capítulo 7

2424 Words
Bastian Ella es tan suave... Tan jodidamente receptiva a mis estímulos, que siento que no puedo tener suficiente. No sé en qué momento, quedé encima de ella. Pero cuando me di cuenta, la estaba devorando cómo si fuera un enfermo. Besaba su rostro, su mandíbula y su cuello con tanta fuerza, que sabía que la piel le quedaría roja. Samantha jadeaba buscando aire, pues, mi cuerpo la estaba aplastando. Tenía sus dedos entrelazados con los míos y las manos hundidas en la almohada a los lados de su cabeza. Aun así, no hacía esfuerzo por soltarse. La presa perfecta. Mi nariz se arrastró absorbiendo su aroma por toda su piel y sentí que mi lobo se estaba exteriorizando. Todos mis sentidos se agudizaron, haciendo que sus pequeños gemidos y ruiditos que hace con la boca me volvieran loco. La ropa me molestaba, pero no era capaz de separarme para quitarme nada. En su lugar, parecía que mi polla quería abrirse lugar entre las telas y salir para atravesar ese jeans ajustado que le quedaba tan bien. Fue ella, quien se liberó de mi agarre para llevar sus manos a mi pelvis y sin titubear o mostrar vergüenza al hacerlo, me tocó. Sus ojos se abrieron consternados al notar el tamaño de mi polla. Quizás, pensó que tenía algo más allí, porque ladeó la cabeza antes de animarse a presionar el tronco por encima de mi pantalón. Algo difícil, ya que estaba tan apretado, que no podía moverlo. "Sí, chiquita. Eso es para ti" susurré en sus labios, antes de chupar su inferior con tanta hambre, que un pequeño chillido de dolor le brotó en forma de suspiro. —james... James... Mi lobo se rehusaba a oírla gemir otro nombre que no fuera el mío al punto, que por unos segundos me había olvidado que yo mismo le dije que me llamaba así. —dime— pedí empujando mi centro al suyo. A penas me había desprendido los botones del pantalón y mi polla ya estaba asomándose por encima del bóxer. Ella mordió sus labios ahogando un gemido y arqueó su espalda para frotarse aún más contra mi dureza. Entonces, sucedió. Su boca se abrió, su cuerpo se tensó y el aroma de su coño me terminó de confirmar lo que ya sabía. Se había corrido. Se había corrido sin siquiera desnudarla, sin tocarla, sin penetrarla y eso enloqueció a mi lobo. Podía sentir toda la sangre de mi cuerpo acumularse en mi polla que quería su propia liberación. No estaba lejos de eso y ella era una buena motivación. Era tan dulce que no me alcanzaba la boca para probarla y yo no quería dejar piel sin marcar. Incluso allí abajo en dónde sabía que estaba goteando. —algo está sonando— comentó ahogada. Pero no podía desprender mis labios de sus clavículas. —¡james!— casi gritó. —que se vayan a la mierda— gruñí. No debí dejar salir ese sonido tan grotesco frente a ella. Pero fue inevitable y el arrepentimiento me hizo explotar la burbuja en la que estaba sumergido. Definitivamente, mi lobo estaba fuera de control. Pero Samantha, carcajeó cómo si eso fuera lo más normal del mundo. —deberías atender— dijo agitada. Sus labios estaban hinchados y rojos por la brutalidad de mis besos. Me sentí orgulloso de eso, pero me odié por no haber apagado mi celular. —no— exhalé con tanto dolor y frustración, que sus pestañas aletearon confundidas. Una parte de mí, se rehusaba a terminar esta noche. Quería quedarme sobre ella hasta saciar mis ganas y ahora estaba seguro de que no me alcanzaría con un solo encuentro. —oye— me llamó. En contra de mi voluntad, extendí los brazos para apoyarme en ellos y crear una distancia. Resoplé al verla agitada bajo mi cuerpo. Tan bella y entregada que me costaba apartar la mirada. —mira— dijo señalando la ventana. Lo hice de reojo para encontrarme con la luz del día. Entonces en un parpadeo volví a la realidad. —¿qué mierda?— exhalé y de un salto quedé de pie en busca de mi celular. —es imposible— la oí murmurar mientras también se levantaba y acomodaba su ropa. En mi celular, tenía muchas llamadas de James. Pero lo que me alarmó, fue descubrir que ya pasaban de las cinco de la tarde. —dime— escupo ni bien contesta. —¿estás bien?, hoy tenías que llegar al mediodía. No viniste a trabajar y eso mi amigo, es lo más raro del mundo— dice con preocupación. Él es mi beta, se supone que debe estar cuidando de mí y al haberme ido de molino sin avisar y a solo días de la locura lunar, habrá sido una señal de alerta. lo entendía... pero, ¿tenía que joder justo ahora? —¿y eso qué? cúbreme— exigí con un tono que rozaba la suplíca. —¿y eso qué? son las seis de la tarde. quería saber cómo estabas. —estoy bien— digo con sinceridad viendo a Samantha peinar sus cabellos con los dedos. Sin poder disimular mis nervios, Froto mi nuca mirando en su dirección. Cuando se da cuenta, sonríe dejando ver un sonrojo en todo su rostro. —¿tienes una urgencia?