Capítulo II

1993 Words
Más tarde fui a mi habitación recordando ese momento una y otra vez en mi cabeza sintiéndome cada vez peor. Las lágrimas cayeron por mis mejillas sin querer detenerlas esta vez, no había nadie de quien quisiera ocultarlas. Todas las sensaciones, recuerdos y sentimientos dolorosos se alinearon en mi interior mientras me deshacía de la maldita peluca que me cubría la cabeza. Seis años ocultándolo. Seis años escondiéndome para ser expuesta ante todos de esa manera. Sé que Eva no sabía lo que estaba por venir al momento de tirar de mi pelo pero ya estaba hecho. La peluca me pica constantemente. Me da calor y ya no es tan bonita que digamos. Pero es la única que me da un poco de seguridad para estar en público. Tengo una relación de amor-odio con ella, la miro de la misma manera para después desviar mi mirada al espejo y encontrar mis ojos húmedos a través del cristal y mis pupilas se deslizaron después en dirección a mi cabeza. No estaba completamente calva. Tenía el pelo corto como el de un chico solo que este también poseía huecos con falta de cabello por lo que tenía. Mi papá piensa que estoy loca por hacerlo. Yo pienso que hay algo más. Sin embargo no puedo parar de echarme la culpa por causarme daño… Incluso cuando no puedo detenerme. Es más fuerte que yo. Pienso algunas veces que termino llorando sobre mi colchón y me odio por no pararlo. Me odio por no detenerme. Quiero ser libre. Quiero estar sana. Pero no siempre obtenemos lo que queremos. Cómo pasé de tener el cabello por la cintura a no tener demasiado. Es la pregunta que me atormenta todos los días. Me duele demasiado. Es tan vergonzoso. Jamás se lo he contado a nadie. Ni siquiera mi mejor amiga lo sabe. Solo en mi familia saben lo que hago. A pesar de esto la mayoría del tiempo finjo una sonrisa y ya estoy bien… Pero en mi interior estoy quebrada. Y tan sola como lo puede estar una persona rodeada de gente. Solo por las noches en mi habitación lloro por lo que desearía y no es. * Mi corazón se aceleró cuando estuve frente a la escuela y como después del suceso. Nadie me decía nada ni me daban miradas de curiosidad lo que me hacía sentir completamente aliviada. Tomé una respiración profunda antes de ir en dirección a mi salón de clases donde me encontré con mi mejor amiga y comenzamos a hablar. —Muy bien chicos, se preguntarán por qué no les he hecho pasar a su salón y es porque voy a hacer una exposición en pareja pero como ya sé con quien harían pareja por ser compañeros decidí intercambiarlas parejas con personas de quinto año A. Todos miramos a la profesora incrédulos. Nunca nos habían juntarnos con el otro grupo. Podía sentir la mirada fija de Santiago en mí y yo solo lo ignoraba por la vergüenza que representaría para mí mirarlo. Él había sido testigo de mi humillación pública y realmente era el único al que no quería que me viera. —Voy a asignar las parejas yo misma —agregó la profesora mientras los chicos se quejaban por esto pero ella no le tomó importancia y continuó—. Y cuando termine de hacerlo les daré a cada uno la información de lo que tienen que exponer. Una cosa más, la nota es en pareja así que ambos deben esforzarse y además les daré un mes para que está exposición salga perfecta. La nota será su nota final valga la redundancia, puntuaré intervención, material de apoyo, desarrollo del tema y acoplamiento con la pareja. Sin más que añadir comenzaré a nombrarlos. Yo mordisqueé mi labio inferior porque odio las exposiciones. No me gusta estar parada alrededor de un montón de personas que mantengan su atención en mí, me pone sumamente nerviosa. Más ahora, cuando mi humillación está vigente. —Alondra —me llamó la profesora para después decir algo que hizo detener mi corazón por un segundo—. Tú harás la exposición con Santiago. Ella no puede estar haciéndome esto. Me quejé en mi interior y como si mis ojos tuvieran vida propia lo busqué entre la multitud de gente ocasionando que nuestras pupilas se encontraran desestabilizando mi respiración. No sé cómo iba a hacer esto pero sabía que sería difícil. Él y yo a penas nos hablábamos a la hora que salíamos de clases y esperábamos el transporte escolar. No porque él fuera un engreído o algo. Nunca había conocido un chico más amable y caballeros. Era por lo que me hacía sentir cuando estaba con él. Sentía una extraña química que no paraba de hacerme sonrojar y me sentía algo tonta por ello. —Alondra y Santiago, acérquense por favor —pidió la profesora y fuimos con ella mientras mi corazón latía a un ritmo anormal como siempre hacía cuando estaba cerca de él. Al estar uno al lado del otro no lo miré sino todo lo contrario. Me esforcé por evitar su mirada a como diera lugar. —Su exposición será sobre El cyberbulling —dijo ella mirándome y yo asentí para volver a donde estaba pero no esperé que él me detuviera de la muñeca ocasionando que mi corazón saltara por su toque. ¡Oh por Dios, está tocándome! —Espera —me pidió con voz suave haciéndome derretir. Solo que no se lo mostré. Me volví para encontrar su mirada fija en la mía como si hubiera esperado que huiría de alguna manera. —Debemos ponernos de acuerdo para hacer la exposición —me dijo y yo asentí sabiendo que tenía razón—. Dame tu número de teléfono. Enseguida aparté mi mirada de la suya intensa para responderle. —No tengo —admití. Y él asintió