NARRA FABIEN Suavemente, mi dedo se restregó en aquel punto con tanto gusto y contemplé la reacción de su cuerpo. Su pecho se alzó y su espalda se arqueó, cuando todo su cuerpo se puso tenso para recibir el placer que mi dedo le estaba brindando; sus tentadores labios gruesos se despegaron para tomar aire y ahogar un gemido; sus manos se aferraron con fuerza a las sábanas; y sus pezones se pusieron redonditos y duros. Joder... Solamente verla, era una puta fantasía, arte puro y viagra para cualquier pendejo. Yo estaba como hipnotizado, sin poder despegar mi vista de su cuerpo y deseando poder brindarle el placer que me estaba exigiendo. Quería continuar escuchando esos suaves y dulces gemidos y que se transformaran en gritos placenteros. Deseaba que mi dedo siguiera untándose de los

