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Odiarte para amarte

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"Un matrimonio, un hijo, mi libertad. Él quería todo de mí"

Hillary la pasó muy mal tras perder a su padre en un accidente. Su madre se casó con el patriarca de una dinastía, mientras ella vivía su vida de estrella, pero un día las cosas tuvieron un cambio abrupto. Una vez más, se iba el hombre que amaba y se vio obligada a casarse con otro m*****o Hillman. El hombre que la eligió de esposa sin explicar el porqué.

Hernán es el hombre hecho misterio del que no se sabe nada a menos que él lo diga. Esconde un gran secreto para mantener a Hillary como su esposa.

Luego de dos años de matrimonio, se termina el contrato matrimonial, pero él se niega a darle su libertad y ella lo odia mucho más que antes, porque cree que su esposo no es quien dice ser y está detrás de las desgracias de su vida. Para ella, él es un calculador, egoísta y dominante, quien le exigen una condición descabellada para darle la libertad que ella tanto anhela.

Ella lo odia, él no la ama, ¿Podrá ella superar su odio y amar al enigmático hombre que es su esposo? O ¿Los secretos harán que el odio sea desmedido? ¿Qué pasa si los amores del pasado se juntan a este juego entre el odio y el amor?

“Con el diablo no se juega”

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1- Familia Hillman
Nunca he sido una chica supersticiosa, pero esa sensación de que mi vida está por cambiar se mezcla con mi estado de emoción que deseo perdure. Me siento nerviosa e irónicamente eso opaca el frío que me roza la piel. Retrocedo en la acera hasta quedar pegada a la pared húmeda, la lluvia salpica mis zapatos y es ahora cuando creo que no debí salir en tacones con un clima tan gris. Lo veo a mi lado con un porte relajado, en cambio, yo trato de ignorar la repentina sensación de que hago algo malo por estar a tan altas horas afuera sin que nadie lo sepa. —Será mejor que solo me acompañes hasta aquí —digo. —Sí, no te quiero meter en problemas —dice él, sonríe y siento que mi corazón se acelera levemente. —Fue una gran noche, gracias por aceptar verme y… —Muerdo mi labio cuando no encuentro que más decir —, todo fue especial esta noche. —Eso creo. —Él se rasca la nuca y no sé si está nervioso —. Buenas noches, Hillary. —Buenas noches, Trevor. Suelto un suspiro liberador, no me quiero ir a pesar de lo tarde que es, pero resulta mejor que me despida aquí y ahora, lejos del edificio para que nadie nos vea y es que quizás mi paranoia decidió molestarme porque no me sorprendería estar vigilada. Le regalo una apacible sonrisa al hombre frente a mí, sus ojos avellana me analizan una última vez, se acerca más y me da un beso en la mejilla que me pone aún más nerviosa. —Nos vemos pronto. Asiento. Camino hasta mi edificio e ingreso con un caminar alegre. El portero acomoda su gorra y se sobresalta al verme, enseguida me saluda; por su alivio me doy cuenta de que tengo visita y resoplo al pesar de quién se trata, todavía más al ver el nombre de mi madre en la pantalla de mi móvil anunciando una llamada. —Cariñito —hablan detrás de mí. Doy un ligero salto, pero me giro de inmediato al saber que es mi hombre favorito —. Saber que te alegra tanto verme, me hace pensar que valió la pena esperar hasta las cinco de la mañana para verte —comenta cuando lo abrazo. —Siempre es un gusto verte, abuelo. No me digas que esperaste tanto tiempo por mí. —Seis horas, pero no es nada, supongo que es normal para ti llegar en la madrugada; ¿dónde estabas? —pregunta entre serio y preocupado —. Ya sé que estabas con ese muchacho, ¿estás segura