Me senté de golpe y miré hacia la ventana, los autos casi no pasaban y si lo hacían era a toda velocidad, así que lanzarme no era una opción, no con el riesgo de que otro auto me atropellara en cuanto cayera a la carretera, y en caso de que no lo hicieran, me superan en número, solo tendrían que detener la camioneta y bajarse a buscarme, no quería hacerlos enojar. Los falsos guardaespaldas me echaron una mirada de advertencia, y mi respiración se atascó.
—Qué quieren? — pregunté, intentando saber no sé qué cosa— ¿Por qué nos persiguen a mi padre y a mí?
Pensé que me iban a ignorar, pero me sorprendió cuando el copiloto respondió.
—Tu padre tiene algo que nos pertenece, o puede que lo tengas tú — dijo, como si fuera la primera vez que se le hubiera ocurrido la idea.
—¡Mi padre y yo no tenemos nada! -grité, harta de que dijeran eso. No tenía idea de lo que hablaban y era frustrante sentir que todos sabían menos tú, estaba siendo secuestrada por algo que no sabia que tenía, si es que era verdad.
—¡Ya Cállate! —gritó de vuelta, haciéndome estremecer de terror. Tenían un arma, no quería hacerlos enojar.
Quince minutos después una camioneta rojo sangre aparcó detrás del auto, el copiloto de mi auto bajó con el arma en la mano y con mal cara abrió la puerta derecha de donde yo estaba. Me eché hacia atrás, pero sabía bien que era en vano, iban a llevarme a quien sabe donde y yo no podía hacer nada para impedirlo. Pobre de mi padre, cuando se diera cuenta de que le habían quitado también a su hija.
—Baja —me ordenó casi gritándome. El miedo ya era visible en mi cara llena de lágrimas porque sabía que, si me llevaban con ellos, eran muy pocas las posibilidades de que saliera con vida de todo esto.
Negué con la cabeza, lo que pareció enfurecer al conductor, porque maldijo y bajó, sacando su arma en señal de advertencia. Fue hacia el otro lado del auto y abrió la puerta con fuerza, mucho más agresivo que el otro, lo que me dio más pavor.
—¡Baja niña estúpida! — escupió con odio.
Abrí la boca para suplicarle que no me llevaran, aun sabiendo que era en vano, pero no me dio tiempo a decir nada, un todo terreno frenó de golpe cerrándole el paso a la camioneta.
Escuché un sonido estruendoso y el copiloto, que aún mantenía la puerta abierta para mí, cayó al piso al compás del sonido de bala, como si de un muñeco se tratara. Su sangre salpicó en camisa y en mi cara, espesa y caliente. En un instante, el piloto también cayó abatido, ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando la bala le impactó en la cabeza. Mis gritos sacudieron el lugar, parecía una película, pero yo estaba viviéndola.
Noté como cuatro chicos salían del todo terreno n***o, comenzaron a disparar sin miedo. Al principio pensé que me estaban disparando a mí, pero las balas pasaron de largo y chocaron contra la camioneta roja, cinco hombres salieron de ésta también, disparando a boca jarro, pero no pudieron llegar muy lejos antes de que las balas los alcanzaran. Me pregunté cómo era posible que nunca bala me hubiese dado todavía, pero luego recordé que mi auto era blindado, a menos estaba a salvo adentro.
Cada uno de los hombres fue cayendo con graves heridas de bala, parecía una película de terror, pero mucho peor. Metí mi cabeza en mis manos y lloré, sintiendo la bilis subir por mi garganta, pero me negaba a dejarla salir. Parecía irreal, como si no estuviera pasándome a mí, aunque sabia bien que sí era así.
Sentí dos manos rozar las mías y me aparté sobresaltada, no me había dado cuenta de que un chico con unos deslumbrantes ojos azules se había acercado a mí. Era un poco mayor, unos veinte tantos tal vez, pero me sonreía de una manera cálida, como si no acabara de matar a siete hombres a sangre fría.
—Tranquila—dijo, calmadamente, como cuando quieres calmar a un cachorrito asustado.
—¿Qu-uién eres? —pregunté, entre sollozos.
—Tu protector. Tu padre me envió a cuidarte, cómo vi que tardabas demasiado supe que algo no estaba bien y vine a buscarte —explicó, mirando alrededor mientras fruncia el ceño. — Salgamos de aquí.
Ni siquiera pude sentir alivio, estaba demasiado asustada aún, no confiaba en nadie, esto bien podía ser una trampa también.
Me ayudó a bajar de la camioneta, esquivando a uno de mis falsos guardaespaldas, que yacía en el suelo, sus ojos abiertos y su boca llena de sangre, sin vida. Se acercó hacia la guantera de la camioneta y sacó un pañuelo, entregándomelo. Allí fue cuando me acordé de que tenía sangre en mi rostro, por lo que me limpié lo más que pude, tratando de no enloquecer por lo que estaba viviendo.
Me llevó hacia su camioneta, donde los otros tres chicos estaban dando vueltas. Se reunieron en un circulo a mi alrededor, después de inspeccionar el lugar. El chico líder permanencia a mi lado, como si supiera que eso estaba ayudándome a no enloquecer.
—Los muy idiotas no estaban preparados para nosotros— dijo con una pequeña sonrisa un rubio que más bien parecía un modelo, no me echó ni una mirada mientras hablaba con el chico líder. Era muy apuesto, con unos lindos ojos azules y la piel muy pálida, el cabello despeinado y largo, amarrado en una cola.
—Obviamente no pensaron que vendríamos, está claro que sobornaron a los guardaespaldas— dijo otro de los chicos, uno de cabello n***o y ojos marrones, tenía una cara de niño travieso y sonreía, como si todo aquello no le pareciera más que un juego.
—Deberíamos retirarnos antes de que venga más gente —dijo el rubio de nuevo.
El chico líder pareció notarme de nuevo y habló más alto esta vez. — Ella es Anna la hija de Mark. Anna —se dirigió a mí. — Ellos son Max —dijo señalándome al rubio de cabello largo, Luis— dijo señalando a un chico moreno con ojos grises, él no había hablado hasta ahora y solo me dedicó una mirada impaciente, como si estuviera harto. — Y él es Joel.
—Hola bella Anna —dijo sonriendo, sus ojos cayeron en los míos y me sentí un poco más tranquila, me cayó bien de inmediato.
Me di cuenta de que todos eran demasiados atractivos para no ser modelos.
—Hola—murmuré, tratando de que mi voz fuera fuerte y clara.
Max asintió, Joel me dio un guiño y Luis… Bueno él me ignoró, por lo que yo también lo ignoré a él.
—Vámonos ya —ordenó el chico líder, tomando la delantera.
Pronto todos comenzaron a caminar y me disponía a seguirlos, cuando me acordé de algo.