entendiendo. —Pasaré a buscarte entonces, dame tu dirección —me dijo. Y estuve a punto de negarme. No quería que él me buscara pero realmente ¿Qué opción tenía? Se la di después tratando de alejarme y fue cuando él susurró: —Nos vemos en la tarde. ¿Por qué mi estúpido corazón pensó que se trataba de algo íntimo? Esto es un trabajo. No una cita así que debo centrarme. Respirar profundo y apartar los estúpidos sentimientos lejos de mí. Él no es para mí. Me forcé a pensar para despertar de mi sueño. Soy muy complicada para él. Traté de concentrarme en las siguientes clases pero no fue nada fácil con el contante pensamiento de que esta tarde iría a la casa de Santiago. Sentía el nerviosismo casi como parte de mí. —No te veo bien amiga —me dijo Adriana a mi lado sabiendo lo que él me gustaba—. Sabemos que Santiago no es de nuestra clase, si puede oler tu enamoramiento de él va a lastimarte y no quiero eso —me gruñó ella y yo asentí sabiendo que tenía razón. Pero ¿Cómo evitar sentir lo que sentía? Y no es como si ahora pudiera evitarlo. Tenía una exposición con él. Mi transporte hoy también me vino a buscar temprano así que no entablamos ninguna conversación más pero pude sentir su mirada en mí poniéndome nerviosa. ¿Cómo iba a hacer esta tarde en su casa? Mi corazón se agitó por el pensamiento y ya que estuve perdida en la nebulosa ni si quiera me di cuenta cuando llegué a casa. Le dije a mi madre que iba a la casa de un compañero sin decirle que era mi crush de hace años y ella estuvo de acuerdo. Mientras lo esperaba no podía para de moverme de un lado al otro a la espera de su llegada y cuando un auto n***o lujoso se estacionó frente a mi casa supe que no podía tratarse de otro más que de él. Tomé mi bolso poniéndolo en mi hombro y salí para encontrarme con Santiago haciendo saltar mi corazón por la sonrisa suave que llevaba en sus labios. — ¿Me esperaste mucho rato? —me preguntó abriéndome la puerta de la parte de atrás y yo negué con la cabeza de inmediato. —No demasiado —le dije. Solo que desde que salimos de la escuela he estado esperándote. Pensé vergonzosamente. Ni siquiera había almorzado por la ansiedad que sentía al pensar estar sola con él en su casa. Entré al auto y él me siguió sentándose a mi lado. Una vez más el nerviosismo se apoderó de mí y tuve que mirar por la ventana para centrarme en algo que no fuera él. —Cuando llegué a casa me di cuenta que no te había dado elección. Para la próxima vendremos a tu casa, si quieres —me dijo atrayendo mi atención una vez más a él acelerando mi corazón por la sonrisa fácil que llevaba en su rostro. —No importa, en mi casa tampoco es que hay mucho espacio —le dije y él asintió. Dios ¿Podía ser más tonta? ¿De qué puedo hablar con él? Ambos nos quedamos en silencio un buen rato hasta que el auto se detuvo frenta a una gran reja negra elegante y cuando está se abrió solo pude abrir la boca impresionada por lo que mis ojos veían. Lo escuché reír a mi lado y creo que mis mejillas se pusieron rojas porque sentí el calor venir de ellas. Una vez más me había avergonzado delante de él. — ¿Es una especie de villa? —pregunté antes de que pudiera detenerme y su sonrisa creció pero no parecía que estuviera alardeando. Él nunca lo hacía. Es como un perfecto príncipe de ensueño. Más bien parecía estar divertido. —No —respondió—. Es una casa muy grande. A mi tío le encanta que sea así. Yo asentí y volví a mirar por la ventana. Veía porqué le encantaba a su tío. Antes de llegar había terreno lleno de verde grama y por increíble que pareciera había caballos libres y más allá un establo. Por el lado izquierdo se veía un gran parque lo que me hacía pensar que había niños viviendo aquí. ¿Tendría Santiago hermanos? Nunca me lo había planteado. Sería realmente hermoso ver a alguien pequeñito con su cara. — ¿Tienes hermanos? —pregunté una vez más y pude ver como algo en su mirada se oscureció un poco pero luego volvió a su brillo habitual haciéndome pensar que lo había imaginado. —No, soy hijo único. —Ah, entonces supongo que debes tener primos —indagué más curiosa de lo que quería admitir señalando el parque. No sabía qué se había apoderado de mí porque la conversación estaba fluyendo libremente y yo nunca era así. Mucho menos con él. —No —negó él riendo—. Es el parque que usaba cuando era pequeño. Mi tío sigue pagando su mantenimiento desde entonces. No sé si es por los recuerdos fluyendo o porque que quiere su propia familia pero me inclino más por la segunda —me dijo y por alguna razón quise conocer a su tío. Lo había nombrado dos veces llamando mi atención sobre esto dado que sus padres aún no han salido a relucir. A lo mejor los conoceré. —Si quieres podemos venir después de que busquemos la información —me dijo haciendo que el nerviosismo volviera a traicionarme y contuviera mi respiración por un momento sintiendo la emoción llegar a mi vientre pero me negué a dejarme entusiasmar. —Si terminamos a tiempo… —dije vagamente y él me sonrió. Sabía que esta exposición traería problemas porque estar en la presencia de Santiago era suficiente como para hacer estragos a mi corazón. Debía concentrarme pero cada vez es más difícil con él sonriéndome y haciendo que se me olvide todo. Incluso mi racionalidad. Siento que algo está cambiando entre nosotros y no sé si es bueno... o malo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD