Comimos nuestros bocadillos y ella apoyó la cabeza en mi hombro. Fue un momento agradable, y fue entonces cuando mi cerebro decidió que sería un buen momento para intentar arruinarlo todo.
—No entiendo —dije, mirando a la multitud—. Eres guapa, inteligente, graciosa y una friki de remate. Eres la chica de ensueño para mucha gente aquí. Yo soy la definición misma de un hombre promedio de mediana edad. ¿Por qué pasas el tiempo conmigo?
Levantó la cabeza de mi hombro, me miró un momento, sopesó sus opciones y decidió golpearme en el hombro. Luego metió su brazo en el mío y volvió a apoyar la cabeza en mi hombro.
—Gracias a Dios que no me gustas por tu inteligencia —dijo—. O sea, que seas linda, friki y amable me basta. La inteligencia estaría bien, pero supongo que una chica no puede tenerlo todo.
No era linda. Probablemente nunca lo había sido. Mi cabello estaba casi completamente canoso y estoy segura de que la barba no ayudaba mucho. Sin embargo, estaba en una forma sorprendentemente decente. Resulta que el horror de dos años que viví me ayudó a bajar de peso. Además, los últimos seis meses había empezado a hacer ejercicio para distraerme. Aun así, no era la definición de linda de ninguna chica de 19 años. Quizás distinguida en un buen día. Respiré hondo para responder cuando levantó un dedo, como para callarme. Hice una pausa. Respiró hondo, pero no me miró al hablar.
—Entonces, hora del origen secreto. Querré el tuyo más tarde, por cierto, pero por ahora, haremos el mío.
Cuando tenía 11 años, mi papá se fue de casa. Nos abandonó a mamá y a mí. Uno pensaría que lo odiaría, pero en ese momento era una niña de papá, buena y educada. Así que cuando se fue porque se cansó de pelear con mamá por su bebida, naturalmente le eché la culpa. Y siendo pelirroja, significa que fui particularmente terca y cruel al respecto. ¡Dios mío, las peleas que teníamos mamá y yo! —dijo, negando con la cabeza.
También significó que, cuando tuve la edad suficiente para que las hormonas se dispararan, era un desastre. De los 12 a los 17 años tomé muchas decisiones muy cuestionables. Me convertí en la hija de mi padre en cuanto a alcohol y drogas, por eso ya no las tomo. Salía mucho de fiesta y… descubrí que tenía un tipo. Me gustaban los hombres mayores.
—Fuiste a buscar un papá —dije.
Ella asintió. —El problema es que cuando eres una niña necesitada y descontrolada con problemas paternos, siempre encuentras hombres que se aprovecharán de la situación. Y yo…
Se detuvo un momento. Empezaba a sentirme fatal por molestarla así.
—Lo siento. No debería haberme entrometido así. Sé que debió ser duro.
Ella dejó de apoyarse en mi hombro y volvió a sentarse en la pared, mirando fijamente a la multitud.
—Sí, lo fue. Pero una vez leí algo: "Aprendemos haciendo". Simple, pero me gusta. Y, ya sabes, aprendí algunas lecciones difíciles, pero lo superé. Y me dio un radar de imbécil abusivo de mil demonios. Lo cual también tiene sus inconvenientes. Intenté dejar a los chicos mayores. Ya sabes, encontrar un chico agradable más cercano a mi edad. Quizás dejar de perseguir figuras paternales.
Pero cuando intentas salir con chicos de entre 18 y 24 años, te das cuenta de que eres un imbécil todo el tiempo. O son tan inmaduros que no tengo paciencia con ellos. Han sido unos años bastante frustrantes en cuanto a citas.
—Pero vine aquí a relajarme, a divertirme con mis amigos y, ya sabes, quizá a intentar encontrar a un chico de mi edad que no sea, por milagro, un completo imbécil. Pero entonces, literalmente, me encontré contigo…
—Tienes un gran impacto para un paquete tan pequeño…
—Imbécil —dijo, sonrojándose un poco—. Pero mi radar de imbécil no te activó. Podrías haberte enfadado conmigo, y no lo hiciste. Cuando me porté mal y te acosé fuera de la convención, te preocupaste más por alimentarme y asegurarte de que no pasara frío. Te escribí en mitad de la noche, y te alegraste de que estuviera en casa a salvo y no intentaste enviarme mensajes de texto.
Y sé que te gusto. Lo sé. Lo noto cuando me miras. Pero te preocupa parecer un viejo lascivo y aprovecharte de mí…
—Guau —dije—. ¿Estudias psicología?
—Diseño, en realidad —dijo—. Simplemente se me da bien interpretar a la gente y saber qué quieren.
—Eres muy bueno en eso —dije.
—¿Así que sí te gusto, papi? —dijo. Papi. No papá. Otra cosa completamente distinta. ¡Guau!
—Sí —dije, sorprendiéndome un poco al admitirlo—. Pero llevo algún daño propio en mi Origen Secreto.
