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La pareja imperfecta

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Blurb

Amelia y Elliot se conocen desde siempre. Sus padres son amigos y han crecido juntos como polos opuestos. Pero han crecido y han cambiado, ya no son esos críos que se molestaban inocentemente, ahora saben las cualidades del otro, saben apreciar esos cambios de la adolescencia que los han hecho atractivos. ¿El problema? Elliot es un rebelde sin causa. Amelia es tranquila y no quiere meterse en problemas. ¿Podrán ajustarse el uno al otro? ¿Madurar juntos? Tienen un verano.

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1
AMELIA  Nunca esperé que el penúltimo año de instituto se volviera en mi contra. Estábamos a punto de terminar cuando empezó, y todo porque yo sólo quería mantener mis "amistades".  No era popular ni mucho menos, pero conocí a unas chicas que más o menos lo eran y sentirme parte de su grupo podía significar tener más vida social que salir únicamente con Erick a dar paseos en bici por el vecindario. Cuando se mudó a mi mismo vecindario lo agradecí un montón porque a penas salía de casa hasta entonces. Mi padre les diseñó una casa a un par de kilómetros de la nuestra y desde entonces, Erick y yo nos volvimos más unidos, y Elliot y yo nos llevamos peor. Se escondía en el bosque con unos chicos de su curso que fumaban y cuando Erick y yo pasábamos por allí cerca, olía fatal, tanto que un día le tuve que dar un empujón para que se apartara de mí y alejar ese apestoso olor de mi alrededor. Se creía el más guay fumando y dando vueltas con su bicicleta tuneada, hasta que la cambió por una reluciente moto que le regalaron cuando terminó el instituto.  Una de las últimas semanas de clases nos pillaron a mí a mis supuestas amigas fumando a escondidas detrás de las gradas del instituto, aunque yo no fumaba, estaba con ellas y cuando el profesor nos pilló se me cayó el alma a los pies. De una forma casi mágica, Elliot saltó las vigas de metal del suelo que tapaban la entrada a la parte trasera de las gradas y se acercó con sus andares como si fuera el rey de todo. Él si encajaba fumando, con sus pantalones rotos a la rodilla, sus piercings y su pelo n***o bien echado hacia atrás de una forma desordenada.  —¿Todo bien, Am? —me preguntó.  Fui la primera extrañada.  Elliot era más que popular entre las chicas de mi curso, y las del suyo. s*x symbol lo llamaban mis "amistades". La verdad es que Elliot era bastante atractivo, pero un completo engreído con aires de superioridad. Parecía mentira que nos hubiéramos criado juntos.  —Ummm... ¿sí? —dudé.  Se excusó con el profesor y me alargó la mano con algunos anillos brillando en ella. > pensé. Pero sabía que él podía sacarme del lío y la acepté. Tenía la mano fría por el metal que rodeaba sus dedos, pero su piel estaba caliente y me aferré a ella dando unas zancadas hasta estar a su lado. Le contó un rollo bastante extraño y tergiversado al profesor, y creo que al final me dejó ir porque me conocía y sabía que yo no fumaba ni encajaba allí. Elliot no me soltó la mano hasta que salimos de detrás de las gradas.  —No me des las gracias —bromeó, y solté un bufido.  —¿Qué haces aquí? Ya te has graduado.  Echamos a andar por el patio del instituto y como no solía responder nunca a mis preguntas no esperé mucho de él. Sin embargo, empujó la puerta trasera por mí y me dejó pasar primero.  —He venido a por algunos papeles que no me llegaron a casa. ¿Y tú?  Arrugué el ceño y pasé de largo por el pasillo hacia mi taquilla para cambiar algunos libros y estar lista para mi siguiente clase.  —Estudio aquí, por si no me has notado en los últimos años.  Lo vi sonreír con gracia y agitó la cabeza. Era más alto que yo y tuve que subir la cabeza para mirarlo.  —Tu condescendencia me sorprende.  —A mi me sorprende que sepas lo que significa esa palabra.  Me acompañó hasta mi taquilla y se apoyó en la de al lado mientras intercambiaba libros.  —Me debes algo —soltó.   ¿Perdona?  