Capítulo 4: Asquerosamente enferma

2647 Words
Tenía fiebre.    Toqué mi cuello, estaba tan caliente como si me hubiese quedado dormida al sol, pero estaba en mi habitación, y las ventanas permanecían cerradas. Fruncí el ceño y toqué mi abdomen, también hervía, como una bombilla.    Cuando me levanté de la cama, mi cabeza comenzó a palpitar, un dolor agudo que comenzaba desde mi cuello, hasta mi cien. Eran las seis de la mañana, demasiado temprano para mí, pero me dolía tanto el cuerpo, que no podía seguir durmiendo. Estos no eran los síntomas de una resaca, y tampoco había bebido anoche como para tener una.    Salí de la cama con los pies descalzos, quería sentir todo el frío posible. Ni siquiera me cepillé ni peiné, simplemente me fui de mi habitación y bajé al primer piso. Nadie estaba en la sala, pero encontré a Miranda y Vincent en la cocina, éste último bebía un vaso de leche mientras hablaba con mi nana. Parecía muy divertido, y pronto entendí por qué. Ella le estaba contando sobre la vez que tenía cinco años y robé todos los dulces que mi padre había comprado de la cocina. Me metí debajo de la mesa y me los comí todos, estuve toda la noche llorando y vomitando por el dolor de estómago.    Ignorándolos, entré en la cocina y fui directo al frigorífico, sintiendo sus ojos sobre mí mientras me servía un vaso de jugo de naranja. Mi favorito. Lo tomé todo rápidamente, tenía mucha sed. Me serví otro vaso, pero Miranda no dejaba de mirarme con curiosidad. Vincent le preguntó algo, y ella apartó su atención de mí.    Estaba muy consciente de que sólo tenía unos pantalones cortos y una camiseta de algodón. Era una vestimenta muy provocativa para un hombre, pero me había acostumbrado a estar así por la casa, y me negaba a permitir que Vincent me incomodara, o cambiara mis costumbres.    Estornudé de repente, y luego le siguió otro estornudo, y otro.    Para el momento en que me había calmado, mi cabeza palpitaba y me dolía con más fuerza. No tenía idea de cómo lo sabía, pero Miranda se acercó a mí y puso su mano en mi frente sin decir ni una palabra. Cuando tocó mi piel caliente, abrió su boca en asombro.   —¡Niña, pero si estás hirviendo! —Exclamó, mirándome con preocupación.   Negué con la cabeza.   —Estoy bien nana, sólo estoy un poco resfriada.   —Resfriada nada cariño, estás enferma. —Abrí la boca para contrariarla, cuando ella me interrumpió— Ve a tu habitación, te llevaré un té con limón y canela que te curará de inmediato.   —Bien, no me molesta estar en la cama —dije, encogiéndome de hombros. Me di la vuelta para salir de la cocina, pero Vincent me detuvo. Su cara estaba llena de preocupación, algo que me extrañó.   —¿En serio estás bien? —Su pregunta me hizo parpadear, no esperaba que me lo preguntara después de lo que pasó ayer, pero de igual forma, me erguí y lo miré a los ojos.   —¿Volviendo a tutearme Vincent? —Él puso los ojos en blanco.   —Hablo en serio, April.   —No después de que me lanzaras a la piscina a media noche —tosí a propósito e hice una mueca falsa de dolor—. Es tú culpa que este así.    Él abrió la boca para decir algo, pero pasé de largo y lo dejé con la palabra en la boca. Una pequeña satisfacción me llenó, que rápidamente fue apagada por un ataque de tos. Este día   iba a ser largo.    Subí a mi habitación y me di una ducha de agua tibia, después de eso me vestí cómodamente y me recosté en mi cama. Mi bolso y tacones estaban en la silla junto a mi puerta, y en realidad no quería saber quién los había subido. Le envié un mensaje a Kristie dándole un pequeño resumen de lo que había pasado anoche.    