quise ignorar el hecho de que tenía esa información. Pero mi mente viajó al momento exacto. -tú eras el encapuchado, verdad? Me asustaste!- exclamé. James negó sonriendo. -pensé que quieras meterte por la ventanilla del auto! -bueno. Tenía que comprobar que no estuvieras fumando nada ilegal- se defendió y tenía sentido. Eso me hizo olvidar por un momento el hecho que su mirada me había dado miedo y enfocarme en lo que ya presentía. Él, es un lobo. -aunque, el tabaco es muy malo para tus pulmones. -entonces, eres policía- digo cambiando de tema. Ya perdí la noción la tiempo. No sé hace cuánto estamos recostados en el suelo, hablando y riendo de tonterías. Pero ninguno puede dejar de hacerlo. Cambiamos de tema cada cinco minutos y me sorprende la facilidad con la que habla. Incluso, siento que él también está sorprendido. Cómo si no fuera normal hablar con desconocidos. -hace cinco años. Mi amigo ja... Bastian me convenció y la verdad es que me encanta- siento que mi mano se entumece y decido recostarme. Él queda con el codo apoyado en la almohada y una mano sosteniendo su cabeza. Ahora, parece que estoy debajo de él y mi garganta se seca. -y tú, chiquita? Hay algo que te guste?- toma mi mano que acabo de estirar con la que tiene libre y comienza a masajearla cómo si supiera mi molestia. Lo dejo, por qué la suavidad de su piel es relajante. -estoy en mi año sabático. Pero quiero empezar el semestre que viene con clases de gastronomía- mi voz, se iba apagando al verlo embelesado mientras jugaba con mis dedos. Los acariciaba, los besaba y se lo llevaba al rostro para que lo tocara. -eres... Suave en todos lados- suelto en casi un jadeo. Sonríe dejando besitos regados por toda mi mano. La otra que tengo libre, se atreve descaradamente a tocarle la nuca. Mi cuerpo tiene mente propia y no pide permiso a mi cerebro. -tu cabello- digo mientras confirmo la suavidad. -tu piel...- toco su rostro. Él cierra los ojos ante ese acto, lo que me parece tierno -tus labios...- mis dedos rozan su inferior regordete. Tengo que pasar saliva para aliviar la picazón que me está desesperando. Joder. No recuerdo ningún momento en mi vida en donde desee algo con tanto dolor cómo lo estaba haciendo con su boca. -samantha...- susurra. Sus ojos se abren lentamente cómo si le costara contenerse. -yo... Quiero... -qué?- pregunté. Su aliento me rozaba la nariz. No me había dado cuenta que su cuerpo se había inclinado hasta quedar a escasos centímetros del mío. -quiero besarte otra vez- confiesa. Humedecí mis labios anticipando que lo haría. Pero solo estaba ahí, mirándome. -hazlo.
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