Kamal había decidido unirse a la aventura; sus hermanos estaban como locos por ir a ver la carrera. Sus padres se ofrecieron a quedarse con los niños y sabía perfectamente quién estaba clasificado en la competencia y sería un posible ganador de la misma. Cuando llegó al hotel, no estaba su hermano, no estaba su cuñada y lo más importante, su esposa no estaba.
Layla había dormido poco, pensando en Kamal exactamente. No había una conversación lógica que pudiesen compartir que disolviera su matrimonio, o la situación no era tan fácil porque ella hubiese decidido elegirlo a él.
Layla salió de la casa con cuidado de no hacer demasiado ruido y preparó un desayuno completo: huevos en tres estilos diferentes, pancakes, waffles, tostadas y fruta fresca. La joven llevó el café a la habitación y se sentó junto a Leonel, le acarició la espalda y el pelo hasta que él abrió los ojos, le miró confundido y sonrió.
—Es tarde, me dormí.
—Faltan diez minutos para las cuatro. He preparado desayuno, el auto está abajo esperándote y han traído tu uniforme y tu maletín.
—Bésame.
—No... no es parte del ritual, ahora ve a arreglarte o lo que sea que hagas. —Leonel se sienta en la cama y da un sorbo a su café.—Y no te demores. —La joven le dio un beso en los labios y él sonrió.
—Tengo tiempo para una ducha.
—No, he leído mucho sobre supersticiones y vengo de una cultura supersticiosa. Haz lo que tengas que hacer, yo me iré y atenderé a mi amado, que acaba de instalarse en el hotel y exige saber dónde estoy.
—Cuando gane, quiero celebrarlo contigo: champán y una cena espectacular, solo tú y yo.
—Tu familia seguramente vendrá a verte.
—Sí, pero saben que luego me escapo.
—Todo lo das por sentado —dice Layla y le besa en la mejilla.—Te enviaré un arreglo de rosas, pero ten cuidado, no choques ni hagas estupideces.
—Te amo —dice Leonel mirándole a los ojos y Layla sonríe antes de besarlo y ponerse en marcha.
La princesa regresa al hotel y ve más paparazis. Baja vestida con su ropa deportiva y en la entrada del hotel se encuentra a Kamal, sonriente, con una sola rosa y muy bien vestido. La joven sale del auto y se acerca a su esposo, él se acerca para recibirla, Layla sonríe y le acaricia el pecho.
—¿Cómo te sientes?
—Genial, voy a besarte para esas cámaras.
—De acuerdo. —El príncipe besa ambas mejillas de su esposa antes de darle un beso en los labios. Layla coloca la mano en el hombro de su esposo y continúa besándole un poco más, Kamal sonríe contra sus labios y ella sonríe.
—¿A qué se debe el exceso de amor?
—Te lo explico adentro.
—Te he extrañado —asegura la princesa para que le escuchen y se acerca un poco más al cuerpo de su esposo. Los dos caminan juntos hasta el elevador, donde la pareja entrelaza sus manos y sonríen hasta que llegan a su habitación. Layla se sorprende al ver a Elías, Farah y Selene conversando bastante agitados. Nala y Lorenzo están al teléfono.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Layla.
—Nuestro primo muy lejano se ha casado con Elsa, la hija del jeque de Samrat, y están planeando pelear por territorio. Hay gente apoyándoles, ha habido demasiados cambios y nada de tradición —responde Kamal.
—¡Entonces... estamos en guerra!
—He dado la falsa ilusión de que estás embarazada, que somos un solo reino, uno más poderoso, y el congreso ha estado de acuerdo en apoyarnos en caso de una guerra. Nos mantendremos unidos porque hay un heredero en espera.
—¿Explícame: Selene está embarazada?
—No, tú tienes que estar embarazada para ayer. Tenemos que rezar para que algún médico haga magia y te embarace en las próximas dos semanas, y luego diremos que diste a luz en la semana 48 si es necesario.
—Si es necesario, te sacaré a tu conveniencia, Kamal. Pensaste en llamarme.
—Había una crisis y la solucioné. Tú y yo habíamos acordado ser padres.
—Necesitamos una habitación. Necesitamos conversar en privado.
—Layla, creo que sé lo que vas a decirme y no voy a dártelo. En su lugar, quiero que lo termines ahora mismo. Se acabaron las simpatías y los pases. Te quiero, eres como una hermana para mí, pero en este momento necesito una esposa con un útero sano y óvulos fertilizables, y en nueve meses quiero un heredero absoluto, un reino seguro, y solo tú puedes darme esto. Yo te salvé, tú sálvame.
—¿Y qué gano yo de esto? —Kamal rueda los ojos y saca de su maletín su contrato prenupcial.
—Iba a pelear por la custodia completa del niño. Iba a inventarme una infidelidad que no existe y quitarte la custodia —señala los párrafos subrayados. —Este es un postnupcial, envíaselo a tu abogado, ya lo he firmado. Ese acuerdo de custodia es irrevocable.
—No voy a firmarte nada y no voy a darte mis óvulos —dice Layla furiosa y le pega con los documentos.
—Layla.
—Kamal, cada vez que estamos caminando hacia algún lugar, logras arrinconarme. Mi abogado y yo te enviaremos los papeles del divorcio y los papeles de custodia. Y cuando a mí me dé la gana de embarazarme de ti, lo haré. Ahora tengo otro compromiso, y tú puedes fingir que estás embarazado mientras resolvemos nuestro tema legal, en el que te has aprovechado de mi depresión para engañarme, ¡cabrón, hijo de puta, del culo!
—Layla —Elías se acerca e intenta evitar que su hermano diga algo más. —El territorio que exigen es el tuyo.
—No me interesa. Armaré mi ejército y los mataré a todos, ¿felices?
—Layla...
—Y como estamos casados, se supone que tu ejército tiene que ayudar al mío. —Layla tira los papeles por la habitación. —Imagínate el río de sangre que va a correr. Y si tienes huevos, como estoy eligiendo la guerra, y nadie quiere dar un arma, es muy probable que te toque defenderme en todo el sentido de la palabra. Como no me estoy tirando un farol, puedes estar seguro, Kamal, de que contrataré un equipo de francotiradores para que te maten a ti, a tu primo y a todos tus hermanos. Haré lo que sea que mi hermano y mi papá querían para el reino.
—Layla, no quiero pelear.
—Yo quiero matarte —responde la princesa y sale de la habitación.