Justo cuando Miranda se acercó para dejarme su té de limón y canela, mi mejor amiga llegó.   —Hola Miranda —saludó Kristie sonriente, Miranda le sonrío de vuelta.   —Hola niña Kristie ¿cómo está?   —Con resaca, pero si queda más de ese dulce té de limón creo que se me pasará de inmediato. —Su comentario hizo sonreír a mi nana, ella amaba cuando las personas le pedían algo, le hacía sentir necesitada. Y sinceramente, todos en esta casa la necesitábamos de verdad.   —Ya se lo traigo —dijo. Me dio una mirada, dejando el té en mi mesita de noche—. Y tú tomate este té, te curará en lo que canta un gallo.    Sólo asentí. Mi nana me dio otra mirada de advertencia antes de abandonar la habitación para ir a buscar el té de Kristie.    Mi mejor amiga se sentó en la cama apenas Miranda salió de la habitación. Su falda se levantó, pero le restó importancia. Ella sabía lo hermosa que era, sus novios así se lo hacían saber. No conocía a ningún chico que hubiera salido con Kristie y no se enamorara de ella, incluso Lauren tuvo un pequeño enamoramiento cuando la conoció, Kim nunca se enteró de aquello, e inclusive creo que ni siquiera Kris se dio cuenta de lo mucho que impactó a esa chica.    Cuando Kristie se dio cuenta de que Miranda ya no estaba, me dio una sonrisa.   —Dime por favor que tu guardaespaldas está aquí —pidió, haciendo un puchero.    No pude evitar hacer una mueca de desagrado.   —Por desgracia sí. —Me molestó ver la emoción en sus ojos— Pero no te emociones, es un completo idiota. ¡Me lanzó a la piscina ayer cuando intenté escapar!    Ella sonrío   —Lo sé, me llamó anoche para decirme que no irías —soltó una risita—. Nunca había escuchado una voz tan sexy.    Eso me hizo enojar, por alguna extraña razón. Sabía bien que Vincent tenía una voz sexy, tenía todo sexy. Eso me molestaba mucho, porque yo lo odiaba, pero era tan malditamente hermoso que se hacía difícil no pensar en él desnudo y en mi cama. ¿Mi padre no pudo ponerme un viejo calvo y barrigón como guardaespaldas? Tuvo que elegir al que parecía modelo de ropa íntima.    Apestaba.    Miré a mi mejor amiga con cara de pocos amigos, no quería hablar de Vincent más, por su culpa tenía gripe. Miranda apareció en el momento indicado, le trajo el té a Kristie y una pastilla para la gripe a mí. No sabía qué sería de mi vida sin aquella mujer, se comportaba mejor que una madre. Cuando se dio cuenta de que no me había tomado el té, me miró feamente y me obligó a que lo tomara allí mismo, junto con la pastilla. Kristie tenía una mirada divertida mientras que yo quería matarla, mi nana me trataba como si tuviera diez años.    Una vez que terminé de tomarme el té, Miranda se fue. Apenas cerró la puerta, le conté a Kristie todo lo que había pasado la noche anterior. No me reservé ningún detalle, le conté sobre cómo le escupí en la cara, y que Vincent se había molestado tanto que me tiró a la piscina. También le dije que él era un agente del FBI retirado, y a ella también le pareció extraño eso, pero no le dio mucha importancia.    En realidad, nosotras no le dábamos mucha importancia a las cosas, porque éramos ricas, y no había ningún problema que el dinero de nuestros padres no pudiera resolver. Nuestras vidas eran fáciles. O al menos para mí a veces lo eran, no era fácil vivir con mi enfermedad, pero lo había sabido llevar bien hasta ahora.    Después de ver un par de películas, Kristie y yo comenzamos a mirar revistas de farándula.  Conocíamos a muchos famosos, incluso había salido con un par de ello.   Kristie, bueno, ella era otra historia. Había salido con más de un par de ellos.    