Capítulo 3: Intento fallido

3394 Words
 Jodido infierno.    Un guardaespaldas.   Yo no quería uno, no lo había pedido.   Y mucho menos a él.    Centré mi atención en Vincent, ahora que podía verlo a plena luz del día, me di cuenta de que sus ojos eran de un hermoso gris humos. Sus pestañas eran largas, sus labios carnosos y rosados, y eso por no hablar de su cuerpo, musculoso y fuerte. Era como los protagonistas de aquellas películas policiales, donde los polis parecen modelos, y pasas más tiempo observándolos a ellos, que prestándole atención a la trama de la historia. Aunque definitivamente este tipo no era un actor.    Los actores eran carismáticos, él parecía tener un palo en el culo, o tal vez era la idea de cuidarme. Sí, a mi tampoco me agradaba la idea, por más hermoso que fuera, no me había olvidado lo del bar, y no lo quería conmigo, me intimidaba de una manera que nunca nadie había hecho. ¡Por Dios! Soy rica, la gente siempre me mira, pero no como Vincent Hamilton, no como él.     Miré a mi padre de nuevo, estaba tranquilo, pero yo quería la pelea. No iba aceptar a nadie pegado a mi culo todo el tiempo, fuera o no para protegerme.   —¿Estás bromeando verdad? —pregunté, con una mueca—. ¡No lo quiero como guardaespaldas!    Vincent ni se inmutó.    Mi padre sí.   —¿No lo quieres a él como guardaespaldas, o no quieres un guardaespaldas? —su pregunta me confundió por un momento, hasta que entendí. Dios, a veces llegaba a ser tan lenta.   —No quiero a nadie como un guardaespaldas, y mucho menos a él —miré a Vincent con desaprobación—. ¡Míralo! Se ve que es una piedra, ni siquiera ha tratado de defender su trabajo.   —Ya tengo el trabajo, no tengo porque defenderlo, April —Él dijo mi nombre como una burla, y quise arrancarle los ojos por eso. Lo único que me contuvo, es que eran demasiado hermosos para hacerlo.   —No te emociones demasiado.   —Él tiene razón, ya lo contraté, ya firmamos y ya le di su primera paga. No te voy a dejar sola en la calle cuando lo que ocurrió anoche puede volver a pasar. No permitiré que te hieran.   —Lo de anoche sólo fue una coincidencia, papá no me puedes hacer esto, no quiero a nadie vigilando mis movimientos. —Mi puchero de cachorro no funcionó esta vez.   —Ya lo he decidido April, no habrá nada que hagas que me haga cambiar de opinión, eso o te prohíbo salir por las noches. Tú decides.    Él sabía perfectamente que yo no iba a dejar de salir por las noches, era mi único momento de diversión. No trabajaba, no estudiaba, no tenía ninguna afición, era obvio que saldría y me emborracharía como siempre. Pero tampoco quería hacerlo con Vincent allí, no me imaginaba que iba a pasar cuando me fuera con algún chico en la noche, y si incluso me dejase ir con él. También estaba el riesgo de que le dijera a mi padre todo lo que yo hacía, no es que tomara drogas ni nada de eso, pero sinceramente, yo no era la niña más buena y tranquila cuando estaba con las chicas.    Si él llegaba a contarle a mi padre todo, seguramente no me dejaría salir de nuevo. O al menos me quitaría todas mis tarjetas, y yo no podía permitir eso. Pero entonces ¿qué podía hacer?    La idea surgió a mi cabeza en dos segundos, una sola palabra: Tortura.    Lo torturaría hasta que renunciara, haría su vida miserable para que me dejara en paz. Cuando él fuera corriendo hacia mi padre y le dijera que no me soportaba más, mi padre dejaría de molestarme con ello. Y si no era así, lo haría con el próximo guardaespaldas hasta que se rindiera. Yo podía no ser la chica más inteligente del mundo, pero sabía cuándo ser insoportable.  Sonreí para mí misma, esto incluso podía ser divertido.   Suspiré dramáticamente.   —Está bien papá —susurré poniendo cara de niña buena—. Si es lo que tú quieres, entiendo que es por mi seguridad y me quieres proteger.    