NARRA EVANGELINE
El corazón me dio un fuerte brinco en el pecho al escuchar la declaración de Pam.
«Fabien, ¿enamorado de mí?».
No podía ser cierto. Eso tenía que ser imposible.
Quise negarlo, pero no pude evitar sentirme emocionada... Muy emocionada.
Parpadeé y batí mis pestañas, tratando de mantenerme serena. No podía permitir sentirme ilusionada, pues sabía que, de hacerlo, podría caer de una nube muy alta y el golpe sería tremendo para mí.
Ya me había pasado con Sebastién.
—¿Enamorado? —murmuré incrédula y negué—. No. Creo que te equivocas.
El fino aro en su nariz brilló gracias al resplandor de la luz de la habitación cuando ladeó la cabeza y sonrió.
La corta melena rubia, que le llegaba a la altura del mentón, bailó en el aire cuando agitó la cabeza y negó.
—No creo que me
