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Acuerdo Nupcial: Soy la debilidad del villano.

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Blurb

Luciana Salvatore creció en una familia influyente y se casó con el hombre que todos consideraban perfecto. Sin embargo, su matrimonio con Camilo fue un engaño desde el principio. Él la culpó por no poder darle hijos y, cuando Luciana descubre que tiene una amante embarazada, su mundo se derrumba.

Justo cuando cree que nada puede ser peor, un accidente la deja al borde de la muerte. En su momento más vulnerable, reaparece en su vida Alaric, un hombre de reputación oscura, temido por muchos y marcado por un pasado lleno de secretos. Para el mundo, él es un villano sin escrúpulos; para Luciana, se convierte en su salvación.Durante su recuperación en el hospital, Alaric le hace una propuesta inesperada: casarse con él. Su oferta parece absurda, pero Luciana, cansada de ser la víctima de los juegos de Camilo, toma una decisión inesperada.

Cuando finalmente se divorcia, el mundo observa con asombro su siguiente paso: un matrimonio con el hombre que todos temen. Pero en un mundo donde las apariencias lo son todo y las traiciones acechan en cada esquina, Luciana descubrirá que nada es lo que parece… ni siquiera su nuevo esposo.

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Acepte ser mi esposa
POV Luciana Con paso firme, el sonido de mis tacones anuncia mi presencia. Frente a mí, la puerta se abre lentamente, dejando ver una fila de empleados que inclinan la cabeza en señal de saludo y respeto. Correspondo su gesto con la misma solemnidad mientras ingreso. Cada uno de ellos me felicita, y es entonces cuando la cocinera aparece entre los empleados, sosteniendo un pastel entre sus manos y una gran sonrisa en el rostro. —Feliz cumpleaños, señora Luciana. Mi cumpleaños... para ser honesta, casi lo había olvidado. La empresa me ha absorbido por completo. Vigna Reale exige una dedicación absoluta; de hecho, apenas ayer regresé de mi visita a los viñedos, donde escuché personalmente las sugerencias de los trabajadores. ¿Había mucho por hacer? Por supuesto. Pero, al mismo tiempo, sabía que esos pequeños momentos también importaban. Así que acepté el gesto y soplé la vela del pastel. "Veintiséis años", me dije en la mente, al darme cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo. Ya no era aquella niña que andaba de la mano de sus padres. —Esperamos que este día sea el más feliz de su vida, señora —dijo la cocinera, acompañando sus palabras con un abrazo cálido. —Muchas gracias a todos por el cariño y las molestias que se toman. —Usted solo merece felicidad, señora. Por eso estoy segura de que se pondrá muy contenta cuando vea el paquete que le llegó. Fruncí el ceño con curiosidad, sin imaginar de qué estaba hablando, hasta que la empleada me pidió que esperara unos segundos. En cuestión de parpadeos, se fue y regresó con un paquete que me entregó con delicadeza. —Llegó esta mañana —me informó. Movida por la curiosidad, observé la nota pegada en el paquete y mis ojos se abrieron con sorpresa. Era un obsequio de mis padres. Sintiendo la calidez y el regocijo de mi infancia, subí presurosamente a mi habitación, donde no tardé en abrir la caja. Dentro, encontré una pequeña tarjeta con un mensaje que de inmediato reconocí como la letra de mi madre: "Tu padre y yo estamos pasando unas maravillosas vacaciones, pero eso no iba a impedir que recordáramos el cumpleaños de nuestra querida princesa. ¡Felices 26 años, mi niña hermosa!" Apenas había leído las primeras líneas cuando la emoción me embargó. Más abajo, la letra cambiaba; supe al instante que se trataba de mi padre. "El infierno debe estar de fiesta. Mi querido Lucifer está celebrando un año más de vida." Una carcajada escapó de mis labios. Era tan típico de él. Desde que era niña, solía llamarme así, combinando mis nombres: Luciana Fernanda. "Por ahora, tu