Acepto ser tu esposa

1282 Words
POV Luciana —Disculpe, ¿de qué está hablando? —pregunté con seriedad—. Si ya escuchó la conversación que tuve con Camilo, comprenderá que no estoy de humor para bromas ni burlas. —Lamento que interprete mi oferta como una burla. No pretendo burlarme de usted —respondió él con calma. —Pues eso es exactamente lo que estás haciendo. ¿Cómo se supone que puedes proponerle matrimonio a una mujer que aún está casada? —Tengo mis razones, señora, y mi intención no es ofenderla —su tono seguía siendo formal y controlado—. De hecho, como usted bien sabe, nuestras empresas son rivales y, por supuesto, en Vitale se ha oído mucho sobre usted y su capacidad como líder. Sin embargo, después de lo que he escuchado, está claro que usted perdería demasiado. —¿Y acaso cree que me daré por vencida tan fácilmente? —le espeté, sintiendo la indignación crecer dentro de mí—. Vigna Reale es el patrimonio de mi familia. Perteneció a mi abuelo y luego pasó a manos de mi madre, quien, junto a mi padre, le devolvió el prestigio que ha mantenido durante largos años. —Por supuesto —contestó sin perder su compostura—. Vigna Reale ha producido los mejores vinos de la última década. Pero en estos momentos no se trata de defender aquello que perteneció a su familia, sino de utilizar ese ingenio que usted posee para evitar que todo quede en la nada. Al comprender la dirección de su argumento, levanté una ceja. —Entonces, ¿me estás diciendo que lo que quieres es que me ponga en contra de la empresa de mi familia? Eso sería prácticamente traicionar mi propia sangre. —No se llamaría traición si lo que están haciendo es sacarla —respondió sin titubear—. Camilo es actualmente el presidente y director de la empresa. Es evidente que tiene el poder para convencer al directorio de que la retiren, a pesar de que Vigna Reale le perteneció a su familia. Pero así son los negocios. Sentí la rabia recorrerme las venas al darme cuenta de que tenía razón. En el mundo de los negocios, las cosas podían inclinarse como una balanza; a veces estaban a tu favor, otras en tu contra. Apreté con fuerza las sábanas entre mis manos. Después de haber escuchado los verdaderos planes de Camilo, estaba segura de que esa no era una posibilidad lejana. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Suspiré. Enojarme no traería ningún resultado. —La vida siempre estará llena de decepciones, no se contenga —dijo de pronto. Ante mis ojos, extendió un pañuelo. Me dejó sin palabras. Lo miré durante breves segundos y luego alcé la vista hacia su rostro, sereno y tranquilo. Su aroma a frescura y masculinidad de alguna manera me provocaba calma. O quizás eran esos ojos azules, fijos en mí, que parecían escudriñar hasta lo más profundo de mis pensamientos. Tomé el pañuelo con suavidad y asentí en señal de agradecimiento. —¿Por qué para ti es necesario que yo sea tu esposa? —pregunté al fin—. ¿No te basta con que sea solo tu aliada? —Usted sabe lo crueles y amarillistas que pueden ser los medios —explicó—. Ser solo aliados provocaría que la llamen traidora. Tragué saliva. Sabía que tenía razón. La prensa haría quedar a Camilo como la víctima y a mí como la mujer desleal que le dio la espalda a su familia. Después de todo, Camilo era, para el mundo, ese hombre intachable. Entonces, la idea de volver a casarme cruzó por mi mente. Camilo ya me había dejado claro que el divorcio era inevitable, pero… ¿volver a casarme? ¿Y con un desconocido? Bueno, no era del todo un desconocido. Sabía que Alaric pertenecía a Vitale, la empresa de vinos que era nuestra competencia directa. Si aceptaba su propuesta, significaría que tendría que luchar contra Vigna Reale. Y yo no quería eso… Vigna Reale era mi vida y mi pasión. —No piense que le está dando la espalda a su familia —dijo con calma. —Para ti es fácil decirlo. No eres tú quien será señalado —repliqué. Alaric suspiró y se sentó frente a mí. —A veces es mejor ser el villano de la historia que todos quieren creer. Fruncí el ceño. —¿Cómo dices? —Contrario a mi abuelo, yo siempre he admirado a Vigna Reale. Nada me haría más dichoso que alcanzar el mismo éxito que su empresa —explicó con seriedad—. Y con ello, no le estoy pidiendo que olvide a los suyos. Por el contrario, me gustaría hacer una alianza con Vigna. Dentro de todas las razones que había considerado, esa era la última que habría esperado. —Si yo… si me caso contigo… —dejé la frase en el aire, intentando procesarlo—. ¿Me ayudarás a recuperar la empresa? —Siempre aspiro a lo mejor —respondió con gran determinación. Bajé la mirada a las sábanas. ¿Convertirme en su esposa? ¿Casarme por segunda vez con un hombre al que prácticamente no conocía? —Al convertirme en tu esposa… ¿nosotros…? —Nosotros seremos algo así como socios —me interrumpió con tranquilidad—. Será un acuerdo nupcial del que solo usted y yo estaremos al tanto. Sabía lo que quería darme a entender, pero aún así, las dudas me carcomían. —Piénselo como si yo fuera su aliado —continuó Alaric—. Ante el mundo, seré su esposo. Podrá disponer de mi patrimonio como guste. Lo observé fijamente, tratando de encontrar alguna fisura en su expresión. No la había. Alaric hablaba en serio. Cerré los ojos y tomé una decisión que jamás había atravesado mi mente. —De acuerdo… Acepto ser tu esposa. —¡¿Qué?! —repentinamente una voz interrumpió entre nosotros. Ingresando con el ceño fruncido y los puños apretados, mi hermano había escuchado mi respuesta con asombro. —¿Qué está sucediendo aquí? ¿Qué hace este sujeto aquí? —Heracles lo señaló. Lo miraba con desconfianza. —Heracles hermano… —Vi que el imbécil de Camilo salía de aquí, por eso regresé pero no esperaba escuchar algo semejante, ¿O es que este tipo te está amenazando, Luciana? —No Heracles, no es nada de eso, el señor es Alaric Vitale, y solo vino a… —¡Vitale! —Heracles lo observó como si hubiera descubierto algo grave en él —Heracles… —no pensaba que las cosas sucedieran así, pero ya no había manera de retroceder—. De todos modos te enterarás—. Camilo y yo nos vamos a divorciar, él… Tendrá un hijo con Bibiana. El rostro de mi hermano se llenó de irá, su ceño y puños se tensaron, era como si en tan solo una expresión se hubieran concentrado miles de demonios. —¡Ese hijo de perr@! ¡Lo mataré! ¡Lo mataré! —expresó con rabia. —Heracles, tienes que calmarte, te lo ruego. Mi hermano me observó y a pesar de que sabía que estaba completamente furioso, él cerró los ojos e hizo todo lo posible por calmarse. —Te pido que lo mantengas en secreto hasta que firme el divorcio, por favor. Heracles no respondió, pero supe que su expresión me aseguraba su silencio, de pronto, él miró a Alaric y con esa postura le dijo: Nunca he considerado a nadie digno de mi querida hermana, voy a estar pendiente de ti, Alaric. Si te atreves a hacerle daño a Luciana, sabrás de lo que es capaz de hacer un Salvatore.
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