Aquí voy, de nuevo rumbo a Moncloa a retomar la noche que mi prima Ana ha fastidiado. El grupo me está esperando han encontrado rivales para nuestra partida de futbolín, pero mi cabeza no deja de darle vueltas a un asunto que me tiene intranquila ¿quién le dio mi teléfono a Pedro? Ese tipo no debería tener mi número y yo no se lo habría dado nunca. Hay algo en ese chico que no me gusta y prefiero evitarle todo lo que pueda.
El taxi se detuvo en Moncloa como le indique, apenas tarde diez minutos en llegar, pague al taxista y salí del coche. Subí la calle que lleva a los bajos a toda prisa, no quería hacer esperar más a mi gente. Apenas tarde unos minutos en subir la calle, total ya me sabia el camino de sobra y por fin estaba de nuevo en el Elite. Carmen la señora de la puerta me sonrió de nuevo al verme y no me hizo esperar la cola para entrar. Cuando llegue con el grupo todos me aplaudían por haber llegado pronto, normalmente era la que más tardaba siempre en aparecer.
- ¡Vaya! ¡Esta vez no tardaste! - Elena me vitoreo animada
- Si – sonreí con mofa – hay que darme una medalla a la rapidez
- ¡Hola pequeña! - Vero me rodeo con sus brazos para darme la bienvenida
- ¡Vero! ¡llegaste!
- Claro, ¿pensabas que solo tu podrías disfrutar de esta noche? - ambas estallamos en carcajadas
- Ya sabes que me gusta compartir mi protagonismo contigo siempre
Vero era una buena amiga, la conocí gracias a María que fue la que me integró en el grupo y la que me incito a estudiar un grado medio de enfermería. La abuela no estaba conforme con mi decisión, no quería verme envuelta en los hospitales, sangre o ancianos. La ilusión de mi abuela es que yo fuese una peluquera de prestigio y no paró hasta que me matriculo en una academia de peluquería y me sacó de mi grado medio por ello ahora me encuentro trabajando en una peluquería de barrio barriendo pelos en vez de estar atendiendo en un hospital como realmente me hubiese gustado, pero no quería disgustar a la abuela y quería tenerla contenta. Por suerte esas amistades que hice en ese grado medio las había conservado y se habían hecho duraderas. María y Elena estaban terminando su grado medio de Jardín de infancia, Vero y Mila habían acabado ya su grado medio de administración y yo ya sabéis como termine. La única clase que aun compartía con vero era la escuela de Danza a la que íbamos los domingos por la mañana.
- Bueno mis guarrillas – Elena nos abordó rodeándonos con sus brazos - ¿listas para fulminar a nuestros rivales esta noche?
- ¡Por supuesto! – respondimos al unisonó Vero y yo
Al girarme vi a nuestros contrincantes esperándonos en el futbolín, no podía creerme quienes eran. Mi cara se transformó en una mueca de repulsión total. Ahí estaba Pedro sonriendo como si fuese el rey del mundo y los demás fuésemos sus súbditos. Ese idiota quería guerra y se la íbamos a dar.
Envuelta en un ataque de ira me dirigí con paso firme hacia el futbolín y cuando sujeté los mandos de la portería le dediqué una mirada que indicaba que iba a perder y no solo eso, sino que le íbamos a desplumar entero. Pedro parecía muy seguro de sí mismo, pero pronto iba a saber con quién estaba jugando.
- ¿Y bien? ¿cuál es el premio? - le dije a Pedro sin ningún miramiento
- El equipo que pierda pasa por debajo del futbolín y le paga al equipo ganador las copas toda la noche
- Está bien ¿listo para perder? - le fulminé con la mirada y él sonrió
- ¿Segura que ganarás? - dijo muy seguro de sí mismo
- Ele, vamos a por ellos, sin ningún miramiento. Vale todo, incluido media y guarra – Pedro soltó una carcajada que me molesto
- Como queráis – dijo el compañero de Pedro
El juego comenzó, los dos primeros tantos los anotamos nosotras, no eran malos jugando, pero no tenían absolutamente nada que hacer frente a nosotras. Al cabo de un rato el juego iba empatado y quedaban apenas tres bolas para terminar la partida, la teníamos que ganar como fuese. Elena quiso poner todas sus tácticas en marcha y se quitó la blusa, se quedó con una camiseta con un buen escote delantero, solía usar esa táctica cuando creía que íbamos a perder. Si conseguía distraer a los rivales el tiempo suficiente como para marcar otro tanto tendríamos la partida ganada.
