Capítulo 5: Un beso incorrecto

4160 Words
 Dos días después de mi encuentro con Vincent, ya estaba recuperada; pero seguía igual de molesta. Aun así, esta mañana me levanté de buen humor, desayuné algo rico y subí a mi habitación para ducharme y vestirme. No vi a Vincent en todo ese tiempo, pero hoy saldría y tendría que llevarme por obligación. No me agradaba la idea, y sabía que a él tampoco.    A pesar de todo, me vestí con unos vaqueros ceñidos al cuerpo y una camiseta, un suéter de   algodón suave y un gorro de lana que combinaba. Hoy iría de compras, así que no demoré mucho maquillándome. Cuando bajé a la sala, Vincent ya estaba esperándome en la puerta. Tomé mi cartera y lo ignoré, yendo directamente hacia mi coche sin siquiera darle una mirada, no lo merecía.    Cuando iba abrir la puerta del conductor, una mano me detuvo. Me giré rápidamente para ver a Vincent con una expresión tranquila, su mano envuelva alrededor de la mía.   —Conduciré yo —resoplé, pero me moví hacia el otro lado, sabiendo que no ganaría esta pelea con él. Pronto me las cobraría.    Cuando me senté en el coche, Vincent ya estaba allí. Su perfume bailaba en el aire, haciéndome querer saltar en su regazo. Sacudí la cabeza y miré la ventana, mientras él comenzaba a conducir. Después de unos segundos, habló.   —Siento lo de ayer April yo...   —No quiero hablar sobre ello —interrumpí con molestia—. Déjalo ya.    Y con eso murió nuestra conversación.                                                              ***    Cuando llegamos al centro comercial, no esperé por Vincent, caminé hasta el local más cercano. Era una tienda de zapatos, entré y miré de todo, me probé cientos de zapatos, volví loca a la encargada y compré tres. Todos eran tazones, altos, costosos y muy elegantes. Salí de allí y me fui a la tienda que estaba al lado, también vendían zapatos, pero en esta sólo compré uno. Hice todo ello mientras ignoraba la presencia de mi guardaespaldas.    Me gustaba ir de compras, me gustaba tener ropa nueva, aunque ya tenía suficiente. Si me cansaba de tener tanta ropa, la donaba alguna fundación. Mi padre decía que estaba gastando demasiado dinero en nada, pero nunca me lo había impedido. Tenía tarjetas de crédito sin límite, mucho efectivo, y una cuenta de ahorros a mi nombre para emergencias. La fortuna de mi padre podía alcanzarme para toda la vida sin tener que trabajar. Sus negocios iban bien, ahora más que nunca estaba ganando dinero, y era un hombre respetado en todo el país. Estoy segura de que mi madre se arrepentía de habernos dejado.    Cuando salió por la puerta aquella mañana, nunca miró atrás, y gritó a los cuatro vientos que el negocio de mi padre no duraría mucho, que quebraría en cuestión de meses, y que prefería estar con un hombre joven que estaba haciendo su propia fortuna. Nos abandonó, pero el tipo nunca logró aquella fortuna que ella tanto se regodeaba.    Cuando llegué a otro local me di cuenta de que Vincent tenía cara de aburrimiento total, sonreí para mi misma y continué.    Para el final de la mañana, había visitado más de una docena de locales, y comprado en once de ellos. Vincent no se despegó de mí, podía predecir que quería lanzarse por las escaleras y huir corriendo de aquí. No entendía por qué los hombres odiaban ir de compras, pero justo ahora, me alegraba que lo hicieran. Torturar a mi guardaespaldas era más divertido de lo que había pensado, oír sus resoplidos, ver como ponía los ojos en blanco cuando entraba en una tienda, y su cara sin expresión cuando le preguntaba si se estaba divirtiendo.     Todo aquello era cruel, pero me gustaba.    Y ni siquiera había terminado el día. Fui a comer en un pequeño restaurante, Vincent no comió, y yo no lo invité hacerlo tampoco. Después elegí un postre mientras lo comía lentamente. Varias personas conocidas me saludaron, incluso algunas se detuvieron para hablar conmigo, les respondí con amabilidad. Sonriendo y mostrándome encantadora, estaba siendo hipócrita, no quería hablar con ellos, pero en mi clase social todos lo éramos.    