Su sonrisa socarrona no tardó en aparecer y le brilló el piercing del labio. Muchas veces me vi fantaseando con él cuando no quería.  —Te he salvado el culo, rubia, me debes algo.  —Un aplauso, si te viene bien —bacilé, y acomodé algunas cosas de mi taquilla antes de cerrarla.  —Qué graciosa —su burla resbalaba por cada poro de su cuerpo, y quise cerrarle la taquilla en la cara—. Sólo quiero que sepas que me debes algo, por si en algún momento necesito un favor, que sepas que me lo debes. —Cerró mi taquilla por mí y le dio un pequeño golpe con los anillos antes de tirarme de la coleta y alejarse por el pasillo—. Ah, y cámbiate antes de llegar a casa, apestas a cigarro.  Apreté los labios, pero le hice caso.  ELLIOT —No vas a salir más con esos chicos —me soltó mi madre.  No eran las mejores compañías, pero eran las únicas por allí cerca y la ciudad era un asco por las tardes, la gente joven salía de noche y hasta entonces, me aburría como un crío sin nada que hacer.  —Vale —dije como siempre.  —¿Porqué no sales con tu hermano y Amelia? Se lo pasan bien ellos solos —siguió.  Quise decir que si Erick salía con Amelia era porque estaba jodido por su culo, y no me extrañaba, hasta yo lo estaba. Amelia estaba buena, y era guapa, pero era una petarda. Y Erick llevaba enamorado de ella tanto tiempo que no sé cómo no se enteró de que estaba en esa zona de amigo de la que nunca saldría. O tal vez sí, porque Amelia era rara.  —Tampoco hace falta, mamá —susurró él. Supongo que cada uno sacó la actitud de uno de nuestros padres.  Tampoco hacía falta porque él quería estar sólo con ella. Y casualmente a mi me encantaba molestarlos a los dos.  —Creo que estará bien salir algún día —dije, y me gustó bastante ver la cara descompuesta de mi hermano. A mi madre le brilló la cara de ilusión. Yo sabía lo mucho que ella quería que me hiciera más cercano a Amelia y dejar así de lado a mis otros amigos. Me pareció más gracioso de lo que debería ver a mi hermano comiéndose la cabeza por mi repentina aceptación a salir con él y su noviecita. Pero podía estar tranquilo, a mi Amelia nunca me podía gustar. O eso quise pensar.  Yo ya había terminado las clases y tenía universidad escogida, me aceptaron la universidad estatal de la ciudad así que me quedaría en casa otros años más. Volví a salir con aquellos chicos del vecindario, nos reuníamos por las tardes entre algunos árboles del bosque, y los viernes y sábados íbamos por las noches a algunos bares de la ciudad. Los cuatro chicos con los que me juntaba eran del vecindario, así que conocían a todo el mundo porque no era un lugar muy grande.  —¿Habéis visto hoy a Amelia? —preguntó Connor dándole una calada a su porro.  Todos asintieron como babosos y aunque Amelia no era mi persona favorita, aquello me enfadó un poco. La conocía de toda la vida y por la fuerza, quisiera o no, algo de respeto tenía por ella. No podía ir por ahí actuando como un puto baboso por ella. Lo hacía más en silencio.  —Su madre es modelo, ella va por el mismo camino —comentó Ryan—. Está de muerte esa tía.  —Es un poco estirada —en eso estaba con Mike. Amelia era una estirada sin experiencias.  —¿Tú no le pediste salir un día? —le preguntó Gregory, Greg para los amigos. Se encendió otro porro y me lo pasó—. Antes de que tú te llegaras este cabronazo nos hacía pasar todos los días por delante de su casa sólo para llamar su atención.  Aquello me sorprendió. Mike no pudo ser nunca el tipo de Amelia, y nunca lo fue. Era demasiado gilipollas para ella. Aunque Mike era el más "normal" de todos; él tenía la apariencia de un chico que podría estar con ella, sin piercing, ni tatuajes, y cuando quería se podía vestir como una rata de biblioteca.  —¿Tú nunca lo has intentado con ella? —me preguntaron.  No era ningún secreto que nuestras familias se conocían de toda la vida, los padres de Amelia habían sido de los primeros en vivir en el vecindario y su padre diseñó muchas de las casas en las que vivíamos.  —No es mi tipo —aseguré.  —Esa tía es el tipo de cualquiera —Connor se apoyó en el tronco de un árbol y soltó todo el humo—. ¿Es que te ha rechazado, Parker? Elevé las cejas y solté el humo del porro.  —A mi nadie me rechaza. —Porque era verdad, sabía mis atributos y a las chicas les encantaban. Estaba seguro de que si yo quería, Amelia aceptaría cualquier tontería. —¿Enserio? —me soltó de vuelta—. Esa tía es difícil, no podrías ni tú.  Tal vez me lo tomé más a pecho de lo que era. Solté el porro en el suelo y lo pisé enterrándolo con el pie.  —¿Quieres ver cómo te cierro la boca?  Los dos nos encaramos con rapidez. Todos consideraban que Connor era el "líder" de nuestro grupo por el ser mayor, tenía veintitrés años y vivía en el sótano de su madre rodeado de m*******a y latas de cerveza. En realidad sólo me caía bien porque cargaba la m*******a, el alcohol, y carnés falsos.  —Si la llevas el viernes al pub te doy m*******a para una semana, gratis, y dejo de tocarte los cojones.  Lo de la m*******a fue lo que más me animó a hacerlo.  Los domingos comíamos en su casa, iban todos mis tíos y se reunían alrededor de la barbacoa con latas de cervezas mientras mi madre y mis tías cogían frutas y verduras del pequeño huerto que tenían en el jardín. Yo me quedé sentado en una de las tumbonas frente a la piscina chateando por el móvil cuando vi a Amelia pasar por detrás con una cesta llena de verduras para lavar. Me levanté y me guardé el teléfono en el bolsillo de los vaqueros antes de cogerle la cesta de los brazos. Mi hermano le seguía el culo por detrás y ni siquiera se molestó en ayudarla y eso que la cesta pesaba. Extrañada me miró.  —Yo puedo hacer eso —me dijo.  La ignoré completamente y sentí cómo me seguía de camino a la cocina. Por suerte mi hermano se quedó en el jardín y pude hablar con ella.  —Me debes algo por lo de hace semanas —le recordé, y ella bufó metiendo debajo del agua del grifo algunos tomates—. Voy a venir el viernes a por ti.  Dejó lo que estaba haciendo y el agua le chorreó por los brazos hasta mojarle un poco el vestido. Ni siquiera se quejó porque estaba intentando creerse mis palabras.  —Ya, ¿para qué?  —Para cosas mías, pero me lo debes.  —¿Y Erick?  —Erick puede pajearse solito en la oscuridad de su habitación. Me lanzó un limón que atrapé en el aire y resopló resignada porque su plan de abrirme la cabeza no salió muy bien.  —Eres un estúpido —me soltó.  —Y todo lo que tú quieras, pero el viernes vengo. Vamos a la ciudad, a un pub, así que no te vistas como una monja.  Molestarla era divertido. Se volvió roja y sentí sus ganas de lanzarme la cesta entera a la cabeza. En realidad Amelia no se vestía como la estirada que era. Todos mis amigos se dieron cuenta de que casi nunca llevaba sujetador, y a diferencia de otras chicas que no usaban, Amelia hacía que se viera inocente bajo esos vestidos que usaba de niña buena. Tenía unas piernas torneadas, y había buscado fotos de su madre cuando era joven, y j***r, eran iguales.  —Me exasperas, Elliot —dijo.  Me sacó una carcajada y me acerqué a ella sólo para tirarle de la coleta.  —Ya deberías estar acostumbrada —volví a tirarle de la coleta y ella me empujó lejos haciéndome reír.   AMELIA —¿Y si no quiero ir?  Se quedó parado en el marco de la cocina y giró lentamente como un león a punto de cazar a su presa. Se recostó en el marco con un gesto total de superioridad y se cruzó de brazos. —¿Eres consciente de que me llevaría un par de minutos conseguir que te castiguen? Te han pillado fumando en el instituto, Amelia —chasqueó la lengua con gracia y con una burla que no podía soportar—. Tus padres estarían muy decepcionados contigo si alguien se lo contara.  —No serías capaz...  Sí lo era.  —No me pruebes, Am, no sabes de lo que soy capaz.  Y como vino se fue y me quedé como una tonta limpiando frutas y verduras mandándole miradas asesinas a través de la ventana de la cocina. No podía con él, era irritante y se creía un chico malo de esos que salen en películas porque han tenido un pasado horrible y en casa no le querían. Elliot no era eso. Elliot fue amado. Mis tíos lo criaron con mucho cariño, aunque no eran mis verdaderos tíos, pero crecimos siendo todos muy unidos y llegué a cogerles ese cariño, no recuerdo una época de mi vida dónde no estuvieran ellos.  —¿Cómo lo llevas, cariño?  Mi madre entró en la cocina con otra cesta con frutas y verduras y no pude evitar admirarla. Era guapísima para estar en sus cuarenta y no se parecía a ninguna madre de esas que iban a recoger a sus hijos al instituto. Pocas padres eran modelos. Supongo que por eso mi padre se fijó en ella de primeras,  porque llamaba la atención y me vi preguntándome a mí misma si yo llegaría a su edad igual de bien cuidada que ella. Sabía de nuestro parecido, nos parecíamos un montón, pero estaba segura de que mi madre, con diecisiete años, era mucho más enrollada que yo y seguramente tenía amigos a montones.  —Bien. ¿Quieres que limpie esas por ti?  —No hace falta —me aseguró, y se puso a limpiarlas a mi lado—. ¿Todo bien con Elliot? ¿Ya habéis discutido?  Sonreí.  —¿Tan obvio es?  —Es lo único que hacéis, seguís pareciendo niños. Hablar con mi madre era más fácil que hacerlo con mi padre. O por lo menos en el tema de chicos aunque ese chico fuera Elliot. Había ido muy pocas veces a la ciudad yo sola, Erick y yo solíamos ir para ir al cine y de compras, pero no para mucho más. A pesar de que Elliot no era la mejor compañía, mi madre le quería como a otro hijo porque había estado con él desde su nacimiento, y no vio nada malo en que saliéramos a cenar, o eso le dije. Estaba segura de que los motivos de Elliot para querer salir conmigo implicaban mucho más a que su madre se lo podía haber pedido; probablemente implicaba a sus amigos y que Mike, uno de ellos, me había pedido salir un par de veces. Pensé que tal vez intentaba hacer de celestino sin mucho éxito.  —Tienes una semana para decírselo a tu padre.  —Mamá... —me quejé—. ¿No se lo puedes decir tú?  —¡Oye! Que yo no voy a pasarme la vida intentando convencer a tu padre de que te deje salir con chicos.  —No son "chicos", es Elliot.  —Es un chico.  Refunfuñando salí al jardín y me lancé de mala gana en el asiento junto a Erick. Le conté todo y sacamos teorías de porqué el idiota de su hermano podría querer salir conmigo. Llegamos a la conclusión de que podían ser dos cosas. El pub era un local que frecuentaban personas como Elliot, fumadoras y amantes del punk rock a todo volumen, mucha gente de último curso hablaba de él. Allí iban Elliot y sus amigos y las conclusiones fueron: o un celestino muy poco creativo por obligarme a ir, o sólo quería molestarnos. Yo no era estúpida ni mucho menos, y sabía que Erick sentía algo por mi, creo que lo supe mucho antes que él; todo el mundo se había dado cuenta, o por lo menos nuestras madres y hasta el mismo Elliot. Mi otra teoría que nunca dije en alto, es que le producía un placer bastante psicópata el hecho de molestar a su propio hermano con sus sentimientos hacia mí. Sea como fuere, confiaba en que Elliot podía decirle a mis padres de mi pillada con unas fumadoras en el instituto, y nunca les conté de ellas porque no eran el tipo de chicas con las que esperaban que yo me juntara, ni siquiera yo lo hacía. Y le veía capaz de inventarse cualquier cosa para fastidiarme más.  Durante la comida no pude dejar de entrecerrar los ojos en su dirección justo al otro lado de la mesa, hasta tuvimos una pelea ridícula de pies sin que nadie se enterara, y ganó él. No dejé de mirarlo mal ni cuando se estaban despidiendo y mis padres le abrazaron como si fuera su propio hijo. Yo me despedí de mis tíos, y de Erick, pero Elliot y yo ni nos tocamos. Más tarde, cuando me quedé con mis padres y estábamos viendo una película en el salón, mi madre estiró el pie y la miré. Estaba abrazada a mi padre, como casi siempre, parecían adolescentes y no sabía si eso me encantaba porque se amaban, o me daba algo de grima porque eran mis padres y revoloteaban por ahí como gente de mi edad. Al final me vi incapaz de avisar a mi padre de mi salida del viernes y le cambió la cara cuando vio a Elliot parado en la entrada. Aunque le quería, no era el chico que esperaban en la puerta de casa buscándome. 

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