Ella asintió, deslizándose por la pared, frotándose el trasero para aliviar el entumecimiento. Me apoyé en mi bastón para impulsarme. Me tomó de la mano y se inclinó para darme un beso en la mejilla.
—Lo sé, papi. Y cuando estés listo, quiero escucharlo. Pero para que lo sepas, estamos bien con esto y viendo cómo se desarrolla. No te estás aprovechando de mí. Para responder a tu pregunta anterior, me gustas porque eres amable y creo que puedo confiar en ti. Y tengo una relación padre-hija que no parece que vaya a desaparecer. Espero poder ayudarte a relajarte y a jugar conmigo porque creo que podríamos divertirnos de verdad.
Su teléfono eligió ese momento para ser molesto e interrumpir el momento. Lo agarró por reflejo, lo miró y puso los ojos en blanco.
—Se requiere mi presencia. Hay una sesión de fotos y llego tarde. Tengo que irme —dijo. Luego me miró—. ¿Estamos bien?
—Has ayudado a asegurarle a tu viejo que no es un pervertido lascivo.
—Dios mío, espero que siga siendo un poco pervertido —dijo, echando un vistazo rápido a su alrededor. Luego se inclinó y me besó rápidamente en los labios.
—Nos vemos más tarde, papi —dijo ella, corriendo hacia la multitud, con una capa morada y amarilla ondeando detrás de ella.
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Estaba de un humor sorprendentemente bueno mientras me abría paso entre la multitud del viernes en la convención. Solo podía imaginarme cómo sería el sábado. Tendría que cambiar mi bastón por un machete para avanzar. Pero la multitud no me frustraba. Simplemente disfrutaba del ambiente. Me sentía como un adolescente, lo cual era extrañamente emocionante.
"Le gusto", pensé. Ya estaba investigando rápidamente sobre el juego dd/lg en mi teléfono, porque entendía la teoría, pero sospechaba que ella tenía algo más de experiencia práctica. Pero no importaba. Creo que iba a ser divertido aprender y experimentar. También estaba el tema de, ya sabes, dónde vivía ella en comparación con donde yo vivía. Era casi seguro que ambos éramos de fuera, pero con mi suerte, ella vivía al otro lado del país.
Respira hondo. Una preocupación a la vez, viejo. Disfruta de que está pasando algo que nunca pensaste que volvería a pasar… has encontrado a alguien que te aprecia.
Eso solo fue suficiente para poner una sonrisa ligeramente tonta en mi cara.
Pero a las 4:30 no sabía nada de ella. Intentar cruzarme accidentalmente con alguien en una Comic Con de este tamaño es absurdo, pero pasé 45 minutos luchando contra la multitud para llegar a una de las zonas donde se juntan los cosplayers y ver si la veía. Si no, siempre podía escribirle.
Pero no estaba allí, aunque podía ver a sus dos amigas, vestidas de Supergirl y Wonder Woman, dando la bienvenida. Ni rastro de mi Batgirl, sin embargo. Empezaba a preocuparme cuando vi un destello morado y amarillo en un pasillo lateral donde había habitaciones para acceder a los paneles. Estaba sentada en el suelo, con la cabeza sobre las rodillas, con aspecto desdichado y abatido. Me acerqué a ella y me deslicé por la pared. Fue entonces cuando finalmente me vio.
—Ashley, ¿qué…
Me abrazó y empezó a sollozar, intentando no llorar, pero sin conseguirlo del todo. La mujer inteligente y serena de unas horas antes no estaba. La rodeé con mis brazos y la abracé.
—Está bien, Ashley. ¿Qué pasa?
Ella sorbió y se secó los ojos.
—Lo siento, papi. No quería molestarte. Cosas de adolescentes.
Agradecí que me mantuvieran al margen. Tenía poca experiencia con los dramas de adolescentes, pero sabía que me sobrepasaría.
—Nunca eres una molestia. ¿Qué pasó?
De esa simple pregunta surgió un torrente de ira, disgusto, drama y frustración. Heather y Lesley se habían molestado porque había llegado tarde a la sesión de fotos porque había estado conmigo. Luego la regañaron por perseguir a un anciano. Ella les respondió con algunos comentarios sobre que eran unas zorras que perseguían a cualquier chico que les prestara la más mínima atención. Fue entonces cuando le dijeron que tenían "visita" al volver a su habitación después de una fiesta esa noche y que no les gustaban mucho las chicas raras, así que tal vez debería buscar otro lugar donde pasar la noche.
Dijo que bien y se marchó furiosa. Entonces se dio cuenta de que no tenía dónde pasar la noche, ni quizá el resto de la convención, y no quería molestarme porque sabía que todavía me ponía nervioso pensar que me estaba aprovechando de ella, lo cual, claramente, no le importaba que estuviéramos juntos…
Todo esto salió en unos 20 segundos.
Honestamente, intentaba no reírme porque, Dios mío, el drama. Así que hice algo imprudente, sobre todo considerando dónde estábamos.
Me agaché, puse mi dedo sobre sus labios y luego me incliné y la besé.