— pregunto sin dejar de mirarla. Su labio inferior es atrapado entre sus dientes de manera seductora y recién en ese momento, volteo porque mi visión se agudiza y sé que habrán cambiado de color. —vete a la mierda, idiota. Me tenías preocupado. —¿por qué no llamaste a la policía? —jaja— contestó irónico. —tengo que sancionarte. Te quedarás haciendo el turno de la noche. —está bien— susurro. Samantha se acerca y me pregunta por el baño. Con la mano libre la tomo del culo y la presiono contra uno de mis muslos para pegarla a mí. Ella gime frotándose de manera descarada mientras la beso y me vuelve loco. Quiero desnudarla, llevarla a mi cama, separarle las rodillas y hundirme en su dulce coño por horas. Pero... ¿Cómo hago para dejar de besarla? Segundos después, me suelta muy a mi pesar y le hago señas para indicarle el camino sin poder evitar ver cómo su culo se mueve en esa dirección. Quiero correr tras ella y eso me descoloca. La necesidad que tengo por seguir besándola es casi ridícula. —¿¡con quien mierda estás!?— grita entre asombrado y divertido. —¿con quien crees tú?— pregunto orgulloso. No puedo quitarme la sonrisa del rostro y creo que él puede notar lo feliz que me siento. —no!— grita histérico y comienza a carcajear. —¿te aguantó hasta ahora? ¡Te lo dije! —te daré detalles después— digo, porque siento un sabor amargo al no haber podido terminar con lo que empezamos. Entonces, recuerdo la hora y me doy cuenta de que no ha desayunado, ni almorzado y ya está cerca la hora de cenar. Sintiendo la culpa, corro a la cocina. —cómo hago para... Ya sabes— digo en tono firme y apresurado. —para volver a verla. El idiota carcajea y lo oigo suspirar. —las humanas no son predecibles cómo las lobas. Jamás sabrás lo que está pensando. Puede que le hayas hecho pasar la mejor noche de su vida, pero eso no te asegura que vuelva a buscarte— hago una nota mental mientras reviso en la alacena algo para poder hacerle una comida decente. Pero en lo único que puedo pensar, es que ella está a pocos pasos de mí y que no la estoy tocando. —primero. Sácale su número de celular y asegúrate que sea el real. —entiendo— digo sacando una bolsa de pan lactal. ¿Desde cuándo mi madre compra pan? —me leíste el pensamiento— dice Samantha detrás de mí. —bueno. Te dejo en tu problema— habla mi amigo. Dice algo más que no entendí por qué mis ojos están clavados en la pelinegra curvilínea parada en la puerta de la cocina. Cuelgo la llamada y le señalo la nevera para que sea ella quien elija lo que quiera. *** Samantha. Pollo cocido, jamón, lechuga y mayonesa es lo que llama mi atención. —wow— digo con asombro. —esto se parece salido de mis sueños. ¿Sueles tener cosas así para salir de un apuro? Se rasca la nuca. Su sonrisa es todo un poema. De nada se parece al chico con expresión imperturbable de anoche. Incluso, parece que se sacó diez años de encima. —nunca— afirma. Miro la alacena abierta. Galletas con chips de chocolate, cereales azucarados y barras de cereal con yogur, me hacen rugir las tripas. —esto— digo señalando los dulces. —es lo que yo pondría en mi alacena si viviera sola. Sus ojos se achican ante mi confesión. —es cómo si mi madre supiera que estarías aquí. De verdad, no suele comprar estas cosas. Nosotros no comemos dulces. Salvo por el chocolate para taza. —no?— pregunto sin creerle. —la última vez que comí galletas, tenía unos once. —bueno, en mi casa. Con tres hermanos pequeños es difícil no ceder a la tentación— sonrío, pero no puedo evitar sentir una punzada en pecho al recordar a los peques. Ni siquiera me pude despedir de ellos y estoy segura de que habrán preguntado miles de veces por mí. —tienes hermanos?— pregunta preparando los emparedados con las cosas que saqué. Asiento y me regala una media sonrisa ¿Triste? —eso es lindo. Mi celular suena. James me hace señas para que conteste y aunque no quiero, lo hago por la insistencia. —samii!! Gracias a Dios!