Una sonrisa iluminó el rostro de mi padre, por un momento me sentí mal por jugar con él, pero recordé que también había estado jugando conmigo poniéndome a elegir cuando sabía que no tenía otra opción.   —Estupendo cariño, sabía que tarde o temprano lo entenderías. Vincent es un agente del FBI retirado, tendrás la mejor protección.    Alcé mis cejas con curiosidad, y por primera vez, Vincent pareció... ¿Incomodo? Tomé una nota mental, averiguaría por qué un hombre que no parecía mayor de treinta años se había retirado del FBI, algo me decía que la respuesta a ello sería interesante. Le sonreí a mi padre de nuevo, una dulce y cariñosa sonrisa, de esas que hacían que el hombre hiciera lo que fuera por mí.   —Bueno, entonces no se diga más —le di una última mirada a Vincent y me giré hacia la puerta, pero la voz de mi padre me detuvo.   —Cariño, enséñale a Vincent los alrededores, estoy seguro de que querrá conocer la casa y de una vez tienen tiempo para conocerse, ya que pasaran mucho tiempo juntos.    Sólo asentí, haciendo una mueca disimulada. Me giré un poco para poder ver a Vincent, y entonces le di una sonrisa falsa. — Por aquí, Vincent.    Él asintió hacia mi padre y me devolvió la sonrisa falsa, aunque se veía igual de atractivo. Me pegué a la puerta para que nuestros cuerpos no se tocaran. Cuando me dio la espalda, no pude evitar mirar su trasero. Hmm, era bonito y parecía tonificado, como las de los modelos de ropa interior de Calvin Klein. Tenía que ser un hombre que hacía mucho ejercicio para tener tan buen cuerpo, y eso que sólo lo había visto con ropa.    Una sonrisa maliciosa apareció en mi cara, esto definitivamente iba a ser divertido. Él se detuvo y esperó por mí, quité la mirada de su trasero y borré mi sonrisa. Por desgracia, notó que le estaba mirando el trasero, pero nada salió de su boca.    Me adelanté y caminé hacia la sala principal. Mi casa era espaciosa, la sala tenía dos sofás grandes en forma de L, una mesita de café en el medio, y un televisor pantalla plana al frente.  No había nada más, sólo una puerta corrediza detrás de uno de los muebles que daba hasta la piscina. Era sencillo y hermoso, mi madre lo había decorado así, y mi padre nunca quiso cambiarlo. Sé que él aún la ama. Lo que es totalmente estúpido, ya que ella lo dejó hace años.    Nos dejó a los dos.    Cuando llegamos a la sala, Vincent miró alrededor sin interés, parecía aburrido y en cierta forma, yo también lo estaba.   —Ésta es la sala principal, aquí es donde veo la televisión y donde mayormente se reciben las visitas —aclaré con una voz monótona y tranquila. Vincent frunció el ceño.   —Muy bonita —dijo con seriedad. Cuando sus ojos encontraron los míos, un escalofrío me recorrió el cuerpo—, pero a mí no me engañas, cambiaste de opinión muy rápidamente.    Me crucé de brazos y le devolví la mirada.   —Para ti es señorita April. —Había veneno en mi voz, y él no pasó de largo eso.   —Muy bien señorita April —miró alrededor de nuevo—, puede seguir mostrándome la casa, pero sabe que no quiere hacerlo. No sé qué planea, pero como el infierno que no es algo bueno.   —Me gusta que seas directo Vincent, te hace ver... Sexy. —Mis palabras hicieron que él gruñera en frustración, no era la reacción que esperaba y lo sabía. Frustrarlo era el menor de sus problemas ahora—. Pasemos a la cocina.    Mi nana estaba cocinando el almuerzo, no se había dado cuenta de que estaba allí hasta que carraspee. Miranda era así, cuando hacía algo le daba toda su atención, no había nada más. Se sobresaltó y dio la vuelta, me dio una sonrisa cálida. Ella siempre parecía estar de buen humor, y a veces llegaba a ser molesto. Notó a Vincent también, pero ni siquiera se inmutó. Por supuesto, para nada afectada con el hombre a mi lado.   —Él es Vincent y es mi nuevo guardaespaldas —avisé, mirándolo de reojo. Mi nana le dio una sonrisa y él se la devolvió. Hice una mueca, el tipo nunca me había sonreído de esa manera. — Él estará alrededor mientras yo lo esté —giré hacia Miranda—. Ella es Miranda, es la cocinera, la que limpia y básicamente la que hace todo en la casa.   —Te olvidas de que también soy tu nana, cambié tus pañales muchas veces —regañó.   —Un placer Miranda —Vincent no extendió su mano y mi nana tampoco. Me encogí de hombros y continué.    Le enseñé el área de entretenimiento de la casa, donde estaba un pequeño cine y sala de videojuegos. También le mostré la biblioteca, la piscina, los baños principales, el comedor y la habitación de servicio donde se estaría quedando. Su maleta ya estaba allí cuando llegamos, así que suspiré aliviada y me di la vuelta para dejarlo sólo; pero una mano en mi brazo me detuvo.   —No intentes salir sin consultármelo. No terminará bien —gruñó.   —¿Es una amenaza? —Su rostro no mostró nada.   —Una advertencia, señorita April.   —Muérdeme —jalé mi brazo y salí de su habitación rápidamente.    Parte del día me quedé mirando la televisión, Miranda subió la comida a mi habitación y luego la retiró, todo sin una palabra, ella sabía que no estaba de humor. Vi dos películas, cada una de terror, tenía cierta fascinación por ellas, me gustaba la desesperación que los personajes demostraban, me gustaba la tensión que siempre parecía seguirles, pero por sobre todo, me gustaba porque la mayoría de esas películas no tenían un final feliz.    Sí, a veces era rara.                                                                                                     ***            Kristie me llamó al final de la tarde, estaba emocionada con la idea de salir esta noche a divertirnos. Decía que había una fiesta en una discoteca a la que obligatoriamente teníamos que asistir. Kim y Lauren no estaban disponibles esta noche, algo acerca de una cena entre sus familias. Le dije que sí con un poco de renuencia, no quería que Vincent fuera detrás de mí, pero mi mejor amiga me convenció de escaparme.    Después de escuchar eso, la emoción fluyó, no por la fiesta, sino por el hecho de irme de casa a escondidas. Vincent nunca sabría qué lo golpeó.    Con una risita maliciosa, me despedí de Kristie, pero no por mucho tiempo. A las once y media me di una ducha y sequé mi cabello, me puse un pijama para aparentar y bajé a la cocina. Todo estaba oscuro, y no parecía haber nadie.    Una vez llegué arriba, cerré mi puerta y apagué las luces. Encendí la televisión como si estuviera viéndola y me metí en el baño, mi ropa ya preparada estaba allí. Una minifalda y un top pegado al cuerpo, con botas de tacón alto negras.    Me había estado enviado mensajes con Kristie, ella me recogería en el patio trasero de la casa. Mi padre debería estar durmiendo, o aún en su oficina, por lo que no me preocupaba por él, y si Miranda llegaba atraparme, encontraría la forma de convencerla para que no dijera nada. La única persona que de verdad me preocupaba era Vincent, aunque él no parecía estar por ningún lado.    Tal vez se había quedado dormido.    Cuando terminé de vestirme, me maquillé con rubor, máscara de pestañas y brillo. Todo tan rápido que me sorprendió incluso a mí misma. Le envié un mensaje a Kristie avisándole que ya estaba lista, tomé mis cosas y las metí en un pequeño bolso, incluyendo mi celular. Mi padre me había visitado en mi habitación más temprano para darme un nuevo teléfono, no quería que estuviera incomunicada del mundo. Mi mejor amiga me contestó con una carita feliz, lo que significaba que ya estaba listo. Ya estaba aquí.    Respiré profundo y abrí las puertas francesas del balcón de mi habitación. Con cuidado tomé mi bolso de mano y me quité los zapatos, sosteniéndolos con mi mano derecha. El frío de la noche golpeó mi cara, haciendo que jadeara en respuesta.    Mi balcón daba a la parte trasera de la casa, donde se encontraba la piscina; ésta parte siempre era solitaria, y muchas veces cuando fui menor de edad, me había escapado por aquí, mi padre nunca se enteró de ello. Era hora de que volviera a mis andanzas.    Me monté en el muro, tomé las escaleras de nailon y la lancé hacia abajo. Mi corazón estaba palpitando fuerte, pero sentía la adrenalina por todo mi cuerpo, no por estar a cuatro metros de altura, aunque si caía podía partirme algún hueso, sino porque Vincent podía atraparme, y yo no quería eso. Bajé lentamente, tratando de no hacer ningún ruido. Las bombillas iluminaban mis pies, por lo que podía ver bien el camino.    Cuando llegué abajo, respiré profundo, una sonrisa de triunfo se deslizó por mi rostro. Ahora sólo tenía que abrir la puerta trasera y largarme de aquí, Kristie me estaba esperando fuera, me iría y ni Vincent ni mi padre se darían cuenta. Estaba feliz por ello, no quería a un tipo observando todo lo que hacía en la noche.    Me coloqué los tacones y caminé hacia la puerta, saqué las llaves en silencio y cerré el bolso, no había traído ningún suéter conmigo, pero estaba segura de que en la fiesta no la necesitaría. Iba a estar caliente.    Cuando metí la llave en la puerta, ésta se abrió; Pero entonces, justo cuando estaba a punto de salir, alguien me tomó de la cintura y me jaló hacia atrás. Patalee como una niña, pero mis pies no estaban golpeando realmente nada. Cuando giré mi cabeza, vi a Vincent arrastrarme hacia la grama, con una expresión de fastidio en su rostro. La ira reemplazó la felicidad que había estado sintiendo, este hijo de puta no podía ganarme, él no podía ser más astuto que yo.    Mi mano viajó hacia su cara, pero no logré golpearle. En vez de eso, él me apretó más fuerte contra su duro pecho, aplicando presión, sin herirme.  Me enfurecí aún más por aquello, quería que me hiciera daño, quería que me golpeara o dijera palabras incorrectas, para así poder tener una excusa e ir y gritarle a mi padre que lo despidiera.    Quería tener una razón para apartarlo de mí. Di otra sacudida cuando llegamos a una de las mesas de la piscina, no había nadie alrededor y maldije de nuevo. Vincent me sentó en la mesa, girándome para quedar frente a él. Mis manos rápidamente fueron a golpearlo, pero las tomó con una sola mano, deteniéndome mientras me miraba con una mezcla de enojo e intensidad.   —Te dije que no intentaras escapar niña —regañó, con los dientes apretados.   —¡Suéltame! —Exclamé, mirándolo con furia, pero ni siquiera parpadeó.    Mi pie derecho se movió hacia su entrepierna, pero nunca llegó a su destino. Vincent lo tomó y me abrió las piernas todavía más, haciendo que mis zapatos cayeran al suelo. Estaba segura de que podía tener una buena vista de mis bragas en esa pose, y estúpidamente, un calor recorrió mi cuerpo ante ese pensamiento; un calor que no tenía nada que ver con el enojo.    Vincent no me dio tiempo de analizarlo, se metió entre mis piernas, haciendo que nuestros cuerpos se tocaran donde no debían hacerlo. ¿Qué clase de guardaespaldas era este?   —Te lo advertí, te dije que si ibas a salir lo hicieras conmigo, de resto te quedaras en la casa. —Aunque quería llorar de frustración, no podía moverme, no podía golpearlo, ni siquiera gritarle porque eso alertaría a mi padre, y definitivamente no era una buena idea.   —No te quiero a mi lado ¡nunca quise un maldito guardaespaldas! —le siseé, perdiendo el control de nuevo. Golpeé mi mano en su hombro, pero eso no lo detuvo. Vincent parecía aburrido más que enojado. Y eso me estaba matando.   —Entonces quédate en casa, no salgas, pero escúchame bien niña. —Cuando él buscó mi mirada se la negué, mirando hacia otro lado— ¡Mírame, April! —Mi nombre en su boca hizo que lo mirara de inmediato—. No saldrás sin mí, no lo harás. Me pagan por protegerte y me encanta hacer bien mi trabajo. Yo tampoco pedí cuidar de una mocosa engreída, pero vivo con ello, tú también hazlo y supéralo.    Hice lo más estúpido que se esperaba, hice lo que me habían criado para exactamente no hacer, hice algo de lo cual mi padre se sentiría avergonzado. Lo escupí en la cara, molesta y ofendida.    Cuando mi saliva golpeó en su cara, él cerró sus ojos. No sabía si era para controlar la ira o dejarla salir, pero cuando su cuerpo tembló en furia, sentí miedo por mí. Lo había hecho enojar, a mi jodido protector, él acabaría con mi vida antes de poder salvarla.   —No debiste hacer eso —susurró, con un hilo de voz, pero sólo eso faltó para que me estremeciera.    Escuché la corneta del auto de Kristie y mi celular sonando, la canción de Beyonce sonaba escandalosamente, ni Vincent ni yo le prestamos atención. Pensé que él me golpearía, o me escupiría de vuelta en el mejor de los casos, pero me cargó de nuevo, alzándome por encima de su hombro. Mi falda se subió por completo, él tenía una buena vista de mi culo.   —Vincent bájame por favor —intenté con suavidad, pero no me prestó atención, era como si no me escuchara. Golpeé y arañé su espalda y culo, pero eso no sirvió. Cuando llegamos al borde de la piscina, abrí mis ojos como platos—. ¡Vincent por favor! Hace mucho frío, podría enfermarme.   —Debiste pensarlo antes, es hora de que aprendas asumir las consecuencias de tus estupideces—dijo, y noté cierta diversión en su voz.    No tuve tiempo de molestarme, porque me soltó, y caí en la piscina. Abrí la boca en un grito, pero sólo logré tragar agua. Sentí el frío recorrerme el cuerpo y el agua empaparme. Llegué al fondo de la piscina y me abalancé hacia afuera con rapidez, porque era buena nadando. Cuando llegué a la superficie, Vincent aún estaba ahí, mirándome con seriedad en su expresión.    Tomó una toalla de una de las sillas y me la ofreció con una ceja alzada. Me acerqué a donde estaba y le ofrecí mi brazo.   —¿No me ayudaras a levantarme? —Le pregunté, tratando de parecer inocente.    No funcionó.   —Oh no, no caeré en eso. Sal por las escaleras y sécate antes de que agarres un resfriado.   —Es curioso que ahora te preocupes por mi salud, maldito idiota —dejé salir veneno por mi boca.   —No me importa. Pero no quiero que mueras antes de que alguien intente matarte de verdad.    Para cuando terminó de hablar, yo ya estaba subiendo las escaleras. Mi ropa estaba empapada y me estremecí por el frío que hacía. Abrazando mis brazos, caminé hasta donde estaba Vincent, él me ofreció la toalla de nuevo, le fruncí el ceño y la arranqué de sus manos.   —Te odio —dije, fulminándolo con la mirada y pasando a su lado.    Soltó un suspiro como respuesta.    Cuando llegué a mi habitación estaba temblando, me metí en la ducha con el agua hirviendo y lloré. Nunca nadie me había hecho sentir tan estúpida. Se suponía que el plan era perfecto, ni siquiera entendía como el idiota se había dado cuenta de que estaba escapándome, porque no hice ningún sonido. Parecía un puto zamuro, al pendiente de mí como si yo tuviera trece años.     Salí de la ducha y me vestí con un pijama de pantalones cortos y camiseta. Busqué mi teléfono, pero recordé que lo había dejado abajo junto con mis zapatos y mi bolso. Mañana lo buscaría, por ahora, sólo quería acostarme en mi cama.  
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