NARRADOR OMNISCIENTE El sonido del vidrio de una botella, haciéndose añicos al chocar contra el marco de la puerta, estremeció a los dos pequeños que permanecían abrazados y acurrucados en una de las esquinas del mohoso y harapiento apartamento en el que vivían. El hermano mayor, de 9 años, abrazaba fuertemente y de manera sobreprotectora a su pequeña hermana de 4 años. Con su cuerpo la escondía y trataba de mantener la mirada de ella alejada de lo que estaba sucediendo frente a los dos. Su madre, una mujer de cuerpo tan flacuchento que parecía piel sobre huesos, rostro demacrado y ojeroso, y brazos en los que las marcas de los pinchazos de las agujas con las que se inyectaba la heroína eran extremadamente visibles, amenazaba con cortarle el cuello con el filo de la botella que acababa