Vi un artículo sobre una famosa cantante, quién explicaba lo bien que llevaba el tema de la seguridad en su vida. De inmediato, comencé a criticar a Vincent, mientras mi mejor amiga me miraba con diversión.   —Primero que todo Vincent no es agradable —dije con una mueca—, siempre parece que tiene un palo en el culo, eso no es divertido.   —Tal vez tiene problemas personales —dijo mi amiga, defendiéndolo. Odié que lo hiciera, pero no le dije nada y continué con mi critica.   —Eso no es mi problema, debería saber separar lo personal de lo laboral. No es tan difícil.   —April lo importante es que te proteja —dijo con seriedad—. Lo que pasaste es horrible y no quiero que eso vuelva a pasar, seguramente él es muy bueno en su trabajo.   —Eso espero, porque en las relaciones sociales es un asco — dije, mirando mis uñas. Entonces, Kristie soltó una risita divertida.    Cuando la miré, estaba casi saltando en mi cama, señalándome con el dedo.   —¡Te gusta! —exclamó sonriente—. Vincent te gusta.    Salté de la cama también, provocando que mi cabeza palpitara en dolor de nuevo; pero negué profusamente, estaba equivocada si pensaba eso, alguien como Vincent jamás me gustaría. Sí, el tipo era sexy, pero nada más.     Vincent era el tipo de hombre para pasar una noche, no para tener una relación, y por ende no me gustaba. Kristie pareció emocionada cuando lo negué de nuevo.   —Nunca en la vida alguien como Vincent me gustaría, él es un idiota —ella sonrío aún más—. Seguramente es poco romántico, es insensible e incluso puede que les pegue a las mujeres.    Kristie iba a decir algo, cuando un golpe en la puerta la detuvo. Debía ser Miranda para preguntar cómo estaba, la mujer me trataba como si fuera su propia hija. Aunque ya me sentía mucho mejor, todavía tenía dolor de cabeza. Le di permiso de pasar, pero mi boca cayó abierta cuando la puerta se abrió. No era Miranda en la puerta, era Vincent.    Y traía una bandeja con sopa y jugo.     Mi mejor amiga abrió los ojos como platos mientras yo me quedé mirándolo como una tonta. Estaba muy bien vestido, un traje n***o con una corbata color gris plomo que le quedaba a la perfección, pantalones de vestir y zapatos perfectamente pulidos. Su boca estaba fruncida y sus manos sostenían la bandeja, se veía hermoso, y eso me molestaba. Alguien como él no debería ser tan lindo.   —¿Qué haces? —pregunté con un hilo de voz. Él ni siquiera parpadeó.   —Mi madre hacía sopa cuando mis hermanos y yo nos enfermábamos, eso siempre nos ponía mejor, y con energía. —Se acercó a mi cama mientras Kristie se levantaba y se alejaba, ella alzó las cejas cuando él no la estaba viendo. Sabía lo que estaba pensando. Estaba burlándose de mí.   —Yo... Me tengo que ir —dijo ella rápidamente—. Mi madre me está esperando para ir de compras, ya sabes, ella no puede vivir sin ir a comprar cosas. Nos vemos April y adiós Vincent.    Maldita traidora. La miré con molestia, pero ella se encogió de hombros y se fue cerrando la puerta. Miré a Vincent ahora, él se había sentado a un lado de mi cama, con la bandeja en su regazo.   —Toma. —Colocó la bandeja en mi regazo. Tomó la cucharilla y un poco de sopa.    Cuando me la iba a ofrecer, lo detuve y alcé una ceja.   —¿Qué crees que estás haciendo? Puedo comer sola.   —Lo sé, pero me siento culpable. Ayer te lancé a la piscina y por eso estás enferma.   —Si en serio te sientes culpable, deberías renunciar de una vez.    Él sonrío, como si hubiese estado esperando que dijera eso.   —No cariño, no lo lograras. —Me ofreció de nuevo la cucharilla, pero mantuve la boca cerrada— April abre la boca para que puedas comer.   —Puedo hacerlo sola.   —No es tan divertido como darte de comer.   —Idiota.   —Terca.    Nos quedamos mirando fijamente, desafiándonos con la mirada. Él no se dio por vencido y supe que ésta no la iba a ganar. Abrí la boca de mala gana y dejé que colocara la cuchara en mi boca. La sopa estaba deliciosa, caliente y cremosa, como a mí me gustaba. Si él de verdad la había preparado, merecía un título en gastronomía. Abrí la boca de nuevo, para que me diera más de esa rica comida, y con una pequeña sonrisa lo hizo.    Comí sin decir una palabra. Vincent tampoco habló, aunque noté con satisfacción como miraba mi boca chupar la cucharilla, él no podía negar que al menos tenía una pequeña atracción por mí, y planeaba utilizarla a mi favor. Mientras comía se me ocurrió un plan, pero no podía ejecutarlo justo en este momento, seguí comiendo, despacio y tranquila.    No pensé que Vincent pudiera hacer esto por mí, nadie aparte de Miranda me había dado de comer alguna vez, y eso sólo ocurrió cuando yo tenía menos de ocho años. Sabía que se sentía culpable ¡diablos! Lo era en realidad, pero no tenía que hacer esto, no tenía que darme de comer para enmendar su error.    Hubo calidez en esa acción, no había nada de la frialdad y antipatía con la que había visto a Vincent antes, y eso por extraño que fuera, me gustaba. Cuando acabé de comer, tomé todo el jugo de naranja que había en el vaso, y al acabar limpié mi boca con la servilleta de tela de algodón blanca.    Miré a Vincent, quien me estaba sonriendo con orgullo.   —No pienses que voy a agradecerte por esto. Es tu culpa que esté enferma, no debiste lanzarme a la piscina en la noche.   —Y tú no debiste desobedecer mi orden, te lo advertí.   —¿Recuerdas quién es el jefe aquí? —Me apunté en el pecho a mí misma—. Yo lo soy, no tengo que obedecerte.    Él se encogió de hombros.   —Si se trata de tu seguridad, yo doy las órdenes. —Suspiró y quitó la bandeja de mi regazo— No me gusta este trabajo, ni siquiera me gusta ser guardaespaldas, mucho menos trabajar para ti, pero soy bueno haciéndolo, y tu padre me está pagando por ello.    Una furia se encendió en mi interior. Se levantó de la cama, gracias a Dios que lo hizo porque había estado a punto de lanzarle el vaso en la cara. Era un ser arrogante y frío, un idiota que no le importaba nada más que cobrar. Yo era la del dinero, era su jefa y, aun así, él me trataba al revés. No lo iba a permitir, Vincent podía ser sexy. Mierda, incluso aceptaba que era inteligente, pero no aceptaba que ningún empleado, ni siquiera Miranda, me tratara de esa forma.   —¡Fuera de mi habitación! —Grité levantándome de la cama también. Él no se intimidó, pero al menos no tenía esa mirada de engreimiento en sus ojos— ¡Lárgate!   —¿Tienes problemas de actitud? —Su voz salió incrédula y molesta.    Eso me enojo más, tomé lo primero que tenía cerca: mi vaso. Y desgraciadamente para él, el vaso era de vidrio. Lo lancé con fuerza, pero no le llegó a pegar, porque supo esquivarlo. Estaba furiosa y dolida, aunque no tenía claro si era con él, o conmigo misma.   —Vete Vincent, lo digo en serio.    Esta vez no se detuvo, salió de mi habitación en silencio, cerrando la puerta. Miré los vidrios, mis manos picaban por tocarlos, pero sabía que no podía. Si llegaba hacerlo, al diablo con todo lo que había avanzado hasta ahora.    Sólo que algo dentro de mí, me dijo que Vincent Hamilton haría que volviera a cortarme la piel. Él sería mi perdición, o salvación.  
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