Cuando terminé de devorar mi postre, me di cuenta de que Vincent estaba muy concentrado en su teléfono, tecleando con rapidez y sonriendo. Tenía que intervenir, no quería que él pasara ni un momento agradable en mi compañía.   —Vincent creo que un chico está acosándome justo ahora —dije con falsa voz de asustada—, no deja de mirarme.    Él dejó su teléfono y me miró, no se creyó el cuento obviamente. Miró hacia donde yo estaba mirando y puso los ojos en blanco. — Tal vez quiere un autógrafo —dijo con sarcasmo.   —No lo creo —seguí encogiéndome—. Ha estado mirándome mucho.   —No lo ha hecho —reclamó—, y en tal caso, lo hace porque es el maldito mesero y está esperando que pagues la cuenta y le des una buena propina.   —Mmm no lo sé —quise sonreír, pero me contuve—. Creo que deberías dejar de mirar tu teléfono y prestarle atención. Míralo fijamente.   —¿Estás jodiéndome? —preguntó, perdiendo la paciencia. Estaba enojado—. ¿Pretendes que me quede mirándolo como un idiota?   —Vincent tu trabajo es protegerme, y no me siento segura así. Deja de lloriquear y has lo que tienes que hacer. —Lo miré a los ojos, desafiándolo. Él sabía que no podía contradecirme. Si la niña de p**i no se sentía segura, era su trabajo hacerme sentir bien de nuevo.     Vincent juró por lo bajo y se giró para mirar al tipo, quien rápidamente desvío su mirada hacia otro lado. Se giró de nuevo hacia mí, pero lo obligué a vigilarlo con la excusa de que no me sentía segura. Una sonrisa se me escapó cuando no estaba viéndome.    Dejé el restaurante y fui a otras seis tiendas más, deteniéndome a mirar durante mucho rato. Cuando terminé de comprar, salí del centro comercial y me subí al auto. El ambiente era tenso y frío, Vincent estaba enojado y cansado, diferente a mí, que estaba de muy buen humor. No me detuve analizar por qué me sentía tan bien torturando a los demás, incluso torturando a una persona que podría salvar mi vida en cualquier momento.    Pero desde pequeña me habían enseñado que, por ser rica, podía hacer lo que quisiera.    Al llegar a casa, fui directamente a mi habitación. Saqué toda mi ropa recién comprada, y elegí con la que me vestiría esta noche. Iríamos a una fiesta, Kim, Lauren y Kristie estarían allí, por supuesto. El lugar elegido era a una famosa discoteca, donde artistas famosos iban a pasar el rato también, era un buen sitio para los ricos.    Coloqué música en mi reproductor, y me metí en la ducha. Lavé mi cabello que estaba un poco sudoroso, y afeité todo mi cuerpo, dedicándole más tiempo del necesario. Al salir, me peiné haciendo ondas suaves en mi cabello, y dejándolo con mucho brillo.    Kristie me llamó para decirme que no podría ir, pero que su prima iría en su lugar. No dejé que eso me desanimara. Su prima era la más perra de todas, lo que nosotras hacíamos en nuestras noches más alocadas, ella lo practicaba en sus días más aburridos, inclusive había rumores por allí de que se drogada. Nunca fueron confirmados o desmentidos, y ella nunca se había metido con nosotras, así que no me negué a que fuera.    Mi vestido era ceñido, lo compré hoy cuando Vincent no había estado mirándome. No sabía por qué, pero quería sorprenderlo; aunque sorprender a un agente del FBI no era algo fácil. Y menos sabiendo como era él, dudaba de que incluso hubiese tenido una novia en su vida. A ninguna mujer le gustaba que un hombre fuera tan frío y hostil. Una pequeña parte de mí se preguntaba si debajo de toda esa frialdad, había un buen corazón, o todo seguía siendo oscuro. No me sorprendía si así era.     Pero tenía que admitir que había algo en él que llamaba la atención, sus ojos eran como imanes, obligándote a ir hacia donde estaba. Sí, tan cursi como sonara, siempre quería acercarme a Vincent Hamilton.    Cuando estuve lista bajé a la cocina, sabía que lo enconaría allí.  Y efectivamente, ahí estaba, sentada en la isla de la cocina con Miranda mientras comía. Mi nana me dio una mirada de desaprobación en cuanto me vio entrar, no le gustaba cuando iba de fiesta porque decía que era demasiado peligroso, imaginaba que ahora con Vincent se relajaría, pero me había equivocado.     Vincent fue todo lo contrario, en cuanto e vio, sus ojos me recorrieron todo el cuerpo. Sonreí para mis adentros, quisiera admitirlo o no, yo le gustaba. Estaba usando un vestido blanco leche por encima de las rodillas, tacones con tiras que hacían ver mis piernas más altas y estilizadas, y un maquillaje sencillo que resaltaba mis ojos.     Sí Vincent, estaba hermosa.   —Cierra la boca guardaespaldas —le dije con una pequeña sonrisa de satisfacción. Él la cerró de inmediato y se levantó, terminando de comer. Su mirada se posó en mis ojos ahora, sin dejar ver nada, pero sabía que había estado allí, la oscuridad del deseo.   —No sabía que ibas a salir esta noche —susurró mientras mi nana recogía los platos sucios.   —No tengo que decirte nada. Yo salgo cuando quiera y tu siempre tienes que estar disponible.   —¿Puedes dejar de ser tan malditamente insoportable sólo por un momento?    No quería enojarme, pero Vincent estaba sacándome de mis casillas.   —Cuando dejes de hablarme como si fuera inferior a ti, lo pensaré —me di la vuelta, y caminé hasta la puerta, pero me detuve allí y me voltee a mirarlo—. No olvides quién es el jefe aquí.                                                                       ***      Cuando llegué a la discoteca, las chicas ya estaban esperando allí. Kim tenía un vestido verde jade, le quedaba precioso por su bonita figura; Lauren estaba un poco más provocativa con una falda corta y un top que dejaba ver su ombligo. Y Sacha, la prima de Kris, llevaba un vestido muy corto n***o con tonos castaños. Su muy maquillado rostro dio una sonrisa falsa en cuanto me vio. Reprimí las ganas de girar los ojos.    Al verme llegar con Vincent, quien me abrió la puerta del auto, sus bocas se desencajaron. Inclusive Kim y Lauren, ellas podían ser lesbianas, pero apreciaban la belleza masculina tanto como las heterosexuales. Aunque la reacción de Sacha fue la me molestó, ella le sonrió y bajó el escote de su vestido, sí es que eso se podía ya.     Vincent no la miró, pero de igual forma me molestó y mucho. Lo que terminó irritándome también, no debía importarme lo que mi guardaespaldas hiciera, ni siquiera sabía si estaba casado; no había visto ningún anillo en su mano, pero eso no decía nada, conocía hombres que se lo quitaban al salir de casa. Y, además, aunque no lo creyera, podía tener una novia en realidad. Era estúpido sentirme posesiva con él, era mi empleado, pero no mío.    Caminé con la gracia que siempre tenía. Le di un beso a cada chica y les dije que podíamos entrar ya, con Vincent siguiéndonos. Sacha pareció emocionada por ese hecho, pero no dijo nada. Adentro las luces me hicieron parpadear, la música era alta pero no la gran cosa. Había chicas vestidas con muy poca ropa y otras con casi nada. Pero todas tenían en algo común, eran hermosas. Ya sean modelos, actrices o simplemente mujeres ricas que pagaban una fortuna para que las hicieran ver hermosas.    Este era una de esas discotecas en donde tenías que ser excesivamente atractivo, o tener mucho dinero. Ya sabíamos que los no bonitos, por lo menos eran millonarios. Por esa razón muchas chicas venían aquí a pescar a alguien. Por supuesto, si eran hermosas.    Alguien nos encontró una mesa VIP, hoy pagaba Kim, ya que era la elegida. Vi a Vincent sentarse en la barra para vigilarnos, pero no estaba en nuestro espacio personal. Cuando cada una pidió su bebida, comenzamos a conversar.   —Ahora si April, dime quién es la belleza oscura que está en la barra.    