— grita mina. —dijiste que llamarías Cuando llegaras! El reclamo de la rubia me aturde. Pero tiene razón. Fueron tantas cosas que tenía que asumir, que pasé por alto ese detalle. —no tenía señal en el móvil— digo por qué es verdad. Aunque cuando lo tuve, ni siquiera pensé en llamar. —estuve... Algo ocupada— suspiro. El rubio precioso sonrie divertido al oírme. Quizás, recordando lo ocupada que estuve bajo sus brazos. El solo recordarlo me hace desearlo más. —no quise llamar a tu madre para no preocuparla. Pero... Bueno, Max estuvo insistente por saber por ti. Dice que no le contestas los mensajes desde ayer. Doy dos pasos en reversa y mi culo choca con el taburete en dónde anoche me había sentado. Decido usarlo ya que oír sobre el idiota de mi novio me pone nerviosa. —es verdad. No tengo nada que decirle. James me pasa un emparedado. Se para frente a mí y lleva su dedo gordo a los labios para chupar un poco de mayonesa que se escurrió. Paso saliva al verlo. Me encantan sus labios. Incluso quiero dejar la comida de lado para volver a besarlo. Son tantas las ganas que le tengo, que incluso no siento hambre, ni sueño. Nada en realidad. Solo ese ardor en el pecho y la química sobrenatural de nuestros cuerpos. Él sonríe malicioso mientras se inclina para picotear mi cuello. La visión se me nubla al sentirlo tan deseoso, tan insaciable. —¡llama al estúpido de tu novio antes que él llame a la policía y pida captura internacional por tu trasero! Y llámame después, estaré con Day. Diciendo esto, cuelga y mi corazón se agita. James clava su mirada sobre mí y se muerde los labios mientras se para recto. —¿tienes... Novio?— pregunta y puedo ver la desilusión en sus ojos. "Qué mierda estará pensando de mí?" El mismo dijo que creía en la fidelidad y yo ahí, quedando cómo la más puta. —no— aclaré. —di por terminada la relación. Asiente, pero algo en su mirada cambió. No voy a mentir, me duele saber que quedé cómo una zorra fácil. —¿cuando pasó esto?— quiso saber. Pude ver su espalda tensarse mientras guardaba los restos en sus respectivos lugares. —Hace días— sus nudillos se pusieron blancos presionando la manija de la alacena. Sin mirarme, guardó el pan y mis pies temblaron buscando la estabilidad del suelo. —creo que mejor me iré. Tengo cosas que hacer— dije y asintió sin devolverme la mirada. ¿Estaba herido? —tienes auto? —lo dejé en molino. Iré por él, no te preocupes— metí mis manos en los bolsillos del pantalón. No sabía si podía saludarlo cómo quería o si debía irme antes de volver esto más incómodo de lo que ya era. —no te preocupes. Tengo un auto aquí, te llevaré y de paso iré por mi madre que está en casa de una amiga. —estaré bien. Ya te he robado demasiado tiempo. —por favor— suplica sin mirarme. Ni siquiera sé qué pensar. Este chico está dejando en evidencia lo mucho que le molesta mi situación sentimental. ¿Por qué? A pesar de estar avergonzada, a él debería darle igual. —de verdad, me queda de camino— Asiento Aunque sigue sin mirarme. —iré a cambiarme y por las llaves— pasó junto a mí deteniéndose frente al emparedado intacto sobre la mesada. —por favor, deberías comer. Dijo desapareciendo por la puerta. Era cómo si cayera lentamente en un enorme agujero. Me odié y quería gritar por mi mala suerte. Max me cagaba la existencia desde la distancia. Aunque... Quizás es mejor así. Por suerte no llegue tan lejos con el rubio. Eso me haría sentir más barata de lo que ya me siento. Viajamos en silencio. Mi respiración parecía atascada en mi garganta provocándome dolor. Mis ojos ardían y la expresión dolida de James no era de ayuda. Con vergüenza, miro el emparedado aún intacto en mis manos y decido darle un mordisco, solo para tener la boca ocupada y no verme tonta por no hablar. Mastico lento ya que se me hace imposible tragar y lo mantengo así hasta llegar al lugar en donde lo conocí por la noche. Sin decir nada, bajé del auto dándole una sonrisa fingida Lo saludé agitando la mano y cuando me devolvió la mirada, guiñó un ojo en mi dirección antes seguir su camino. Así, sin decir nada más. Sin un beso, sin pedir mi número ni preguntarme si quiero volver a verlo... Supe que habíamos comenzado con el pie izquierdo.
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