- Sois unas tramposas – dijo el compañero de Pedro
- ¿Por qué? - respondimos Elena y yo
- Se ha quitado la blusa para que desviemos la mirada – dijo exasperado el compañero de Pedro
- Hace calor aquí y hay mucha gente en el garito – dijo Elena excusandose
- Eso es trampa – alego Pedro
- Dijimos que valía todo – le reproche
Ambos tuvieron que tragarse sus palabras y aceptar las normas que habíamos impuesto, total, no tenían nada que ver con el juego realmente y podía ser verdad que Elena tuviese realmente calor, aunque yo sabía perfectamente cual era la verdad.
Como era de esperar la partida llegó a su fin, evidentemente les ganamos y tuvieron que pasar por debajo del futbolín a cuatro patas. De verdad que nada me supo mejor que ver a ese engreído de Pedro humillado por dos mujeres pasando así por debajo del futbolín. No le sentó muy bien pues quería la revancha a lo que le respondimos evidentemente con un no rotundo. Estaba claro que no estaba acostumbrado a perder.
Molesto consigo mismo se volvió hacia la barra donde le dijo al camarero que nuestro grupo podía pedir lo que quisiese que el pagaba así que cada poco rato íbamos a la barra a pedir rondas de tercios para todos salvo para mí, yo no bebía alcohol.
No me gustaba estar en el mismo local que Pedro y a cada rato les decía a mis amigas de cambiar de local, necesitaba salir de ahí un rato. Ángel me notaba incomoda y de vez en cuando salía a la puerta conmigo a tomar el aire mientras yo fumaba un piti. Aunque podía fumar dentro no me gustaba hacerlo y prefería salir fuera hacerlo.
Una de esas veces Pedro salió detrás de nosotros. ¿En serio no se cansaba nunca? Me sentía agobiada por completo. Ángel quiso evitar problemas con él y entró, quise matar en ese momento a mi amigo.
- Vaya, te quedaste sola – dijo Pedro
- Oye ¿tú no te cansas de perseguir gente? - le dije sin mas
- Tranquila, vengo en son de paz
- Eso no te lo crees ni tu ¿cómo conseguiste mi teléfono?
- Tengo mis métodos – sonrió
- ¿No vas a decírmelo? - le pregunte enojada
- Algún día – en serio lo estaba disfrutando
- Bórralo – le dije muy seca. Tiré el cigarro y me dispuse a entrar
- Ni de coña pienso hacerlo – me dijo mientras me agarraba de la muñeca
Intente soltarme inútilmente, me sostenía la muñeca con más fuerza de la que me esperaba, le mire indignada.
- Suéltame ya – le dije
- Por supuesto princesa – volvió a sonreír
- ¿Qué quieres? - le espete
- Pagar mi apuesta, he perdido
- Ya la estas pagando
- No del todo, pero aun la noche es larga, te invito a tomar la última en el karaoke. Piénsalo
Solto mi muñeca y entró dejándome con la palabra en la boca. No podía creerme que ese engreído me estuviese retando de esa forma. ¿Cree que no me atrevería? Claro que iba a atreverme y no solo eso, ya que le gustaba despilfarrar el dinero iba a aprovecharme y a desplumarle. Se lo tenía merecido.
Entre de nuevo al Elite, intente distraerme todo lo que pude y no pensar en el reto que me había propuesto Pedro el engreído, si, ya le había puesto mote, a partir de ahora se llamaría el engreído. Sus ojos estuvieron fijos en mi toda la noche, podía notarlo. Los escalofríos que su mirada me proporcionaban me recorrían toda la medula espinal.
El local estaba ya poniendo su canción de despedida, el pincha era muy gracioso y le gustaba poner la canción de Los Lunis para echar a la gente. A nosotras nos parecía gracioso e incluso la bailábamos con más ganas. Para cuando termino la canción solo quedábamos nosotros y el grupo de Pedro. Mila y Vero decidieron acompañar a Elena a casa, otra vez se había pasado con el alcohol y esta vez le había dado por decirle a todos que los quería con locura. María se había liado con Javi, era un chico mayor, la doblaba casi la edad y a mí no me caía muy bien la verdad. Ángel y Nacho tenían que hacer servicio al día siguiente, supongo que es la vida dura del militar. Rober hacia rato se había marchado pues tenía que ir al pueblo con sus padres así que solo quedaba yo en pie.
Pedro y sus amigos no se habían movido del sitio y su mirada seguía fija en mi así que decidí terminar con este asedio de una vez por todas. Me armé de valor y me dirigí a él.
- Está bien, acepto la última en el karaoke – Su sonrisa se amplió más de la cuenta
- Muy bien, vamos
Me despedí del grupo y quedé en hablar con ellos al día siguiente. Salimos del garito y el chico alto que al parecer se llamaba José se despidió diciendo que él no venía con nosotros. Note una mirada extraña entre él y Pedro, pero no sabía a qué se debía y tampoco me interesaba. Al final solo iríamos al karaoke, Pepe, Suxo, Pedro y yo.
En el karaoke me enfadé un poco, se suponía que solo iba a ser una copa y me llevarían a casa, pero en lugar de eso habían pedido una botella completa de Johnnie Walker etiqueta negra nada menos. Estaba claro que les gustaba despilfarrar dinero por donde iban. Realmente me había engañado y me sentía mal conmigo misma por haber caído en semejante trampa.
A las seis de la mañana ya se habían bebido toda la botella de Johnnie Walker y Suxo quería pedir otra. Madre mía eran peor que una destilería, ¿cuánto alcohol cabía en sus cuerpos?
- Muy bien chicos – dije poniéndome en pie – por mí es suficiente por hoy, voy a casa ya.
- Ya no pediremos más, Pepe está medio inconsciente y ya no vocaliza, nos vamos – dijo Pedro
- Ahora que me empezaba a divertir – dijo Suxo
- Nos vamos ya – volvió a decir Pedro
Me sorprendió como los otros dos hacían caso a sus órdenes. Pepe al salir paro un taxi, se metió en él y se fue sin despedirse, realmente tendría que ir bien borracho. Suxo, Pedro y yo nos subimos al coche de Suxo y nos pusimos rumbo a casa o eso me pareció. Cuando me quise dar cuenta vi que estábamos en plena M-30 dando vueltas sin rumbo fijo.
- Suxo, por aquí no se va a casa – le dije
- Si, es un atajo – me respondió y Pedro reía por lo bajo
- No, esto no está cerca de casa, no sé ni dónde estamos realmente
Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos, cuando quise darme cuenta habíamos chocado contra la mediana de la M-30. Suxo se había dormido al volante y despertó tras notar el impacto. Pedro había sufrido un golpe en la cabeza contra el cristal de la ventanilla. No había heridas graves, pero no dejaba de ser un accidente en plena carretera. Por suerte yo no sufrí ningún golpe ni impacto contra nada y me encontraba en perfectas condiciones. Suxo salió del coche maldiciendo y llevándose las manos a la cabeza para ver que daños había recibido el coche. Pedro se aquejaba de un dolor serio en la cabeza.
- ¿Estáis bien? - pregunte preocupada
- Si, solo me duele la cabeza – respondió Pedro
Acto seguido Pedro salió del coche, paro un taxi y me incitó a que subiese en él. Se dirigió a Suxo.
- ¿Te encargas de esto?
- Así es, vete antes que venga la policía – dijo Suxo
Que personajes más extraños. Acabamos de sufrir un accidente y Pedro deja a su amigo tirado en plena M-30 solo.
- ¿Te encuentras bien? - volví a preguntarle a Pedro ya dentro del taxi
- Si, solo me duele la cabeza y noto un zumbido, pero estoy bien
- Deberías ir al hospital a que te revisen
- Estoy bien, ya te lo dije
- Señor taxista por favor, vamos al hospital – le dije sin preámbulos al taxista el cual movió su cabeza en un gesto afirmativo.
El trayecto al hospital fue en silencio, Pedro no dijo ni una sola palabra, solo se sujetaba la cabeza y parecía realmente que le fuese a estallar en algún momento. Al entrar por urgencias fui yo la que se dirigió a la ventanilla y le informó a la administrativa de lo que había ocurrido.
- Hola, buenos días, mire mi amigo acaba de sufrir un accidente de coche y se ha dado un golpe en la cabeza. ¿Pueden revisarle?
- Por supuesto, su tarjeta sanitaria por favor.
Pedro la saco y se la entregó a la administrativa la cual cogió sus datos e inmediatamente le pasaron a la sala de urgencias. Yo estuve por irme, pero mi conciencia me dijo que lo mínimo era esperar a ver cuál era el resultado del daño del accidente. ¿Quién me iba a decir a mí que mi noche de fiesta tras aguantar a mi prima iba a terminar en las urgencias de un hospital?