de lo que haces, cariño? Me separo del abrazo sin alejarme demasiado. —Tu madre… —No deseo hablar de mi madre, abuelo —lo interrumpo —. Mejor subamos y me cuentas qué haces aquí. —¿No puedo venir a ver a mi nieta favorita? Sí, la favorita y la única —repone con gracia —. No me voy a quedar, solo he venido a decirte que saldré de viaje. —¿Me esperaste tanto tiempo para eso? —Esos actos de su parte me hacen sentir muy especial, aún hay personas que piensan en mí con amor —. Te amo, abuelo. —También vengo a decirte que estaré pendiente al número de emergencia por si necesitas que te salve de tu madre. —Trata de no reírse, yo sí lo hago —. Cuídate mucho y no salgas tan tarde. Te amo, cariñito. —No tardes mucho, por favor. —Cierro los ojos cuando me da un beso en la frente y revuelve mi pelo castaño; nos abrazamos otra vez y se aleja luego que su chofer aparece de no sé donde —. Has estado viajado mucho, ¿acaso hay alguien? Entrecierro los ojos hacia él. Mi abuelo, aun con todos sus años, es un caballero bastante atractivo y me enorgullece presumir que me parezco mucho a él. —Mira tú, quizás he encontrado a alguien que me hace llegar a las cinco de la madrugada. —Qué gracioso, señor Dornan. Me giro para ocultar el posible sonrojo que me invade las mejillas. Verlo siempre me conforta. Me dirijo hasta el ascensor y presiono mi número de piso. Ha sido un día largo y solo deseo descansar antes de otro día difícil que presiento serán cosas inesperadas. Para entrar en paz, apago mi móvil que no deja de sonar con las insistentes llamadas de Caroline. Estoy contenta, cansada y con deseos de fundirme en mis sabanas como bebé; me libero cada prenda para tomar mi pijama de seda, entro a la cama y me dejo llevar por la somnolencia. Más tarde, despierto por impulso, pero me obligó a dormir otra vez, el sueño me va venciendo de nuevo, pero los escandalosos toques en la puerta resuenan por todo el apartamento. Me quito la sabana ovejera con un movimiento hastiado, aún debe de ser temprano, no puede ser tan tarde como para que tenga que llegar alguien a despertarme, y supongo que ese alguien debe ser Patto. Camino por el pasillo, sin las pantuflas que no me alcancé a poner. El ventanal que cubre la pared completa está velado por las cortinas corredizas, evitándole el paso al sol de la mañana. Sobo mis ojos deshaciéndome de un bostezo más. Abro la puerta y los toques son reemplazados por la apresurada voz del chico que llevaba su celular en la mano, su tarjeta de identificación colgando del cuello, en la que también dice “Personal asisntent of Hillary Dornan”. —¿Qué haces aquí, niño? —pregunto molesta. —¡Hillary, ha sucedido algo muy grave! —Se adentra al apartamento pasando por debajo de mi brazo. —¿Por qué me molestas a esta hora? Mi horario laboral empieza a las 9:00 —Son las 8:55. Sí, lo lamento —repone de prisa —. Pero esto es urgente. Su madre está alterada por lo que pasó, debe ver esto —. Teclea su celular con rapidez y luego pone el aparato frente a mí, llevándome a abrir los ojos con sorpresa y desapareciendo cualquier rastro de somnolencia que albergara mi cuerpo. —¿¡Qué es esa estupidez!? —espeto, molesta. —No sé. Las imágenes se hicieron virales anoche y la prensa no para de hablar de esto. —¡Esa no soy yo! —Yo… —él habla con duda. Sus ojos se agrandan cuando me acerco —. Sí, sí, yo estoy seguro que no es usted. Le quito el celular mirando las imágenes otra vez. —¿En un body shop? ¿Por qué yo iría a un prostíbulo? Alguien intenta dañar mi imagen… ¿Dicen que esto sucedió anoche? —Sí, sí, señorita Hillary. —Yo no fui a este lugar, anoche estaba… —callo. No me conviene decir donde estuve —. Me bañaré, daré una entrevista para solucionar esto. —Su madre dice que no se presente a los medios. Ella me pidió que la mantuviera aquí hasta ser necesario. —Dile que iré a la mansión. Me alejo de Patto, dejándolo con una evidente cara de susto. Se encuentra en una situación difícil, porque si desobedece a mi madre es un problema y desobedecerme a mí aún más. Entro a la ducha con la indignación saliendo por mis poros. ¿Yo en un prostíbulo? Esa no soy yo, quien se está haciendo pasar por mí para dañar mi imagen, va a conocer quién es Hillary Dornan. ** —¿Ya te respondió? —pregunto a Patto que aún insiste en contactar a mi madre. —La señora Caroline no me ha respondido —habla él, siguiendo mis pasos, nos dirigimos al living de la mansión Hillman. —Me envió un mensaje avisando que está en una reunión con E&S. E&S, es una televisora y revista social que en lugar de ser “Espectáculo y Sociedad” debieron llamarse “Especuladores y Solapadores”. Me hago cargo de insistir a mi madre. Pero desisto al recibir los constantes chismes sobre mí que circulan por las redes. Voy hasta el jardín para llamar a quien sí me importaba que no crea en esos chismes. —Responde… —digo cuando me envía a buzón. Trevor: Hablamos esta noche. Ya sabes donde. Me quedo en la mansión hasta que mi madre se digna aparecer en compañía de Goon, su periodista personal; Anton llega en con un chico que reconozco como su hijo Nathan. Tiene el pelo castaño como su padre. A él, lo conocí en la boda de nuestros padres; Nathan y las gemelas fueron los únicos que se presentaron al evento porque los demás no quieren a mi madre, para ellos es “la madrastra bruja que busca el dinero de su padre”, pero mi madre y yo también tenemos nuestro propio patrimonio, mi abuelo es un hombre de negocios modélico. Sin duda, los Hillman poseen más prestigio. —¿Por qué no puedo hablar con los medios? Debo explicar que esa chica que aparece en la fotografía no soy yo, debe ser un montaje —digo a mi madre. Ella está sentada en el sofá, con la espalada reta y su postura más alegante. —No es un montaje, esa persona existe, pero no la hemos hallado. —¿Me estás diciendo que tengo una gemela que anda en un prostíbulo y está dañando mi imagen como actriz? —No, princesa. Te aseguro que yo solo traje una niña a este mundo, quizás es una fan obsesionada contigo que se quiso hacer tu rostro. —Pues eso es lo que debo aclarar a los medios. —Eso no servirá de mucho. Ya te han quitado el papel de la próxima serie, no vas a ser la imagen de Gosse este año, y tu carrera va en declive. —¿Y qué supones que haga, madre? Ella se pone de pie y camina hacia mí, estira su mano para que yo la tome y después de que la tomo, Anton se aproxima a sostener la otra mano de mi madre, donde está el anillo de casada. —Hemos encontrado una solución, no solo a tu problema, sino también a una dificultad por la que está pasado la familia Hillman. —Sabes que también eres una Hillman, Hillary —me dice Anton y mira a su hijo. Nathan se mantiene de pie, con un semblante tranquilo. —¿De qué se trata? —pregunto. —Te vas a casar —dice mi madre con una sonrisa que desfoga dicha. Aparto mi mano de su agarre. ¿Casarme? ¡Qué locura! —¿Estás loca madre? ¿En qué siglo crees que estamos? —Un matrimonio no necesita de siglos. Esta es una gran oportunidad. —¿Y con quién piensas que me voy a casar? —Eso es lo mejor, quedará en familia. Serás una Hillman. Todos miramos hacia Nathan que tenía una sonrisa ladeada. Yo no me casaré con un Hillman, no con él. —Ah, no, princesa. Ese es tu hermanastro, tu futuro esposo es otro… ¿Otro?, ¿de quién se trata?

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