Odio y la atracción

1111 Words
Lo odiaba. Lo odiaba con cada célula de mi cuerpo. Con cada palabra que salía de su boca. Con cada sonrisa engreída. Con cada mirada que me hacía sentir desnuda incluso vestida. Y lo peor… era que mi cuerpo no lo odiaba tanto como yo quería. —¿Por qué caminas como si acabaras de salir de una pelea callejera? —preguntó Maddie mientras salía del estudio detrás de mí. —Porque lo hice. Solo que en vez de puños, usamos palabras y miradas asesinas. —Y lograron el mejor programa de los últimos seis meses. Así que, técnicamente, estás casada con él ahora. Matrimonio laboral forzado. —Quiero el divorcio. —No va a pasar. ¿Ves ese grupo de ejecutivos con cara de orgasmo financiero? Están celebrando que Nic y tú se odian con tanta elegancia. Suspiré. Fui directo a mi camerino y me encerré. —¿Estás segura de que no quieres prenderle fuego a su auto? —preguntó Maddie, pasándome una taza de café que olía a desesperación con espuma. —¿Y manchar mi historial legal por un idiota con voz sexy? Paso. —Ajá. Entonces admites que es sexy. La fulminé con la mirada. —¿Sabes qué? Mejor le prendo fuego a tu auto. La productora estaba encantada. El jefe, más feliz que nunca. Y yo... quería meterme en una cápsula del tiempo y borrar mi existencia digital. —No entiendo cómo alguien puede ser tan... —me detuve, buscando la palabra exacta—... irritante. Es como si su existencia fuera un insulto a la inteligencia emocional. —O una prueba viviente de que el pecado camina con piernas largas y camiseta ajustada —respondió Maddie, sin disimular su diversión. Me dejé caer en la silla, cerrando los ojos. Lo peor no era lo que había pasado en el programa. Lo peor era lo que había sentido. Ese maldito momento en el que Nic West se inclinó hacia mí, bajó la voz, y me hizo una pregunta que nadie me había hecho jamás con tanta seguridad. “¿Nunca has tenido un orgasmo, Emma?” El mundo se detuvo. Y ahora, aunque lo odiaba, su voz seguía en mi cabeza. No podía quitármela. Ni a él. Ni a sus malditos ojos que parecían leer debajo de mi ropa. —Voy a demostrarle que puedo hacerlo sin él —dije en voz alta, abriendo los ojos con decisión. —¿El qué? ¿Tener un orgasmo? —¡No, Maddie! ¡Tener éxito con este programa! Ella soltó una carcajada. —Igual necesitas trabajar lo otro, amiga. —¡Cállate! Justo en ese momento, una asistente entró con un sobre en la mano. —Emma, esto llegó para ti. Del jefe. Tomé el sobre, lo abrí. Dentro había una nota impresa y directa: "Desde mañana, el programa se reorganiza: tú y Nic tendrán una sección fija de debate s****l. A diario. A solas. Haz que arda." Sentí cómo el alma me abandonaba el cuerpo por un segundo. —¿Qué dice? —preguntó Maddie, asomándose. Le mostré el papel. Ella lo leyó. Silencio. Luego sonrió. Maliciosa. —Arde, Emma. Vas a arder. Y lo peor es que tenía razón. Porque ese tipo, ese idiota, ese arrogante... Me iba a hacer arder. Maddie se despidió de mi y por fin me quede sola. Sin embargo seguía pensando en él, en Nic. No podía dejar que me afectara. No podía dejar que me hiciera sentir cosas. No podía dejar que... —¿Me vas a ignorar todo el día? Mi corazón saltó. Su voz venía desde la puerta. No lo había oído entrar. Maldito ninja del deseo. Me giré, lentamente. Ahí estaba. Camisa arremangada, ese olor a jabón caro y arrogancia. Apoyado en el marco de la puerta como si le perteneciera. —¿Puedes tocar antes de invadir mi espacio personal? —Tocaría, pero… pensé que después de lo que dijiste al aire, ya no teníamos filtros. Avancé dos pasos. Él también. Y cuando me di cuenta, estaba a centímetros de su pecho. Y su calor me envolvía. —¿Qué quieres, Nic? —Entender por qué te tiemblan los labios cada vez que me acerco. —No me tiemblan. —¿No? Su mano subió. Su dedo índice rozó mi labio inferior, apenas. Como una caricia sin permiso. Como un pecado inevitable. Mi respiración se aceleró. Su mirada bajó a mi boca. La mía, a su cuello. Había una vena latiendo rápido. Justo como la mía. —Esto es una pésima idea —susurré. —Las mejores siempre lo son. Su mano bajó por mi cuello, lento. Rozó mi clavícula. No fue s****l. No del todo. Fue eléctrico. Fue catastrófico. —Dime que no sientes nada —murmuró—. Y me alejo. —No lo hago. —Casi flaqueé. —Tu cuerpo dice otra cosa. —Alzó una ceja viéndose malditamente sexy y eso me hizo odiarlo más. —Estas equivocado sobre mí. —¿Cómo lo hago? —Solo mantente alejado de mí. —Le digo y doy un paso hacia atrás—. Antes ni siquiera te dignabas a regresarme el saludo y ahora, ¿Qué buscas? ¿Qué seamos los mejores amigos? Nic parecía desconcertado y su máscara de fuckboy cayó un poco. —Solo quiero ayudarte. —¿A qué? ¿A qué me despidan? —Me puse en jarra—. Te crees mejor que yo. Vienes a mi programa y me humillas en frente de todos. —No trate de humillarte. —Sí, claro. —Yo no sabía que eras tu. —Como podrías saberlo. —Además, es obvio que tu programa necesitaba un cambio, mira los números. Es un éxito —Nic tenía razón, pero aun así no estaba preparada para este reto. No para hablar de sexo y relaciones—. ¿O es que hay algo más? Sus ojos se movieron curiosos, analíticos sobre mi rostro. —Ohh, es eso. —¿Es que? —digo sin saber que ha descubierto. —¿Cuándo fue la ultima vez que tuviste sexo? Mis ojos se agrandaron. No pude responder. Nic volvió a ser el mismo idiota de antes y sonrió con arrogancia. —Ese es un problema que podemos arreglar muy fácilmente. —Se volvió a acercar a mí Lo fulminé con la mirada. —¿Crees que soy una de esas? Estas muy equivocado. Si no te vas ahora mismo de mi camerino, llamaré a seguridad. Nic alzó sus manos en rendición. —Solo recuerda que, si quieres ayuda, aquí voy a estar. —Y sin más se dio media vuelta y se marchó.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD