La familia Miller (CEO & Au pair)

Esta es la historia de la mejor decisión que tomé en mi vida. Yo era muy joven y aún bastante inocente, hasta el punto de parecer estúpida. Sintiéndome atrapada en el pequeño pueblo donde crecí, decidí que era el momento de un cambio drástico, de una huida hacia delante. Encontré una agencia que se dedicaba a poner en contacto a familias angloparlantes con niñeras de otros países, y antes de darme cuenta la decisión estaba tomada. Acepté una oferta en Estados Unidos de cuidar de tres niños de 21, 8 y 2 años; a cambio de residencia en la casa familiar, comidas y un salario irrisorio. Tenía todos los domingos libres y 30 días de vacaciones a lo largo de todo el año (así que podría volver a mi patria en verano y en Navidad y darle una alegría a mi madre). De todas formas, yo solo quería practicar mi lamentable inglés y vivir experiencias nuevas. Toda mi familia vino a despedirse de mí entre lágrimas al aeropuerto, como si no fuésemos a estar en contacto constantemente entre las r************* y las llamadas. Tras una siesta larga, aparecí en el aeropuerto de Nueva York con una maleta de treinta kilos en una mano, una mochila de quince en la espalda y el abrigo que no había conseguido meter en el equipaje puesto. Se me hizo extraño ver a un hombre con un cartel con mi nombre y aspecto de chófer. Creí que sería la propia familia quién viniese a recibirme. —¿Miss Santos?— asentí al reconocer mi apellido, aunque lo cierto es que era bastante común, quizá me estuviese metiendo en el Mercedes n***o destinado a otra persona. —You can call me Ana.— desde luego sonaba mucho mejor que mi apellido, en mi opinión. Terminamos de cargar mis cosas en el maletero y yo me senté en el asiento del copiloto. Más tarde me di cuenta de que aquello no es lo más común, y normalmente el chófer va solo delante mientras que los pasajeros van en el asiento de atrás. Sin embargo, yo estaba acostumbrada a pelearme con mis primos para ir en ese asiento, así que no entraba en mis planes dejarlo vacío por gusto. —Okay, Ana.— dijo mientras quitaba el freno de mano.— Let's go home.