Luca se fue a la cocina a buscar más papas.
Yo seguía en el sofá, enrollada en una cobija como un burrito del caos, viendo a Damien caminar de un lado al otro como si el suelo estuviera a punto de explotar.
Y entonces, su celular vibró.
No el normal.
El otro.
Ese n***o, sin logos, sin marca, el que seguro solo suena cuando alguien va a morir.
Damien lo miró como si estuviera eligiendo entre contestar… o arrancarse los ojos.
Respondió.
—¿Sí?
Pausa.
—Sí, ya salió la noticia.
Otra pausa.
Y entonces…
EXPLOSIÓN.
La voz al otro lado del teléfono se escuchaba desde aquí.
Y eso que no estaba en altavoz.
—¿¡QUÉ PARTE DE “PERFIL BAJO” NO ENTENDISTE, WOLFE!? ¡¿CÓMO DIABLOS SE FILTRA EL SECUESTRO EN MENOS DE 24 HORAS!? ¡¿QUÉ SON, DEL CLUB DE LOS IDIOTAS UNIDOS!?
Yo me tapé la boca con una mano para no soltar la carcajada.
Damien tragó saliva.
—Fue inevitable. El padre de la chica movió contactos. Ya están las alertas internacionales…
—¡ME IMPORTA UNA MIERDA! —rugió la voz—. ¡Esto no es un circo! ¡Y tú me lo convertiste en un episodio de telenovela! ¿Y LUCA? ¡¿DÓNDE ESTÁ ESE INÚTIL CON CARA DE MODELO DE ZAPATILLAS!?
—Aquí estoy, jefe —dijo Luca desde la cocina, con una bolsa de papas en la mano—. ¿Quiere unas?
—¡ME LOS VOY A CARGAR A LOS DOS!
—¿Esa voz es del jefe? —susurré a Damien—. Me lo imaginaba más… no sé, con acento ruso. ¿Y más calvo?
Damien me lanzó una mirada de “¿quieres morir hoy o mañana?”
—¿¡QUIÉN CARAJOS HABLÓ!? —gritó el jefe desde el celular.
—La rehén, señor.
—¡¿QUÉ. HACE. HABLANDO?! ¡¿POR QUÉ SABE QUE ESTOY EN EL TELÉFONO?! ¡¿QUÉ CLASE DE CLOWNFEST ES ESTE!?
—No podemos amordazarla. Habla hasta dormida.
—¡PÉGUENLE CON UN SARTÉN EN LA CABEZA SI ES NECESARIO!
—¡¿ME VAN A GOLPEAR CON UN SARTÉN?! —grité—. ¡¿QUÉ ES ESTO, BLANCANIEVES EDICIÓN NARCO!?
—¡WOLFE! ¡Llévenla a otro lugar, ahora! ¡Van a tener que moverla! ¡Cambiar el escondite! ¡Todo!
—¿Cambiar? —pregunté con dramatismo—. Pero ya decoré esta casa emocionalmente...
—¡Y ENCIÉRRALA EN ALGO SIN TELE, SIN PAPAS Y SIN WIFI! ¡ME ESTÁN ARRUINANDO EL NOMBRE, PEDAZO DE PELOTUDOS!
Clic.
Fin de la llamada.
Silencio absoluto.
Yo me giré lentamente hacia Damien, con la mejor cara de inocencia fingida.
—¿Lo arruiné todo?
—…Eres una pesadilla.
—Gracias.
Pocas cosas en la vida me conmueven tanto como ver a dos hombres peligrosos empaquetando galletas y cargando mochilas como si fueran mamás apuradas en una evacuación escolar.
Después de la llamada infernal del jefe, Damien no dijo nada.
Solo fue a su habitación, salió con una mochila negra gigante, tiró unas armas dentro como si fueran calcetines, y empezó a desconectar todos los aparatos con la eficiencia de un agente del FBI en crisis.
Luca, por su parte, guardaba papas y snacks en una caja con sumo cuidado.
—Estas son importantes, bro. El alma necesita carbohidratos para sobrevivir.
Yo me quedé sentada en el sofá, abrazando un cojín con forma de aguacate que me robé del sillón.
—¿Nos mudamos? —pregunté.
—Sí —respondió Damien, sin mirarme.
—¿Y no íbamos a vivir aquí felices para siempre?
—Cállate.
—Solo pregunto porque ya tenía una relación emocional con el microondas.
—¡HARPER!
—¡YA VALEEEE, solo pregunto!
Minutos después, Luca entró con una sonrisa culpable y las llaves colgando de un dedo.
—¿Adivinen qué conseguí?
—¿Una vida? —respondí.
—Una combi.
—…
—…
—¿Una combi? —repetimos Damien y yo al mismo tiempo, pero con tonos emocionales muy distintos.
—Sí, pero está chida, ¿eh? Blanca, polarizada, sonido decente… y tiene calcomanías de Pikachu en la parte trasera.
Damien respiró hondo. Muy hondo.
Yo ya estaba riéndome sin control.
—¿Vamos a secuestrar en una combi de Pokémon?
—¡No te emociones! —gritó Damien—. ¡No es una excursión!
—¡¿Van a poner música?! ¿Podemos parar por una nieve?
Y así fue como me subieron a una combi, con bolsas de comida, mochilas tácticas, y un Damien al borde del colapso nervioso.
Yo me senté en la parte trasera, saqué mi cobija de burrito y abrí unas papas.
—Damas y caballeros —anuncié, como si tuviera público—. Esta es la historia de cómo fui secuestrada, sacada de una casa acogedora, y enviada en una combi con calcas de Pikachu rumbo a mi nuevo destino…
Pausa dramática.
—Y todo porque hablo demasiado.
—¡Lo admites! —gritó Damien desde el asiento del copiloto.
—¡Y me enorgullezco!
El motor de la combi rugía como una aspiradora vieja con sueños de motocicleta.
Luca manejaba con una mano, con gafas de sol y música ochentera a todo volumen.
Damien iba en el asiento del copiloto, cruzado de brazos, cara de funeral y una vena latiéndole en la sien como si estuviera contando mentalmente hasta mil.
Y yo…
Yo me había adueñado de la parte trasera.
Coloqué mis almohadas en forma de animales, mi cobija con estampado de burrito y mi mochila repleta de galletas como si fuera mi trono.
—¡Bienvenidos a la Combi del Caos! —grité, usando una cuchara como micrófono—. Soy su anfitriona, Harper Lynn, ex socialité, actual víctima del secuestro más ridículo en la historia del crimen organizado.
—¿Puedes bajarle al volumen de tu existencia? —masculló Damien sin girarse.
—¿Eso fue sarcasmo? ¡¿Acabas de usar sarcasmo conmigo?! ¡Te estás soltando, bebé!
—Dios mío —susurró Damien, frotándose la cara—. ¿Esto es real? ¿Estoy despierto?
Luca, mientras tanto, bailaba ligeramente con los hombros al ritmo de la música.
—¿Harper? ¿Quieres DJ o narradora del trayecto?
—¡Ambas!
—Ya valimos —dijo Damien.