Gardh Esa mañana, inusualmente desde muy temprano caía un torrente de lluvia helada. Tanto las calles salpicadas de basura y las ruinosas paredes estaban siendo golpeadas por su fuerza. Con las manos en los bolsillos y la espalda curvada hacia adelante, Kublai estaba de regreso en Gardh. Ya eran varios días que trata de vivir con ese mal sabor de la boca que le ha dejado el susto y vergüenza que le ha dejado su última salida a Delamir. Ahora, un poco rezagado, se acerca al opaco lugar donde solían reunirse a beber alcohol barato con sus amigos de siempre. Ha pasado mucho tiempo que no se pasaba por allí. Por suerte no está el fastidioso de Erol que siempre se le aparece por delante. Solo esto hace que se relaje, sin embargo, por algún motivo siente una extraña desazón. —¡Hey! Tito se