Lauren parecía emocionada, así que sonreí.   —Mi guardaespaldas.   —¡Dios! Creo que le pediré a mi padre un guardaespaldas mañana —dijo Sacha, sin dejar de mirarlo. Ésta vez no sonreí. — ¿Sabes de qué agencia es?   —Hm no, en realidad no.   —Bueno, tal vez debería ir y pedirle su número, no creo que me rechace —Lauren y Kim se quedaron en silencio, mientras yo quería matarla.    Ella cruzó las piernas y lo miró con cara seductora. Tenía que admitir que era muy atractiva, y la típica chica a Vincent le gustaría. No era que lo conociera demasiado, pero se veía perfectamente que él necesitaba una mujer que se dejara dominar en cualquier momento. Sacha era una perra, pero podía ser dulce y servicial si así lo quería un chico. Había tenido que escuchar muchas historias de ella cuando Kristie me las contaba.   —No creo que te lo dé, es muy frío y arrogante.    Ella sonrío aún más. — Exactamente como me gustan a mí. Nunca es demasiado tarde para un reto. Apuesto a que puedo conseguir su número y algo más esta noche.   —Cariño con los hombres no se pueden hacer apuestas —dijo Lauren—. Son tan básicos, nosotras somos mucho más interesantes.   —¿Mujeres? Disculpa, pero yo no cambio un buen pene por una conchita. —La cara de Lauren cayó—. No te ofendas, pero es un poco asqueroso.    Y allí fue el turno de Kim de meterse. — No es asqueroso si amas a la persona, es simple. Si una mujer heterosexual ama a un tipo feo y gordo, aunque se tire pedos frente de ella, créeme se casará con ese hombre. El amor es lo que ves.    Ella tomó la mano y la entrelazó con la de Lauren, parecían orgullosas de lo que tenían. Y dejaron a Sacha sin una respuesta. Ellas amaban ser lesbianas, se amaban entre sí. Sabía que en cuanto le habían contado a sus familiares que eran homosexuales, ellos no se lo tomaron muy bien, y les tomó bastante tiempo aceptarlo.    Pero ellas nunca se arrepintieron, ser gays para ellas era algo especial, y por supuesto, para nada asqueroso. Por eso, pude predecir que Sacha no vendría más con nosotras. La chica se quitó la invitación en cuanto comenzó a mirar demasiado a Vincent, y a insultar a las lesbianas.    Ella también pareció darse cuenta, porque dejó de sonreír y miró sus manos entrelazadas con incomodidad. Mentiría si dijera que no lo disfruté, al menos sabíamos que no nos molestaría de nuevo. Kristie no iba molestarse, tampoco era la mayor fan de su prima, sólo la soportaba porque su madre así se lo exigía.    Sonreí por lo bajo, hasta que me di cuenta de que Vincent estaba mirándome, como aquella vez en la pista en la que le bailaba a un desconocido. Las chicas comenzaron un nuevo tema de conversación, pero Vincent no dejó de mirarme, y sabía que sus ojos en mí no eran precisamente por protección.    Sintiéndome mejor ahora, crucé las piernas. Sin dejar de mirarlo a los ojos, acaricié mi muslo desnudo con el dedo índice, subiendo y bajando despacio. Nadie estaba prestándome atención, así que me mordí el labio inferior y le di la mejor mirada caliente que tenía. Casi reí cuando vi cómo se removía incomodo en el taburete, su mirada no dejaba la mía, pero sabía que estaba comenzando a excitarse. Él podía negarlo todo lo que quisiera, pero yo le atraía, y aunque ninguno de los dos quería sentir atracción por el otro, nuestros deseos mandaban por sí solos.    Con mi otra mano, acaricié mi hombro derecho, y bajé un poco el tirante del vestido. Sus ojos siguieron mi movimiento con deseo, y supe en ese momento que lo tenía. Vincent Hamilton, el hombre frío y engreído estaba tan malditamente caliente por mí, que ni siquiera estaba tratando de disimularlo.    Pero entonces, la camarera llegó, sirviendo las bebidas y atravesándose en medio de Vincent y yo. Dejé de hacer lo que estaba haciendo de inmediato, mientras la mujer estaba concentrada sirviéndonos. Para cuando terminó y se fue, Vincent ya no estaba en el taburete.   —¿April, estás allí? —preguntó Kim, llamando mi atención.    Parpadeé y la miré, ofreciéndole una sonrisa superficial.   —Sí, estaba un poco distraída ¿qué decían?   Lauren sonrío.   —Queremos ir a bailar, de inmediato.    Dicho esto, las tres se levantaron. Lo hice con ellas, mirando alrededor, pero no encontré señales de Vincent por ningún lado; suspiré y me fui con las chicas hasta la pista de baile.    La música era movida, te invitaba a que bailaras. Y así lo hice, como siempre el baile me hizo olvidar a Vincent y todo lo demás. Había estado en una academia de ballet, habían sido los mejores días de mi vida, pero alguien me había dicho que no tenía la gracia para ese tipo de baile, que no era lo suficientemente delgada y que me movía con demasiada soltura. Pensando que tenía razón, dejé de ir de inmediato, a pesar de que mi profesora me llamó durante semanas para que volviera.     Pero eso no evitó que siguiera moviéndome como lo hacía. Bailaba mejor que muchas chicas, porque me gustaba hacerlo, de verdad disfrutaba, no lo hacía para llamar la atención de algún chico, ni para lucirme. Lo hacía porque me gustaba hacerlo.    Un hombre se me acercó por detrás, cuando lo miré, noté que era muy atractivo, así que lo dejé bailar conmigo. Él no era el mejor bailarín del mundo, pero se defendía bien. Al terminar canción, bailamos la siguiente.    Vi a Kim y Lauren bailar con dos chicos, pero no dejaban de mirarse entre sí. Busqué a Sacha con la mirada, no la encontré ni en la pista de baila ni en el área VIP. Tampoco estaba en la barra, tal vez se había ido. Me encogí de hombros y seguí bailando, disfrutando de la música.     El tipo con quien bailaba estaba comenzando a acercarse demasiado, y no sabía por qué, pero esta noche no tenía ganas de irme con ningún chico. Sospechaba que cierto hombre de ojos grises era el culpable.    Cuando el tipo intentó besarme, supe que era suficiente. Lo dejé en la pista de baile solo y decepcionado, con la palabra en la boca. No me interesaba escucharlo, seguramente iba a decir alguna estupidez. Sintiéndome acalorada, tomé mi bolso y fui hacia el baño, preguntándome dónde estaría Vincent y por qué no lo había visto más.    Pero la respuesta llegó en ese momento. Vincent estaba contra la pared con Sacha, quien lo besaba con pasión.    Mi corazón cayó hasta mi estómago, la bilis peleando por salir. Ella tenía sus brazos alrededor de su cuello, mientras su boca comía la él. Había sospechado que ella intentaría un movimiento así, pero no pensé que Vincent le gustara también. Odiándolos, me di la vuelta rápidamente, no quería mirarlos más. Vi a Kim y a Lauren aún en la pista de baile, así que les hice saber con señas que me iría.    Ellas se detuvieron de inmediato, no era de las que abandonaba una fiesta así por así, algo tenía que pasarme. Mis amigas se acercaron a mí, haciendo un semi circulo. Sus rostros preocupados hicieran que las lágrimas gritaran por salir, pero parpadee para contenerlas, no iba a derrumbarme aquí.   —Oye nena ¿qué pasa? —Preguntó Kim.   —Nada, sólo quiero irme.   —¿Por qué? Siempre te quedas con nosotras hasta tarde ¿es por lo que pasó la última vez? —No dije nada—. Porque si es así, tienes a Vincent.    La mención de su nombre hizo que mi sangre hirviera.   —No es eso, sólo quiero irme. No quiero estar aquí, y no sé dónde está él —mentí—, tomaré un taxi.   —Bien, nos iremos contigo —ofreció Lauren, tomándome de la mano.   —No es necesario chicas estoy...   —No estás bien, lo sabes.    Vi a Vincent venir hacia donde nosotras estábamos. Su cara no reflejaba nada en cuanto me miró, pero sus labios estaban hinchados. Él no me había visto, así que no tenía que saber que yo lo vi besándose con Sacha. Ella venia detrás de él, con una sonrisa brillante, encantada de haber logrado su propósito.    