madre y yo estamos lejos, pero eso no significa que nos hayamos olvidado de ti y de tu hermano. Imaginamos que hoy tendrás una gran celebración y que hay mucho por preparar, así que te enviamos este hermoso vestido de diseño único. Ya tendremos tiempo de celebrar cuando regresemos. Por ahora, disfruta de las ocurrencias de Heracles y de la compañía de Camilo. Te amamos, papá y mamá." Bajé la mirada y, entre los pliegues del papel, encontré el vestido. Era realmente hermoso, pero un suspiro de tristeza escapó de mis labios. —Camilo… —susurré su nombre. De pronto, unos golpes en la puerta interrumpieron mis pensamientos. El mayordomo ingresó con su porte impecable, sosteniendo en una bandeja mi acostumbrado jugo de pera. —Espero que le agrade, señora. Acepté el vaso, pero cuando estaba a punto de retirarse, no pude evitar preguntarle por Camilo. Mi pecho se encogió con la esperanza de escuchar una respuesta que disipara esta sensación en mi interior. Sin embargo, lo único que oí fue: —El señor no volvió desde anoche. —De acuerdo… gracias —respondí, esforzándome por ocultar el golpe que esas palabras me habían dado. El mayordomo se marchó, y al quedarme sola, dejé el jugo sobre la mesa de noche. Dos años de matrimonio con Camilo. Cinco años desde que lo conocí. Cualquiera pensaría que, tras casarnos, todo habría mejorado, que nuestra historia se fortalecería con el tiempo. Camilo era respetado, admirado, considerado un hombre de buen corazón por sus donaciones a orfanatos y hogares de madres abandonadas. Un verdadero héroe social. Yo también lo vi así. Me enamoré de ese hombre que parecía perfecto, y cuando me propuso matrimonio, no dudé en aceptar. Nuestra vida fue tranquila, estable… hasta que descubrí que yo era estéril. La depresión estuvo a punto de consumir mi vida. La idea de no poder tener hijos me devastó, pero mi madre estuvo ahí, brindándome su amor incondicional. Camilo, en cambio, se fue distanciando. Poco a poco, dejó de estar presente en nuestra vida de pareja. Las cenas juntos se hicieron escasas. Las conversaciones se volvieron frías. Hasta que, un día, desperté en un matrimonio vacío. El sonido de mi celular vibrando me sacó de mis pensamientos. Al sacarlo, vi que la llamada provenía del directorio de la empresa. —¿Cómo? —pregunté, incrédula—. Pero Camilo sabe que esa firma es importante. Creí que estaría ahí con ustedes, como director y presidente de Vigna Reale. —Lamento informarle que el señor no se ha hecho presente. Los clientes están empezando a impacientarse. Frustrada, pasé las manos por mi cabeza. Apenas había dormido desde que regresé de mi viaje a los viñedos. Pero no podía darme el lujo de descansar ahora. —Voy en camino. Mantengan a los clientes ocupados. Me encargaré de hablar con ellos y conseguir la firma. —De acuerdo, señora. La estaremos esperando. Al colgar, solté un largo suspiro. ¿Dónde demonios estaba Camilo? ¿Qué podría ser más importante que la empresa? Tomé mi bolso y salí de la habitación. En el camino, la cocinera me interceptó. —Señora, su desayuno está listo. —No puedo quedarme, tengo prisa. —Pero casi no ha dormido ni comido nada desde que llegó. ¿Está segura de que puede manejar? —Dormí tres horas, estoy bien. Prometo regresar para el almuerzo. —De acuerdo, pero por favor tenga cuidado. Anoche llovió y las calles están resbaladizas. Asentí y salí apresurada. Me subí al auto, encendí el motor y suspiré. —Ay, Camilo… —murmuré. ¿En qué momento había cambiado tanto? ¿Cuándo fue que las cosas se volvieron así? No quería dudar de él, no quería pensar que esto se podría tratar de… otra mujer. Mi corazón se oprimió, y solo pude tensar los labios al sentir una punzada en el pecho. De repente, mi celular, que estaba a mi lado, encendió su pantalla avisándome de un mensaje. No podía darme el tiempo de detenerme para revisarlo; tenía que llegar a tiempo para la firma. Observé que delante de mí no había ningún otro auto y tomé el