NARRA FABIEN
El golpe sonó seco y severo, cuando mi puño impactó contra la superficie del tablero de mando de la embarcación que me encontraba navegando, mientras me dirigía hacia Sicilia.
Las palabras que ella me había dicho, resonaban en mi cabeza, una y otra vez, frustrándome y haciéndome sentir el hombre más inútil sobre la faz de la tierra.
«No fue lo que yo esperaba y no me siento del todo complacida».
De todas las mujeres con las que había estado, justamente ella vino a decir que no la había complacido.
«¿Es que acaso había sido un pendejo precoz? ¿Acaso había perdido el toque y no podía darle placer a una mujer? O, ¿simplemente, lo que yo hacía no era suficiente para una princesita como ella? ¿Yo no era suficiente para ella?».
Otro golpe, uno más fuerte y fiero, fue a dar ot