No dejé que se acercara a mí, me alejé y me puse al lado de Lauren. Si él lo notó, no dijo nada.   —Vincent quiero irme inmediatamente —ordené con voz neutra—. Así que ve y busca el auto.    Él asintió sin decirme nada, pero me miró varios segundos. Hasta que Sacha habló.   —¡Oh! Yo también necesito un aventón ¿pueden llevarme?    Mi respuesta salió con rapidez de mis labios.   —Sinceramente, quiero ir directo a casa. Así que no, no podemos llevarte    Despidiéndome de las sorprendidas chicas, seguí a Vincent que no había dicho nada hasta ahora. Cuando llegamos al auto, abrí la puerta antes de que él lo hiciera. No sabía por qué estaba molesta, Vincent podía hacer lo que se le diera la gana, no era nada aparte de mi guardaespaldas. Pero ese pensamiento no evitó que me doliera de igual forma.    Se puso al volante en silencio, el ambiente dentro del auto era tenso. Vincent sabía que algo no estaba bien, pero no me dijo nada de ello. Cuando el auto aceleró, mi corazón lo hizo también. Quería reclamarle por besarla, aunque sabía bien que no tenía el derecho. No sabía lo que me estaba pasando, ni siquiera sabía por qué estaba tan celosa.    Él no me atraía para nada más que pasar una noche, nada más.   —¿El día en qué nos conocimos estabas allí por casualidad o por mí? —pregunté, manteniendo mis manos en mi regazo. Él sabía a lo que me refería, no tenía que explicarle que hablaba de la noche en donde me robaron.   —¿Hablas del día en qué te me lanzaste? —Respondió bromeando.   Furia hirvió dentro de mí.   —¿Qué? ¿Eso te molestó? —No dejé que respondiera—. Porque con Sacha no parecías realmente disgustado. Más bien, parecías muy contento con la lengua de ella dentro de tu boca.   —¿Estás celosa? —Su pregunta, más la sonrisa arrogante que lo acompañaba, hizo que me callara de inmediato. No supe qué responder inmediatamente, pero poco a poco dejé a la ira fluir. Sabía que no debía estar discutiendo con él, no era bueno para mi enojarme tanto, pero mandé al carajo toda la rehabilitación.   —¿De ti? —Bufé—. Por favor, eres un simple empleado. Lo que me molesta es que hayas dejado de cuidarme por besuquearte con una de mis amigas. ¡Idiota!   Vincent frunció el ceño, y me dio una mirada rápida.   —No te ocurrió nada.   —¿Cómo vas a saberlo si estabas ligando en un horario de trabajo? —Le reproché, casi al borde de gritar. La tensión estaba casa vez más palpable. Y no era una buena tensión.   —Mira lo siento, Sacha me besó y soy un hombre ¿sabes? Me dejé llevar.   —Cuando estás cuidándome no eres un hombre, eres mi maldito guardaespaldas. Tú no sientes, no miras nada más que a mí. No eres un hombre Vincent, eres una máquina.    Él me miró de nuevo, esta vez sus ojos estaban brillando.   —Eso no lo pensabas hace un rato, cuando estabas seduciéndome. —Vincent lo murmuró, pero aun así pude escucharlo. Él hubiera deseado que no. Lo golpee en el brazo, haciendo que perdiera el control del auto. Gracias al cielo estábamos en una carretera solitaria, no había más auto.    Él se estacionó a un lado de la carretera.   —¿Qué dijiste? —le grité, tan fuerte que mi garganta se sacudió.    Estaba muy enojada, pero él también lo estaba.   —¿Estás loca? —preguntó gritando también— ¿Quieres matarnos?   —Discúlpame por intentar coquetear contigo —le dije controlándome—. No volveré hacerlo. Ahora entiendo que eres un pobre guardaespaldas. ¡Es que ni siquiera eres mi tipo! Eres pobre y vulgar, para nada el hombre que quiero para mí.    Un musculo de su mandíbula tensa se movió.   —Bien, porque tampoco eres mi tipo —dijo, encendiendo el auto de nuevo.   —¡Bien!    Me recosté en el auto, cerré mis ojos para aguantar las ganas de llorar, y poco a poco fui quedándome dormida. Cuando me desperté de nuevo, Vincent me estaba llevando cargada hacia mi habitación. Me dejó en la cama sin una palabra y se fue cerrando la puerta.      
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