celular para ver el mensaje. Probablemente se trataba de uno de los integrantes del directorio avisándome que el cliente se había marchado. Pero lo que mis ojos vieron fue algo que ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado. Probablemente el dolor en mi corazón fue más fuerte que el que experimentaría segundos después. Mi mente quedó en blanco, mis ojos, llenos de amor y confianza hacia aquel hombre con quien quise todo, se cristalizaron al observar las fotos que dejaban más que claro dónde estaba. La sensación fue como recibir un golpe en el vientre que subía hasta mi garganta. No podía liberarlo de mi cuerpo, solo estaba ahí, ahogándome. Mis manos temblaron y mi respiración se volvió agitada. En un instante, había olvidado hasta lo más sencillo del manejo. No sabía ni cómo detenerme. Y de repente, fue demasiado tarde. El último destello que vieron mis ojos fue el de aquel árbol y el sonido de los pájaros que salieron de él ante el inminente impacto. Mi vida entera pasó frente a mis ojos. Mi infancia, mi adolescencia, mi etapa adulta… Todo se resumió en tan solo unos segundos. Me di cuenta de que había muchas cosas que no había podido hacer, especialmente en los últimos cinco años, donde prácticamente había enfocado mi vida en Camilo. Este no podía ser mi final. Las cosas no podían detenerse aquí. Aún tenía que usar el vestido de mamá… ¡No quiero morir! --- Yo no quería morir. No quiero esto. No de esta manera, por favor, no… —¡No! —abrí los ojos dando un gran grito. Mi pecho latía. Mis manos aún se movían. Mis piernas sentían. Mis ojos miraban. Estaba viva. ¿Qué había sucedido? Entonces me di cuenta del lugar donde estaba. Era el hospital. Mis manos parecían tener golpes, al igual que el resto de mi cuerpo, lo que me producía leves dolores. Como si mi despertar fuera un milagro, la enfermera que ingresó dejó caer los papeles que sostenía y salió corriendo a llamar al doctor. Unos segundos después, el doctor entró y, al verme, me miró sorprendido. Empezó a tomarme los signos vitales, pero no venía solo. Detrás de él, alguien más ingresó pasando por encima de las enfermeras que intentaron detenerlo. Heracles. Mi hermano, casi desesperado, logró apartar a quienes lo retenían y me abrazó. —Mi Luciana… mi luz, despertaste —susurró, sin dejar de mirarme. Pasó sus dedos por mis cabellos y me miró a los ojos con una sonrisa que intentaba disimular sus ganas de llorar. —¿Qué me pasó? —pregunté, pues no recordaba lo que había sucedido. —Tuviste un accidente… Te encontraron muy mal. Estabas prácticamente atrapada entre los escombros de tu auto. Perdiste mucha sangre. Creí que te perdía, hermana… Tuve tanto miedo que no me he despegado de ti ni un solo segundo desde que llegaste al hospital. —Tiene un hermano muy persistente, señora —comentó el médico, confirmando las palabras de Heracles. —¿Mamá y papá saben de esto? —pregunté. Heracles negó con la cabeza. —Ya sabes cómo es mamá. Vendría completamente desesperada. Por eso esperé un tiempo prudente. —Está bien así —le respondí—. No quiero que se preocupen. —Luciana… —susurró, pasando sus dedos delicadamente por mi mejilla—. Revisaron el auto y no tenía ningún fallo. ¿Qué sucedió para que tuvieras ese accidente? Entonces, el sabor amargo de la traición volvió a invadir mi boca. Me habían roto la confianza en mil pedazos. No sabía cómo reaccionaría mi hermano si le contaba lo que había descubierto. Aunque ahora estaba aquí, siendo cariñoso, podía transformarse en un instante. Mi madre siempre decía que tenía el carácter de nuestro padre, y no era precisamente un halago. —¿Has sabido algo de Camilo? —pregunté. —Vino solo una vez —contestó con evidente molestia—. No sé qué demonios le ocurre a ese sujeto. Su lugar debería ser aquí, acompañando a su esposa. Pero dice que alguien tiene que ocuparse de la empresa. ¿La empresa? Eso era solo una máscara para sus mentiras. —Pero lo más seguro es que venga hoy —agregó Heracles—. Más le vale que lo haga. Y, como si decir su nombre sirviera para invocarlo, su presencia se hizo notar en la habitación del hospital. Su postura parecía completamente relajada. Llevaba un ramo de flores junto a unos globos que decían: “Te extraño”. —¡Luciana! —Camilo me miró sorprendido—. Princesa mía, despertaste. —¿Despertó? ¡Por supuesto que despertó! —gritó Heracles, parándose frente a él, furioso—. ¿Dónde demonios estabas? ¡Debiste estar aquí! Pero parece que el señor está demasiado ocupado para preocuparse por la salud de su esposa. —Heracles… —lo llamé, tratando de calmarlo—. Déjame a solas con Camilo, por favor. Por su expresión, supe que no estaba de acuerdo, pero no me contradijo. Solo asintió y se marchó, no sin antes mirar con rabia a Camilo. —Definitivamente tu hermano tiene problemas de control de ira, princesa —dijo Camilo, con fingida preocupación—. Es un peligro para quienes lo rodean. Incluso podría atacarte. Quizás hasta fue él quien hizo algo al auto para que tuvieras el accidente y quedarse con la herencia de tus padres. —Mi hermano nunca haría eso —respondí con seriedad. —Bueno, en teoría, sabes que no son hermanos de sangre. Fuiste adoptada por tu tía y su esposo, Valentino. Te dieron su apellido y te cuidaron como si fueras su hija. Pero recuerda que Heracles es el único y verdadero hijo de la familia Salvatore. —Es mi hermano, y es lo único que importa. —De acuerdo, princesa. No diré más. —¿Estás seguro de que no tienes nada más que decir? —pregunté, apretando las sábanas con los puños. —¿Qué pasa, princesa? —intentó acercarse, pero puse resistencia. —¡No te me acerques! —levanté la voz, mirándolo con los ojos brillosos. —¿Qué te pasa? —¿Que qué me pasa? ¿De verdad quieres que te lo diga en la cara? ¡Está bien! Bibiana… Camilo tragó saliva. Su rostro se tornó pálido. —No sé de qué hablas. —¡Deja de fingir! —mi voz se quebró—. Ahora sé por qué nunca estabas en casa… ¡Era para acompañarla a sus controles prenatales! Camilo al darse cuenta de que su secreto había salido a la luz, mostró su verdadera cara. —Está bien. No voy a negar a mi hijo. Es cierto que Bibiana espera un hijo mío. Mi corazón se rompió en mil pedazos. Cubrí mis labios para contener mis lágrimas. —La culpa es tuya, Luciana. Tu vientre está seco, y yo necesitaba un hijo, no solo a una esposa de adorno. Planeaba decírtelo luego y pedirte el divorcio, pero no esperé que tuvieras ese accidente. —¿Divorcio? ¡Pues por supuesto que te lo doy! Pero eso sí, quiero que te largues lejos de mí. —Lo siento Luciana pero esa es una petición que no puedo darte. Te daré el divorcio, pero la que deberá irse eres tú. —¡Estás loco! —¡Mi hijo debe nacer en un lugar adecuado! ¡Y como tal también tendrá un lugar en la empresa! Yo no podía creer lo que estaba escuchando. —Ahora veo que nunca te conocí, eres un monstruo… —Di lo que quieras, Luciana. Sabes muy bien que nadie te creerá. Yo solo soy un hombre que quiere proteger a su hijo. —¡Vete! ¡Vete! Camilo se dió media vuelta, y dejándome con un nudo en el pecho, volví oír un ruido en la puerta. Creí que Camilo había regresado y, estaba lista para lanzarle los medicamentos, pero para mi sorpresa observé otro rostro. Con una mirada serena color azul, alto, bastante apuesto, ingresó un hombre que jamás había visto. —¿Quién es usted? —pregunté retrocediendo. —Lamento que así sea nuestro primer encuentro, soy Alaric Vitale, de los viñedos Vitale. —¿Vitale? —mis ojos se abrieron de sorpresa. Se trataba de la empresa rival de “Vigna Reale”. —¿Y qué hace aquí? ¿Cómo sabe que yo estaba aquí? —Le doy mi palabra que todas sus preguntas tendrán respuesta, pero antes de eso, me gustaría disculparme por haber escuchado la conversación que tuvo con su esposo. —¡¿Cómo?! —Le pido que no se altere, pues me gustaría proponerle una solución a sus problemas. —¿De qué está usted hablando? —Acepte ser mi esposa.

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